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“Había interés por politizar la Universidad Nacional”: Ignacio Mantilla

El reelegido rector de la U. Nacional asegura que no hay ninguna crisis. Dice que este año mejorará la infraestructura, abrirá un hospital universitario e inaugurará una sede en Cesar.

Sergio Silva Numa
16 de abril de 2015 - 03:22 a. m.
El matemático Ignacio Mantilla fue reelegido  como rector de la U. Nacional. Su nuevo período durará tres años.  / Gustavo Torrijos
El matemático Ignacio Mantilla fue reelegido como rector de la U. Nacional. Su nuevo período durará tres años. / Gustavo Torrijos
Foto: GUSTAVO TORRIJOS/EL ESPECTADOR - GUSTAVO TORRIJOS

Ignacio Mantilla cree firmemente que en la Universidad Nacional no hay ninguna crisis. Hoy, contrario a lo que han dicho sus críticos, tiene la certeza de que académicamente está mucho mejor de lo que estaba hace un par de décadas y tiene la convicción de que hay un camino para lograr la viabilidad financiera. Una buena muestra de eso, según él, es que pronto empezará a funcionar el hospital universitario y será inaugurada una nueva sede en Cesar.

Con esos argumentos, Mantilla, magíster en matemáticas y doctor de la Universidad de Mainz (Alemania), quiere hacerles frente a los reproches que se le hicieron hace varias semanas cuando competía de nuevo por la rectoría. El Consejo Superior lo reeligió por tres años más en medio de una campaña que no estuvo exenta de polémica. Por ejemplo, de acuerdo con las encuestas de los estudiantes, se rajó en sus primeros años de gobierno.

En conversación con El Espectador, Mantilla asegura que entonces había un interés por politizar la universidad y dice, además, que su apuesta para este nuevo período estará dirigida a fortalecer la infraestructura. Y aunque está conforme con el actual modelo de elección, no descarta probables cambios.

Acaba de ser reelegido. ¿A qué le va a apostar en este segundo período?

Hay una gran apuesta en infraestructura. Necesita renovarse. Ya hay un plan para empezar con el servicio del hospital universitario. También hay un proyecto importante en materia de internacionalización con instituciones de Latinoamérica, Europa, Asia y Estados Unidos. El otro gran proyecto interno tiene que ver con la recuperación de los sistemas de comunicación. Además, tenemos que fortalecer la formación de doctores y no descuidar la formación de zonas vulnerables.

El hospital universitario lo reclaman los estudiantes desde hace varios años. ¿Para cuándo va a estar listo?

Siendo arriesgado, calculo que en cuatro meses se pueden abrir los primeros servicios.

Hay quienes insisten en que la recuperación de la infraestructura no marcha muy bien...

Cuando llegué a la rectoría, hace tres años, mostré cuál era el estado de las edificaciones. A raíz de eso se creó el plan de una estampilla para tener más recursos. Si hoy camina por el campus en Bogotá, nota cambios. Abrimos un comedor central que hace 30 años estaba cerrado, recuperamos zonas peatonales y estamos por entregar el edificio de archivo. El edificio de enfermería, que hace 80 años lo estaban reclamando, también va muy bien.

El proyecto de la estampilla no va a ser suficiente para suplir las necesidades financieras. ¿Tienen en mente alguna otra estrategia?

Sí. Viene en marcha un gran proyecto para la sede de Bogotá, con el que se pretende compartir la estampilla que tiene la U. Distrital. Ya se está debatiendo en el Congreso. Pero además, el Ministerio de Educación debe definir un modelo financiero con base en los recursos adicionales del Impuesto sobre la Renta para la Equidad (CREE). También, con motivo de los 150 años de la creación de la universidad, vamos a proponerle al Congreso una Ley de Honores que nos permita tener unos recursos adicionales.

Las encuestas realizadas antes de su elección dan la impresión de que los estudiantes creen que hay alguna crisis en la gobernabilidad. ¿Por qué cree que según ellos estos años no fueron exitosos?

Algunas campañas, en un intento por mostrar esa cara de la universidad, atrajeron a jóvenes que piensan de esa manera. Pero es todo lo contrario. Tenemos una reforma académica que está dando los primeros frutos y un nuevo estatuto estudiantil. Además, unos indicadores de calidad excelentes y unos cuerpos colegiados que funcionan divinamente. Más que crisis de gobernabilidad hay interés porque en la universidad haya una “politización” y que las directivas se nombren de manera directa por elección.

