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'La cátedra para la paz es carreta'

Sergio Fajardo se va en contra de quienes acusan a los maestros del país de incompetentes.

Angélica María Cuevas Guarnizo. /Medellín
12 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
El matemático Sergio Fajardo Valderrama gobernará Antioquia hasta 2015. / El Espectador
El matemático Sergio Fajardo Valderrama gobernará Antioquia hasta 2015. / El Espectador

Basta con sentarse y escuchar cómo les habla a 2.500 maestros de escuela de distintas orillas del país para comprender la atracción que Sergio Fajardo Valderrama genera en una multitud de educadores.

Sucedió esta semana, en Medellín. Un público compuesto de profesores, convocados a la Primera Cumbre Nacional de Educación, se entregó hipnotizado a su discurso. Le celebraron cada chiste, y una vez dijo que la clave para transformar la educación era regresarles la dignidad, la respuesta fueron aplausos y ovaciones.

“Recuerdo cuando se burlaban de nosotros. Cuando nos decían que la educación no daba votos, que era imposible derribar a los corruptos de Antioquia. Comenzar a hablar de educación en ese contexto, hace 15 años, no fue fácil. Soñar es fundamental para poder avanzar”, les dijo.

En 1999, el “indignado” profesor de matemáticas de la Universidad de los Andes, como él mismo se describe, ese que renegaba del país, reemplazó las clases por la política. “Nunca soñé con ser alcalde de una ciudad, mucho menos con ser gobernador, pero fui parte de un movimiento cívico al que le tocó reconocer (a regañadientes) que, queramos o no, son los políticos los que toman las decisiones que nos afectan a todos. Y ahora estoy aquí, no en un salón de clase”.

En los últimos años ningún otro candidato, ni gobernante, se ha aferrado tanto a la idea de convertir la educación en su caballito de batalla.

Ahora que el país parece estar dispuesto a tener una conversación abierta sobre el tema y que el presidente Juan Manuel Santos se declaró inspirado por el discurso de Fajardo y trazó el reto de convertir en diez años a Colombia en “la más educada” de América Latina, el político antioqueño habló con El Espectador sobre las dificultades que, cree, tendrá que superar el país para alcanzar una meta tan ambiciosa. Fajardo habló de lo inútil que le parece la cátedra para la paz, que acaba de aprobarse como ley en el Congreso, y del papel que jugarán las escuelas rurales en el posconflicto si el acuerdo en La Habana se firma.

¿Ve viable convertir en 10 años a Colombia en la más educada de América Latina?

Está bien ponerse retos inspiradores. Si no los trazamos no llegamos a ninguna parte. Cuando yo digo “Antioquia, la más educada” estoy hablando de una aspiración, no de una realidad. Lo serio es lo que se viene: responder a la pregunta de cómo lograrlo. Es un camino largo y complejo en el que hay que tomar muchas decisiones políticas. Ojalá avancemos.

¿Qué tipo de decisiones?

Las necesarias para movilizar a una sociedad que está marcada por la desigualdad, la violencia y la ilegalidad hacia una transformación social. La gente en las regiones no sabe qué son las pruebas Pisa, y tampoco les importa, porque sus principal preocupación ha sido sobrevivir a tanto conflicto. Acá hemos estado hablando de violentos, corruptos e ilegales por años y no hemos hecho de los maestros y estudiantes los protagonistas de la sociedad. Pero cuando convirtamos este tema en una preocupación pública, vamos a generar cambio.

Muchos les están echando a los profesores el agua sucia de la falta de calidad de las escuelas. Incluso el Ministerio de Educación ha dicho que “como los peores bachilleres son los que estudian pedagogía, hay que convencer a los mejores de que elijan ser maestros”. A usted esta postura lo saca de casillas, ¿por qué?

Me molesta que se hagan esas calificaciones. Es injusto, indigno y erróneo. Decir que la solución es que los buenos estudien pedagogía es caer en una fórmula simplificada que ignora las circunstancias que tienen que vivir nuestros maestros. En Antioquia decimos que aquí no tenemos maestros malos, ni uno, todos son buenos, pero todos podemos mejorar; es una forma distinta de abordarlo. Porque esas descalificaciones son tenaces. Si les dicen a los profesores que son “malos” y “brutos”, ¿quién va a querer convertirse en docente? Incluso a mí cuando me querían insultar me decían “profesor”. Tenemos que recuperar la dignidad de los docentes.

