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Dejémonos de vainas con la enseñanza

Si Colombia invierte el 10% del presupuesto de defensa en formar mejores maestros, el país subiría 30 puestos en las pruebas PISA y lograría un incremento del PIB del 6 al 12% en 2050.

Pablo Correa
02 de febrero de 2014 - 07:50 a. m.
La calidad de docente explica más que otros insumos escolares las diferencias en el desempeño estudiantil. / Archivo - El Espectador
La calidad de docente explica más que otros insumos escolares las diferencias en el desempeño estudiantil. / Archivo - El Espectador

La cosa está así: la mayoría de niños en Colombia van a la escuela primaria y logra graduarse de secundaria, pero la educación que reciben es mala. Colombia ocupó el año pasado el puesto 62 entre 65 países que participaron en las pruebas PISA.

La mayoría de maestros que hoy ocupan una plaza en colegios y escuelas, para decirlo sin muchos rodeos, y los aspirantes a ellas, tienen un nivel educativo mediocre. A las facultades que ofrecen licenciaturas entran los bachilleres con menos habilidades y cerca de la tercera parte que enseñan en primaria tienen menos de cuatro años de formación universitaria. Para no enredar el asunto con cifras, los futuros maestros son los peores estudiantes del presente.

Hasta ahí el diagnóstico que realizó un grupo de investigadores de la Universidad de los Andes, la Universidad del Rosario y la organización Rand Corporation, contratado por la Fundación Compartir con la intención de plantear el camino más seguro, barato y corto para salir de este atolladero.

Allí se analizaron los modelos de Singapur, Finlandia, Canadá y Corea del Sur, cuatro de los países que se han convertido en ejemplo mundial en materia educativa, al mismo tiempo que estudiaron otros casos más cercanos a Colombia, como Brasil, India, Israel, México y Estados Unidos. Realizaron entrevistas con maestros nacionales y analizaron cifras oficiales.

“La calidad docente contribuye más que cualquier otro insumo escolar a explicar las diferencias en el desempeño estudiantil”, anotaron en su informe. Pero no se trata sólo de convertir al país en uno de los mejores en pruebas educativas, sino de los efectos de la calidad educativa sobre la sociedad y la economía. Y aquí el dato que nadie debería olvidar: un maestro “promedio”, en contraste con uno “malo”, representa un retorno social en valor presente neto de US$300.000 a US$400.000 por grupo de alumnos. Una inversión bastante más rentable que la minería y la construcción.

Isabel Segovia, exviceministra de Educación y gerente de la Fundación Compartir, explica que la propuesta para reformar la educación en Colombia es apostar primero por los maestros. Y proponen cinco estrategias.

Una es formar mejores maestros elevando la calidad de los programas de pedagogía a través de subsidios para las universidades y exigencias en su acreditación. En segundo lugar, mejorar la selección de los maestros reclutando a los mejores alumnos, ofreciendo becas condonables, elevando los requisitos de entrada al magisterio, entre otras.

Otro punto por atacar es la evaluación de docentes y la formación continua. Para esto proponen programas de acompañamiento a docentes novatos y concursos de becas condonables para maestrías y doctorados.

La quinta propuesta, sencilla y clara, es subirles el sueldo a los maestros hasta equipararlo con los de otras profesiones prestigiosas. Hoy el salario base de un maestro recién graduado ronda los $1’400.000, mientras abogados, médicos e ingenieros empiezan con $1’700.000. Y para los maestros con más experiencia el sueldo debería acercarse a los $2’500.000. En el caso de los que tengan una maestría, ese salario debería subir hasta los $3’500.000.

Tomaría un tiempo, al menos 10 años, para comenzar a notar los primeros resultados: subir 30 puestos en las pruebas PISA y un aumento en los ingresos de los bachilleres al graduarse y entrar al mundo laboral. Con un poco más de paciencia, hacia 2040 el país podría experimentar un crecimiento del PIB del 6 al 12%.

El otro camino, el de no invertir en los maestros, es el que ya conocemos. La Colombia de cartones de bachiller colgados en las paredes, pero en la que el 47% no es capaz de leer un artículo como este y entender la idea principal.

Por Pablo Correa

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