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El ‘pilo’ que quiere luchar por los derechos humanos

Jonathan Infante tiene claro por qué quiere ser abogado. Este joven del barrio Timiza, de Bogotá, quiere ayudar, principalmente, a quienes les vulneras sus derechos a diario.

Esteban Dávila Náder
31 de enero de 2016 - 12:54 p. m.
Gustavo Torrijos / El Espectador
Gustavo Torrijos / El Espectador

Jonathan Infante es un joven tímido. Habla rápido y evita el contacto visual, sobre todo cuando es una cámara la que lo mira de frente. Pero eso no significa que sea inseguro, pues aunque trastabilla al hablar, no duda ni un segundo cuando comenta sobre su pasado, su presente y sus ambiciosas aspiraciones para el futuro. Futuro que hoy siente brilla más que nunca.

Tiene 17 años y ya lleva uno estudiando derecho en la Universidad Externado de Colombia, a la que pudo acceder gracias a que ser pilo le ha dado resultados. Al campus llega desde su barrio de toda la vida, Timiza, en la localidad de Kennedy, donde vive con su hermano menor y su mamá, que trabaja en una empresa de finca raíz. No muy lejos de allí está su papá, quien se desempeña como mensajero. Las aspiraciones de Jonathan al salir del colegio se limitaban a lograr pasar en una universidad pública.

Todo cambió cuando se dio cuenta que su puntaje de las pruebas Saber11 y del Sisbén le permitían acceder a Ser Pilo Paga. “Nadie en mi casa se lo esperaba. El presidente si había dicho algo pero nadie le prestó mucha atención, aparte estaba muy confundido acerca de los resultados de las pruebas Saber. Todo pasó muy rápido”, cuenta con una sonrisa. Eso cambió el panorama y lo motivó a presentarse al Externado y a La Sabana. Pasó en las dos, pero eligió la primera por cuestiones de distancia.

Admite que jamás se vio siendo abogado, a pesar de que varios familiares se desempeñan en ese campo. De hecho, cuando estudiaba en el colegio Nacional Nicolás Esguerra, no sólo se esforzaba a diario para destacarse en su salón, sino que se tomaba el tiempo para ayudar a sus compañeros repasando materias como matemáticas y química. “No sociales, porque casi no me gustaba”. Se fue perfilando para estudiar ingeniería e incluso alcanzó a ser admitido en la Universidad Distrital.

La decisión de elegir otra carrera llegó cuando estaba a punto de terminar el bachillerato. “La alcaldía local de Kennedy lanzó una convocatoria en la que cada colegio hablaba de sus problemáticas y cómo solucionarlas”, cuenta. Junto a una profesora y un grupo de compañeros presentaron el proyecto con el que pretendían buscar personas expertas que abordaran temáticas que no se hablan normalmente en las aulas como el proceso de paz o las minas antipersona, con tan buena suerte que ganaron. “Ahí fue cuando me di cuenta que es muy interesante la parte social”.

Las ganas, sin embargo, no son suficientes para tener éxito en la universidad. Si bien afirma que nunca sintió ningún tipo de discriminación o bullying por hacer parte del programa, Jonathan sí pudo observar que la diferencia académica entre los estudiantes de un colegio público y uno privado es bastante amplia. “Me pareció que ellos alcanzaron a ver temas que nosotros no, sobre todo en historia”. Esa falencia hizo que se atrasara en lecturas y se sintiera inseguro durante los primeros parciales, aunque no fue nada que la dedicación constante y el consejo de sus profesores no solucionara. “Todavía no soy el mejor, somos muchos estudiantes, pero al final me fue bien y ahora me siento tranquilo”.

Tras un año estudiando derecho, Jonathan está enamorado de su carrera, esa de la que al principio dudaba. Y ya tiene claro lo que quiere hacer luego de graduarse. Le gusta el área de los derechos humanos y su idea es ayudar en su propio entorno, donde asegura que son muchos a los que se les vulneran derechos como la educación y la salud. “Quiero ayudar a la comunidad y sentir esa gratificación de que de verdad se puede hacer algo por los demás”.

Aunque la abogacía es su prioridad, el espíritu pedagógico no ha muerto, por el contrario, se fortaleció. “Las personas estudian, aprenden y surgen, pero desde la misma educación no se les enseña que el país es de todos y sus dificultades también. No les enseñan a analizar lo que pasa y a buscar maneras de solucionarlo”. Por eso también anhela enseñar acerca de lo que pasa en Colombia y ayudar a sus futuros estudiantes a encaminarse para ser parte de la solución. Valiosa lección de parte de un joven que, como dirían las abuelas, apenas está comenzando a vivir.

Por Esteban Dávila Náder

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