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Colegios incluyentes

Estas son las historias de El Nuevo Gimnasio, Santa Mariana de Jesús y el República Bolivariana de Venezuela, de Bogotá, y Los Portales, de Restrepo, Meta.

Claudia Camacho Gandini / especial para El Espectador
24 de marzo de 2013 - 08:32 p. m.
Imagen del patio central del Colegio República Bolivariana de Venezuela.
Imagen del patio central del Colegio República Bolivariana de Venezuela.

Santa Mariana de Jesús

 La hermana Yolanda López, rectora del colegio Santa Mariana de Jesús, cuenta que de muchos años atrás viene recibiendo niños y niñas con Necesidades educativas especiales, desde cuando una niña sin cerebelo tocó a las puertas de su colegio. Ella le dijo a la psicóloga que le hiciera una entrevista, pero que la niña ya tenía cupo. Como ella misma lo dice, “al principio no sabíamos mucho sobre el tema, simplemente los recibíamos y los hacíamos parte de nuestra vida diaria, sin contar con un programa de inclusión como tal”. Hace cuatro años decidieron sistematizar su propuesta de trabajo con niños con Necesidades educativas especiales y afrontar este nuevo reto, que no era tan nuevo.

Lo primero que hicieron fue capacitar tanto a profesores como a personal administrativo y de servicios. Para los profesores fue difícil, pues no sabían qué hacer con los niños y sentían que no lo iban a lograr. Este trabajo les ha exigido innovación, creatividad, y en ultimas, como lo expresa Marcela González, coordinadora el programa de inclusión, “reencontrarnos con un nuevo modelo de maestro”. El miedo inicial se convirtió en reto y ahora cada uno de ellos pelea por sus alumnos y se compromete con su desarrollo cognitivo.

Los niños con discapacidad asisten a clases regulares y cuentan con una “dulce acompañante”, como llaman a las tutoras, quienes actúan como facilitadoras del proceso cognitivo. las cuales esperan no necesitar los grados de secundaria; así mismo comparten y participan de todas las actividades que se realizan en el colegio. “De la mano de los niños discapacitados hemos aprendido tolerancia, respeto por la diferencia”, afirma.

A la hermana Yolanda le encanta romper los paradigmas, cuando le dicen que no puede tener sino un niño con Necesidades Educativas Especiales por clase, ella ya están pensado en cómo aceptar tres y si recibe un niño con discapacidad motora, busca el modo de construir ramplas o de reacomodar las aulas de clases para que esto niños puedan asistir a su colegio.

“En el colegio hay inclusión porque nosotros nos vemos desde la individualidad, y nos vemos con el niño que viene de la India y nos vemos con el niño autista y nos vemos con los niños afroamericano y nos vemos con los que son mas claritos y nos vemos en nuestras diferencias, eso es colombianidad, eso es ser marianita, es lo que para nosotros significa inclusión. Nosotros tenemos niños que llegaron para ser felices y son felices”.

República Bolivariana de Venezuela

Hace aproximadamente 20 años un grupo de profesoras lideradas por Margarita Posada, de la escuela primaria Samper Mendoza, que posteriormente se fusionó con el colegio República Bolivariana de Venezuela, se arriesgó a trabajar con niños con autismo, convirtiendo el suyo en uno de los únicos colegios públicos de Bogotá en incluir en el aula regular a niños con esta condición.

En este colegio, niños, niñas y jóvenes con necesidades educativas especiales son reconocidos y respetados desde su diferencia y asisten para ser autónomos, porque algún día deben ser independientes y tener su propio proyecto de vida. La inclusión al aula regular se hace a través de una flexibilización curricular llevada a cabo por los maestros y los docentes de apoyo, quienes a su vez apoyan a los niños en el manejo de las cartillas y las guías que se han diseñado especialmente para ellos.

Una educación inclusiva como la que se vive en este plantel hace que los niños de desarrollo típico sean mejores personas: son niños y jóvenes con una gran sensibilidad, una valoración por la vida y una altísima educación ciudadana, y si en una primera instancia los padres de familia se acercan preocupados a preguntar por el desarrollo cognitivo de sus hijos, posteriormente agradecen que se les haya dado la oportunidad de compartir con ellos su vida escolar. No en vano, el República de Venezuela es uno de los colegios de Bogotá con mejores niveles de convivencia. Los niños con discapacidad han enseñado que la pelea no es una forma de solucionar los problemas, sino que esto se logra a través del diálogo.

Los maestros que ingresan al colegio sienten angustia frente al programa, pero, como nos dice el rector, Hugo Edilberto Florido, “la institución es tan fuerte que te involucra, te agarra y te enseña de una manera tan acelerada que hace que te preguntes qué pasa aquí. Los profesores sienten miedo porque piensan que tienen que sacar algo que no tienen o no saben, y lo que hace este modelo es potenciar y sacar lo que ya tenemos”. Pero más allá de la angustia y de los temores iniciales, los maestros de la institución están comprometidos con el desarrollo integral de cada uno de sus miembros.

El compromiso y la convicción que se viven y respiran en el República Bolivariana de Venezuela, por una educación inclusiva, va más allá del hecho de recibir a niños con discapacidades. Se trata de entender que todos los niños tienen derecho a ser como cualquiera y a ser tratados como tal, con todos sus derechos y deberes.

