Pensó que sería más sencillo. En el colegio siempre le fue bien, pero estos dos primeros semestres de universidad le han dado duro. La exigencia es tremenda y Jaime Junior Arias no ha logrado pasar cálculo diferencial ni tener unas buenas notas en inglés. Su promedio lo tiene a prueba. Sin embargo, la energía y entusiasmo se mantienen intactas. Está trabajando duro con ayuda de un tutor y de otros compañeros del programa Ser Pilo Paga para sacarla del estadio y no desaprovechar esta oportunidad.
Tenía pensado ingresar a ingeniería electrónica en la Universidad Cooperativa de Colombia. Los ingresos de la papelería de su mamá y los de las reparaciones de los electrodomésticos que hace su papá no eran suficientes para costear una matrícula en otra institución. La vida le cambió cuando fue aceptado en Ser Pilo Paga. “Fue una alegría tremenda poder acceder a una universidad de prestigio”.
Aunque para llegar a tiempo a clase de 7:00 de la mañana debe estar de pie a las cuatro y esperando el alimentador a las cinco, Jaime Junior prefiere madrugar a tener que regresar a su casa cuando ya ha entrado la noche. En el barrio donde vive, en Bosa, una localidad al sur de Bogotá, es mejor no dar papaya para evitar ser blanco de los delincuentes.
En este primer año lo han sorprendido el tamaño de la universidad y la cordialidad de la gente. “Pensé que el ambiente sería más pesado porque la mayoría tiene grandes recursos y la fama es que son un poco amargados o no les gusta ver a personas de bajos recursos, pero es todo lo contrario. Me han apoyado mucho y tienen una forma de ser amigable”.
Si pudiera volver a empezar, Jaime Junior confiesa que le sacaría mucho más provecho a cada materia, indagando e investigando. “No me quedaría solo con lo que me dan en clase”. Su anhelo es graduarse y poder especializarse en Inglaterra. Sabe que el camino es largo y difícil. Primero tendrá que concentrarse para superar las dificultades que ha tenido en la carrera y seguir siendo parte de la primera generación de pilos.