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'El rector de rectores'

José Félix Patiño es uno de los intelectuales más prominentes de la U. Nacional a la que ha dedicado gran parte de su vida y que ayudó a modernizar.

Steven Navarrete Cardona
31 de mayo de 2015 - 06:44 p. m.
Gustavo Torrijos / José Félix Patiño
Gustavo Torrijos / José Félix Patiño

José Félix Patiño es una de las figuras más reconocidas en el campo de la medicina en el país  y ha ocupado los más diversos y distinguidos cargos de dicha ciencia. Una profesión que ha combinado exitosamente con el ejercicio de la docencia. En 1965, por ejemplo,  emprendió una de las reformas más importantes de la Universidad Nacional: se pasó de  27 facultades que se tenían en 1961 a 9 facultades en 1966; se incrementaron de 259 a 1100 profesores de tiempo completo, el número de estudiantes paso de 7000 a 11.186, se estructuró la Biblioteca Central y se construyó el Auditorio León de Greiff, entre otras cosas.
 
En entrevista con El Espectador, Patiño habló de cómo llegó a ser ministro de Salud Pública, de la reforma que trasformó radicalmente el claustro educativo hace cinco décadas y del papel de la universidad en la sociedad colombiana.
 
¿Cómo empezó su relación con la Universidad Nacional?
Inició desde que era estudiante del Gimnasio Moderno. Mi papá era profesor titular de la Facultad de Medicina, me llevaba al campus y me decía; “algún día tú vas a estar estudiando en esta Universidad”.  En mi juventud aprobé los exámenes psicotécnicos, cuando estaba cursando el cuarto año ocurrieron los hechos del 9 de abril de 1948, se cerró la Universidad y entonces me fui para Estados Unidos y me gradué en Yale. A la semana de regresar al país ya estaba vinculado a la Universidad, pero como director de estudios de posgrado. Mi vinculación con la Universidad Nacional es de toda la vida.
 
¿Cómo llegó a ser ministro de Salud Pública?
Para mí fue toda una sorpresa. En aquel entonces era el director de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame) y estaba operando en la clínica Marly. De repente una enfermera circulante en la sala de medicina me dijo que mi esposa me estaba llamando para avisarme que había un  hombre –que iba de parte de un doctor de apellido Valencia- que me estaba buscando. En ese momento el gran cardiólogo de Bogotá era el Chato Valencia, el fundador de la Fundación Shaio, entonces pensé que era él. Llegué a mi casa y me encontré que estaba el doctor Carlos Obando, enviado por el presidente electo. Me dijo “el presidente le pide que acepte el cargo de ministro de Salud en el primer gabinete de su gobierno”. Le respondí que yo era un buen cirujano y que sabía de medicina pero no de Salud Pública.
 
¿Qué lo hizo cambiar de opinión?
Obando tomó el teléfono y marcó, me pasó al presidente Valencia, él hablaba muy pomposamente; “Ilustre doctor Patiño, es un honor para mí hablar con usted, y es un honor ofrecerle el Ministerio de mi primer gabinete”. Guillermo León Valencia era un hombre fabuloso, lo recuerdo con veneración. “Presidente yo no soy la persona para eso, yo no sé de salud pública, yo sé de medicina”, respondí. Me dijo, “estamos muy interesados en la educación médica colombiana, yo le ruego ilustre doctor Patiño que me haga el honor de acompañarme como Ministro”, y bueno a un Presidente uno no le puede decir que no. Así terminé de ministro de Salud Pública.
 
Le favoreció ser Ministro antes que rector…
Sí, porque pude entablar un diálogo directo con el Gobierno por haber formado parte  de su estructura.
 
¿Cuál era el contexto de la Universidad cuando usted llegó a la rectoría?
La universidad Nacional estaba en una situación terrible de crisis. Hasta una bomba habían puesto en la rectoría. Creo que era la situación más difícil que había existido en toda su historia. Vivía en Conflicto permanente y se pensó que era ingobernable. Entonces, se creó una comisión de parlamentarios para pensar qué hacer con la Universidad y ellos crearon la Ley 65  de Diciembre de 1963 dándole un nuevo estatuto a la Universidad Nacional. Cuando yo llegué a la rectoría tenía esa ley que le daba mucha fuerza al rector.
 
¿Qué se le ocurrió cuando llegó a la rectoría?
Como conocía muy bien la Universidad, hice -a la manera de un médico- un diagnóstico de la situación y planee una estrategia para corregir la enfermedad. Fue así como se diseñaron actividades en todos los campos: académicos, administrativos, de relaciones públicas y financiero para lograr un presupuesto que permitiera ejecutar lo que queríamos hacer, es decir que la universidad regresara a sus años de esplendor.
 
¿Quiénes se opusieron a la reforma?
Algunos decanos porque se les estaba descontando su facultad para volverla departamento. Había muchos profesores que no querían la integración académica, y curiosamente los estudiantes, que fueron una fuerza de oposición violenta, se convirtieron en el apoyo más grande que tuvo la reforma. 
 