Ese, justamente, fue uno de los principales reclamos: el hecho de que quien lideró la consulta interna no resultó electo. ¿Habrá que reformar el modelo de elección?

Las reglas de la universidad establecen que es el Consejo Superior el que designa al rector de cinco candidatos elegidos por la comunidad. He pensado siempre que no necesariamente debe ser con representantes internos, porque la universidad es de la sociedad. Por ejemplo, me gustaría tener un representante de esos 100 mil jóvenes que no lograron ingresar a la universidad. Aunque también hay que tener en cuenta que en el medio académico la opinión ilustrada no puede valorarse de la misma manera que la no ilustrada. Si aspiro a ser rector, debo diseñar una estrategia y convencer al Consejo Superior de que soy al mejor candidato. No basta con convencer a un grupo.

Entonces, ¿está de acuerdo con el actual esquema de elección?

Sí, completamente. Son las reglas que nos rigen y con las que hemos trabajado. Pero no quiere decir que no esté de acuerdo con que se puede cambiar. Como rector que no va a poder ser reelegido porque las normas así lo establecen, tengo la oportunidad de poder llevar a cabo algunos cambios sin que sean vistos como un interés personal. Eso debo aprovecharlo para escuchar las propuestas de la comunidad y construir un proyecto colectivo de cómo creemos que debe ser el gobierno universitario.

¿Va a adoptar propuestas de los otros candidatos?

Invité a los candidatos a un desayuno para manifestarles mi amistad y mi reconocimiento. La reunión fue tan dinámica que hicimos una lista de sus recomendaciones.

Para algunos, mientras la universidad privada progresa la pública está estancada. ¿Cuál es su lectura?

Es una falsa percepción. Las principales universidades públicas figuran siempre en los primeros lugares de calidad. Por otra parte, nuestros profesionales son aceptados tanto en el sector privado como en el público, aunque hay una queja que apunta a que no estamos formando a los líderes que dirigen al país. Pero detrás de ellos hay unos equipos asesores conformados por nuestros egresados.

En los últimos años es frecuente que se hable de una crisis en la U. Nacional. ¿Qué tan profunda es?

Hoy, a diferencia de hace varias décadas, la universidad tiene una estabilidad académica que le permite desmentir esas percepciones. En los últimos quince años no se ha cancelado un semestre. Más que en estar en una crisis, la universidad está llena de oportunidades y de retos. Se habla de crisis financiera, pero nuestra tarea es inventarnos fórmulas diferentes de financiación. Hay que acudir a mecanismos distintos a los de las décadas del 60 y el 70, como encerrarnos en un auditorio a gritar consignas. Además, hay una falsa percepción al creer que la universidad se privatiza, cuando lo que hacemos es atraer recursos privados para volverlos públicos.

¿Qué tanto daño le hacen esas disputas internas? Hay quienes creen que la universidad está atrapada en unos discursos caducos…

En ocasiones, por querer mostrar una oposición a las directivas, se termina afectando la institución. Es uno de los lunares que debemos reconocer. Es hora de que tendamos mejores puentes de comunicación con estudiantes, profesores y empleados administrativos para construir proyectos conjuntamente.

En 2014 la Universidad Nacional abrió una sede en Tumaco. ¿A qué otras regiones quiere llegar?

Lo de Tumaco fue la noticia más importante en educación superior. Este 2015 hay un compromiso con Cesar, que viene desde la rectoría del profesor Wasserman. Ya se han invertido $40 mil millones para la construcción de una sede, pero necesitamos un compromiso regional y nacional. No solo se trata de entregar un campus, sino de garantizar su funcionamiento. También tengo la intención de traer a la Región Andina el modelo que tenemos en algunas regiones: preparar a los jóvenes un par de años para luego llevarlos a las sedes grandes. ¿Por qué no tener un programa de admisión especial en Ciudad Bolívar o en Salamina (Caldas)? Es una forma de combatir la deserción y de aumentar la cobertura, que no solo consiste en matricular muchachos, sino también graduarlos.

¿Cómo resolver el hecho de que en ocasiones los programas de las sedes regionales no suplen las necesidades académicas de los estudiantes?

La Nacional está llegando con un concepto diferente a las regiones. No podemos seguir con la idea de que según la proveniencia del joven se les forma en un área para potenciar la región. Allí también puede formarse un filósofo.

Por Sergio Silva Numa

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