El mejor maestro y rector de 2017

Ganadores del Premio Compartir al Maestro. Con una propuesta de educación sexual, Luis Bermúdez logró reducir en 90 % la tasa de embarazo adolescente en un colegio de Bogotá, mientras el rector Francis Otero convirtió un colegio público acorralado por la violencia en un ejemplo nacional.

Redacción VIVIR
25 de mayo de 2017 - 10:03 p. m.
Cristian Garavito
Cristian Garavito

El lema es “sin tabú”

Luis Miguel Bermúdez, Colegio Gerardo Paredes Institución Educativa Distrital (Bogotá). Premio al Mejor Maestro

“Cuando me gradué de pedagogía empecé a trabajar en colegios campestres, con esos campus bonitos y cómodos. Pero muchos de esos colegios no se ven como una institución educativa, sino como el negocio del rector. Entonces me retiré y me presenté a concurso público. Elegí el colegio Gerardo Paredes Institución Educativa Distrital, en la localidad de Suba, porque me iba a mudar a esa localidad.
Me acuerdo que llegué mirando a todos lados. Era un edificio gigante y cuando entré eso parecía una cárcel: esas paredes grises altas, esas rejas, basura y para acabar de ajustar, quedaba al lado de la plaza de mercado, entonces olía a pescado y fruta dañada.

Mi primer día de clases también fue traumático. Me acuerdo que la mayoría de profesores me veían con compasión y me decían tenga cuidado con el celular, con las pandillas, cuando pase por los balcones porque lo escupen, tenga cuidado…”. Mejor dicho, este colegio bien podía llamarse “Tenga cuidado”. 

Empecé a dar clases en octavo. Una clase fue sobre la mentalidad de la pobreza en nuestra cultura latinoamericana. Cuando terminé, los alumnos se pararon a aplaudirme y agradecerme por la conferencia.

Al final de ese año, seis meses después de mi llegada, durante la ceremonia de grado me fijé que aquello no parecían togas, sino batas de maternidad. Todas en embarazo. A mí eso me impresionó mucho. A eso se le sumaba que en el descanso lo único que se escuchaba era “perra, perra, perra, perra”, y yo les preguntaba por qué y era porque la chica había terminado con el novio. Eso no tenía por qué ser así.

El proyecto de educación sexual surgió como mi trabajo de grado. Le presenté el proyecto a María del Carmen, la rectora, para impactar en octavo, décimo y once. En ese entonces, en cada curso había en promedio ocho chicas embarazadas. Casi 24 embarazos por grado. Identificamos que los problemas de las clases de educación sexual eran dos. Uno, que siempre las daba alguien externo a la comunidad educativa. Otro, que se partía de la concepción de que el adulto es quien tiene la verdad.

Así armamos el currículo, basado en una investigación de campo. El lema siempre fue: “Sin tabú”. Además, nuestro currículo se alejó del enfoque preventivo (promoción de métodos de anticoncepción), pues recae sobre la mujer toda la responsabilidad. Y tercero, fuimos conscientes de que ellos no tienen las relaciones sexuales para tener bebés, sino por placer. Por eso era importante un enfoque que reconociera sin miedo la dimensión del placer.

Educar a los profesores fue la parte más difícil. Me decían que cómo era posible que el colegio fuera a permitir eso, incluso, la rectora es cristiana y muchas veces quisieron despertar en ella esos sentimientos religiosos. Le decían “prohíba eso, cómo se le ocurre”. Pero ella decía “una cosa son mis creencias y otra cosa es mi papel como rectora”. ¡Huy, eso fue fabuloso! Si ella no me hubiese apoyado, esto estaría muerto.

En tres años redujimos los embarazos de ocho por curso a ocho en todo el colegio. 

 

El arte de transformar un colegio

Francis Rodrigo Otero Gil, rector Instituto Manizales. (Manizales). Premio al Mejor Rector. 

El 12 de octubre de 2007, una bomba en Cartagena del Chairá estuvo a punto de matar a Francis Rodrigo Otero, elegido como el mejor rector del Premio Compartir al Maestro este año. “Eso me hizo pensar que hay que ver la vida de otra manera. Uno no reflexiona sobre su vocación. Y la educación tiene un deber: transformar la condición social de los estudiantes”, dice el educador. Ese día prometió dar lo mejor de sí. 

Después de 23 años como maestro en el Caquetá, en 2010 ganó el concurso para ser rector del Instituto Manizales, en el barrio San José de Manizales. Había llegado el momento de asumir un nuevo reto y de paso garantizarles a sus hijas el acceso a una buena universidad. La vida le tenía preparada una dura prueba.

El colegio al que llegó era un edificio a punto de caer. Pero peor que las paredes era la descomposición social alrededor: expendios de drogas, pandillas, adolescentes embarazadas, familias desinteresadas en la educación de sus hijos, riñas, maestros desmotivados. “Era considerado uno de los colegios más difíciles de la ciudad”, recuerda. Un macroproyecto de intervención urbana que pretendía recuperar esa zona de la ciudad también amenazaba con destruir el colegio para fundar otro.

El rector Francis prometió no darse por vencido. Comenzó por reformar el manual de convivencia. Luego reorganizó el proceso académico. Empezó a exigir orden y eso incluyó planes de desarme entre los alumnos que le trajeron no pocos problemas. En los primeros meses fue necesario resguardarse con un esquema de seguridad y guardaespaldas. “Los que se habían adueñado del mercado de estupefacientes no querían que todo esto pasara”, cuenta.

Ese fue apenas el principio. Gestionó recursos para lograr que el 96 % de los alumnos entraran al esquema de jornada única. Fortaleció el bilingüismo. Amplió la cobertura de 800 a 1.130 alumnos. Inauguró una nueva planta física con el apoyo de la Alcaldía. Aulas, laboratorios, canchas sintéticas, salas de sistema, transformaron la cara del colegio. Cambió el uniforme y el nuevo incluyó una corbata. Desarticularon las pandillas y al mismo tiempo caracterizaron a unos 250 niños con problemas de aprendizaje y comportamiento social. Se creó una unidad de atención psicosocial que empezó a buscar ayuda en otras instituciones, desde universidades locales hasta entidades nacionales, para ayudar a esa población.

El secreto, según el rector Francis, estuvo en la perseverancia a la hora de tocar puertas: “Con gestiones, tutelas, vendiendo empanadas, con el apoyo del Ministerio de Educación, la Alcaldía, con cooperativas, empresas privadas, hasta el Vicariato”.

Aunque no todos soportaron el ritmo de transformación y de los 36 maestros de la planta inicial sólo quedaron 18, los resultados sociales y académicos comenzaron a llamar la atención de la ciudad y ahora del país entero. “Quiero demostrarles al país y a Caldas que los colegios en zonas marginales afectadas por los problemas de descomposición sí tienen una oportunidad”, es el mensaje del mejor rector de 2017. Ahora todos quieren convertirse en el mejor colegio de Manizales.

 

Por Redacción VIVIR

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