¿Qué se mantiene de la reforma de aquellos años?   
 La estructura sigue siendo la misma, no hay razón para cambiarla. Pero tenemos que fortalecer el tema de los docentes de dedicación exclusiva y eso es lo que se debe mantener en las grandes facultades del mundo. Tenemos que mejorar la remuneración del profesorado para retenerlo.
 
La reforma fue todo un éxito, ¿por qué no siguió unos años más en  la universidad?
Me nombraron director de la Federación Panamericana de Facultades de Medicina, un cargo muy importante, entonces ya estaban hechas reformas, examiné el caso y me fui para donde el doctor Lleras, quien fue mi paciente y amigo. Era una relación que venía desde que mi padre era colega de su padre el doctor Federico Lleras Acosta. Le dije que me iba retirar y a él, que me había pedido que no dejara la rectoría cuando se posesionó como Presidente, no le gustó pero entendió.
 
Uno de los hechos que es centro de discusión entre los estudiantes el tema de los grafitis que hoy aparecen en las paredes del centro educativo. ¿Usted cómo lidió con ese tema?
Siempre impulsé a los estudiantes para que quisieran la belleza del campus, pero lo estaban destruyendo. Fue entonces cuando propuse que hiciéramos de la Ciudad Universitaria lo que se llamó años atrás la Ciudad Blanca. Yo les pedí que no pintaran las paredes, para ello puse tableros para que escribieran lo que quisieran, además, cree un periódico que se llamaba ‘Gaceta Universitaria’ como medio para promover la comunicación.
 
Nos contaron que usted había enviado un grupo de los estudiantes más radicales a los Estados Unidos. ¿Cómo fue este hecho?
Al grupo de estudiantes  más antigringo que había para aquel entonces lo envíe a los Estados Unidos para que recorrieran los campus de las universidades. Regresaron admirados de ver el campus que tenían y mucho más extenso que cualquiera. Entonces nos pusimos de acuerdo con esos estudiantes para que las paredes quedaran blancas y lo respetaron hasta el punto en que un día  aparecieron unos grafitis por la mañana, yo los llame y me respondieron que no habían sido ellos, al otro día los grafitis ya no estaban. Nunca nadie dijo quién había pintado. El secreto está en que el estudiante sienta que es su universidad, para que la cuiden.
 
¿Cuál es el papel de la Universidad en la transformación de la sociedad?
Salvador Allende siempre decía que la revolución no se hace desde las aulas de la universidad, sino con los egresados de la misma. Ese fue el mensaje que se les dio en la época de la reforma y los estudiantes contribuyeron a mantener en buen estado la estructura de la Universidad.
 
Lo que acaba de mencionar es importante, pero los egresados de la Universidad ya no ocupan cargos tan importantes como antes en el Gobierno o en los organismos de decisión. ¿Por qué cree que pasa esto?
Porque la imagen que se tiene hoy de la Universidad no es la imagen real. La U. Nacional es sin lugar a dudas la primera del país. Es muy avanzada en producción académica, publicaciones científicas, el número de centros de investigación que tiene, la relación profesor estudiante, etc. Sin embargo,  la imagen que se percibe afuera es la pedrea en la calle 26,  el grafiti, y demás. Sí usted es el presidente de una empresa y se presentan  candidatos para un cargo muy importante entre los que se encuentran egresados de la Universidad Nacional y de universidades privadas, con seguridad que el empleo se lo dan al de la universidad privada, porque piensan que el de la Nacional es un tira piedra, y va a crear problemas en la empresa.
 
¿Qué piensa de la relación Universidad y política?
La universidad tiene que tener un propósito académico únicamente, porque no debemos pensar que la universidad sea un instrumento político, si se convierte en un instrumento político, nunca va a tener la excelencia académica que deberá tener. 
 
¿Qué piensa de la actual situación de la Universidad Nacional?
Quiero tener una reunión con el presidente Juan Manuel Santos, quien sí conoce la universidad. Su papá,  Enrique Santos Castillo, fue uno de los grandes apoyos cuando hicimos la reforma. Él era el director de El Tiempo y vivía casi a diario, enterándose y llamándome para conocer la situación de la Universidad. De manera que el presidente, seguramente en honor a la memoria de su padre nos va a prestar atención, porque Enrique Santos fue uno de los grandes defensores de la reforma.
 
¿Qué piensa del descontento que generó en los estudiantes que no se hubiera elegido al ganador de las consultas internas como rector en las pasadas elecciones?
Yo no creo que la Universidad de Oxford, que es una de las más antiguas del mundo vaya a hacer una consulta para elegir su rector. Lo que hace es crear un comité de búsqueda para ver cuál es el mejor rector para ese perfil que debe tener el rector de la universidad. Debe haber un mecanismo de selección del rector que le garantice a la universidad que es el mejor desde el punto de vista académico no político, para convertirla en una de las mejores universidades del mundo. 
 
¿Cómo se debe financiar la Universidad Pública?
La Universidad Pública debe ser financiada totalmente por el Estado. 
 

Por Steven Navarrete Cardona

 

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