¿Qué les responde a quienes dicen que sus políticas de Medellín y Antioquia, “las más educadas”, se han basado en la entrega de parques de cemento?

Que la gente está necesitando puntos donde converjan conversaciones, donde se encuentren mamás, abuelos y jóvenes, y esos son los parque educativos, espacios para recuperar la dignidad a través de programas que incluyen a toda la población. Lugares para materializar un sueño. En muchos municipios, estos parques van a ser los sitios más bonitos del pueblo. Acá han creído que como la gente es humilde, cualquier cosa que le den es ganancia. Pero nosotros no somos un pueblo de limosnas. De esta manera, la gente de un pueblito como Peque, escondido en las montañas de Antioquia, se da cuenta de que la educación es sinónimo de calidad de vida. Hay que tocar al pueblo y conmoverlo por la educación. Mire lo que está pasando: en los pueblos donde nadie volteaba a mirar a los docentes, los parques educativos los han convertido en personas importantes. Yo nací en una condición privilegiada, pero al resto del país la violencia le robó la capacidad de soñar. Los violentos nos han tenido arrodillados, pero con estos esfuerzos la gente empieza a ver que es posible el cambio.

¿Por qué, luego de más de 10 años de políticas enfocadas en mejorar la educación, ni los colegios de Medellín ni los de Antioquia aparecen en las listas de los mejores?

No están punteando porque estamos resolviendo problemas que tienen raíces mucho más profundas. No nos concentramos en pruebas de matemáticas porque ese no es el punto fundamental, sino en problemas de desigualdad, violencia e ilegalidad. Esto es doloroso. En Medellín hemos vivido unos capítulos de violencia extraordinaria y estamos logrando que los niños no se salgan del colegio, quitándoselos a las esquinas de la ilegalidad. Después de resolver eso, si quiere discutimos las pruebas. Porque no es justo poner en la misma balanza al colegio Los Nogales de Bogotá con la escuela de Abriaquí, Antioquia.

Como alcalde de Medellín, usted pensó en el proyecto educativo de una ciudad, pero ahora, como gobernador, le ha tocado ver las dificultades de las escuelas. ¿Qué debe saber un colombiano del común sobre lo que ocurre en la ruralidad?

Las escuelas rurales no se ven porque han estado atrapadas en la violencia y distanciadas por el Estado. Porque en Colombia el mundo rural ha sido descuidado. De firmarse un proceso de paz, el mundo rural tiene que cambiar y cada escuelita de vereda se va a convertir en un punto nodal para avanzar en el posconflicto. Necesitamos acercar con vías a estas escuelas, convertirlas en los puntos de encuentro más lindos de toda la comunidad, porque ahí se reúnen los líderes y la junta de acción comunal a resolver los asuntos de todos, y esa trasformación física es un mensaje muy poderoso. Así, los esfuerzos extraordinarios que tienen que hacer los niños del campo para llegar a clase van a ser mejor recompensados, porque esas escuelas merecen tener buenos tableros, estar conectadas a internet y tener mejores instalaciones para los maestros a los que les toca vivir en ellas, dormir en ellas, cocinar en ellas. No me cabe duda de que serán las escuelas rurales conectadas el eje para articular un proceso de paz en las regiones.

El Gobierno acaba de aprobar la ley que obligará a las escuelas del país a implementar la cátedra de la paz. ¿Le gusta la idea?

Esa cátedra es carreta, es inútil. Ahora resulta que hay que inventarse una cátedra por cada tema que queramos discutir. Cátedra para matoneo, cátedra para emprendimiento. Qué despropósito. La escuela ya tiene suficientes materias que pueden propiciar conversaciones sobre memoria, conflicto y reconciliación, pues todos esos temas son transversales. Pero sumarles una cátedra más a los maestros es saturar la escuela. ¿Acaso no conocen todos los problemas que hay que resolver en la ruralidad? Al pobre maestro le toca todo: atender al niño que tiene problemas en la casa, explicar matemáticas, supervisar la disciplina, y ahora inventarse una clase de paz o de convivencia. Todo eso mientras le dicen que es malo y bruto.

 

 

acuevas@elespectador.com

@angelicamcuevas

Por Angélica María Cuevas Guarnizo. /Medellín

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