“Yo quisiera que no se dijera que el República Bolivariana de Venezuela es un colegio inclusivo porque tiene niños y niñas con déficit cognitivo y déficit autista, sino porque es un colegio incluyente que tiene niños y niñas felices materializándose en el escenario educativo, desarrollándose con todo su ser”.

Nuevo Gimnasio

 

Desde el año 2003, el colegio Nuevo Gimnasio ha ido poniendo en marcha un modelo de educación inclusiva que busca que las niñas con necesidades educativas especiales sean realmente incluidas escolar y socialmente, tarea que ha implicado atreverse a romper los muros y los paradigmas, no sólo con respecto a la educación tradicional, sino también a los imaginarios sobre los niños con discapacidad.

La implementación del programa comenzó de un modo intuitivo, de autoformación, algo de ensayo y error. Aprendieron de cada niña algo nuevo. Posteriormente asistieron a un seminario de formación con Gordon Porter, en New Brunswick, Canadá, en el que confirmaron que lo que estaban haciendo lo estaban haciendo bien. Cuando una niña con necesidades educativas especiales ingresa al Nuevo Gimnasio, se hace un trabajo de sensibilización con el equipo de apoyo, los maestros, los padres de las alumnas y las alumnas con las que va a compartir su vida escolar. Las niñas asisten al aula regular, en donde los maestros, con la ayuda del grupo de profesores, diseñan estrategias de trabajo para cada una de ellas.

Este grupo de apoyo les enseña a los profesores, no a las niñas. El reto pedagógico es pensar de qué manera, como colegio, pueden llegar a que las niñas compartan una vida académica de acuerdo con sus capacidades, sin hacer currículos diferenciadores ni excluyentes, en el mismo salón, con los mismos maestros y el mismo conocimiento, pero a su manera, sin bajar el nivel para los niños regulares.
Al comienzo tuvieron familias renuentes a aceptar que su hija pudiera estar con una niña con síndrome de Down o con autismo. Sin embargo, algunos padres han regresado con sus hijas, no tanto por la inclusión, sino porque el colegio les da mucho a las niñas. En el Nuevo Gimnasio no hay coordinación de convivencia ni de disciplina porque no se necesita: las niñas con necesidades educativas especiales le han enseñado a la comunidad a regularse, y si les cambian las reglas se desconciertan, se asustan, se desequilibran, y pueden echar 10 pasos atrás en su aprendizaje.

Optar por un colegio inclusivo implica, como lo dice Luz Stella Uricoechea, rectora del Nuevo Gimnasio, “vencer los miedos, porque esos miedos no nos dejan avanzar. Es el miedo a la calificación del examen de Estado, el miedo a los estándares de los primeros puestos, el miedo a que se piense que la institución baja su nivel académico, pero seguimos siendo un colegio exigente académicamente”.

“La inclusión supone una nueva ética, unos nuevos valores basados en la igualdad de oportunidades. La educación inclusiva tiene que formar parte de una política escolar de igualdad de oportunidades para todos. Si es así proporcionará la base para analizar e identificar las fuerzas o los factores que inducen a la exclusión. Los valores que mantiene la inclusión deberían, por ejemplo, educar a los alumnos en la conciencia de la necesidad de participación social de todas las personas y deberían suponer en la práctica la entrada en escena de una generación de ciudadanos comprometidos socialmente en la lucha contra la exclusión”. Ángeles Parrilla.

 

Los Portales (Restrepo, Meta)

Desde hace nueve años el colegio Los Portales, en Restrepo, Meta, viene trabajando con niños con discapacidad. Al inicio, como en todo proyecto, fue necesario vencer el miedo a lo desconocido, el temor a innovar y tener que aplicar nuevas pedagogías que seguramente iban a exigir mucho más de los docentes. Para lograrlo, el colegio inició un fuerte trabajo de capacitación y sensibilización para toda la comunidad educativa, pues los temores no eran sólo de índole pedagógica, sino también con respecto a las condiciones propias de cada uno de los niños con necesidades educativas especiales que ingresaban a la institución.

Aprender sobre el desarrollo cognitivo y afectivo particular de cada uno permite trazar una ruta de viaje y establecer las pautas pedagógicas y didácticas apropiadas para cada caso, diseñando estrategias como el manejo de clases individualizadas, utilización de sombra o acompañante, o la flexibilización curricular, entre otras.

El trabajo de “integración”, como lo llaman en Los Portales, implica la participación activa de todos los integrantes de la comunidad. Los maestros son cada día más creativos, optimistas y pacientes; cada uno de ellos tiene claro su papel y su importancia dentro del proceso del aprendizaje de los niños, no solamente de aquellos con necesidades educativas especiales.

Compartir día a día el aula de clase, el recreo y las actividades propias de la institución ha marcado positivamente la vida de los niños regulares, quienes han aprendido a comprender y conocer mejor a los otros, a respetar las diferencias y mejorar sus relaciones interpersonales. Esta influencia positiva también se hace presente en el desarrollo de sus competencias académicas, pues incorporar nuevas estrategias pedagógicas al aula favorece a todos.

Por Claudia Camacho Gandini / especial para El Espectador

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