Los baños mixtos del Externado: un experimento que ha funcionado

Hace un semestre se implementó la medida. Vice Colombia habló con estudiantes de esa universidad en Bogotá y con el rector para saber quiénes los usan y qué resultados han tenido.

Tania Tapia Jáuregui - VICE
11 de febrero de 2017 - 03:00 a. m.
Los baños mixtos del Externado: un experimento que ha funcionado
Foto: OSCAR PEREZ

En julio del año pasado, la Universidad Externado en Bogotá protagonizó varias notas en medios de comunicación con un tema por el que ninguna otra universidad colombiana lo ha hecho en la historia: sus baños. La noticia de que ese centro educativo iba a tener baños mixtos, además de los de hombres y mujeres, dio para artículos, debates y más de un video que mostraba el interior de los famosos, y en realidad no muy exóticos, baños mixtos del Externado.

Han pasado un poco más de seis meses y, desde entonces, no se ha sabido mucho más sobre ellos. ¿Los usan? ¿Quiénes? ¿Ha habido problemas por poner a orinar, cagar y lavarse las manos a hombres y mujeres más cerca?

Cuando la noticia salió al aire, el rector del Externado, Juan Carlos Henao, les contó a varios medios que habían sido tres las ideas que tenía en mente cuando decidieron implementar los baños mixtos: las quejas de varias estudiantes por lo mucho que se llenaban los baños de mujeres; una propuesta del entonces presidente Barack Obama por crear baños mixtos en todas las escuelas públicas primarias estadounidenses; y la creación de un espacio de equidad de género en la universidad.

"La idea salió directamente de rectoría. Fue una idea personal que consideré iba muy acorde con la filosofía de la universidad. Y surgió de hacer algo que mandara un mensaje positivo y de inclusión a la sociedad", me contó Henao en días pasados. El rector afirmó que, de hecho, otra de las fuentes de inspiración había sido un documental francés, Demain (Mañana), que muestra varias ideas alternativas en campos que van desde la educación hasta la industria petrolera. "Mi motivación más importante fue la de generar espacios de igualdad de género, sin morbo, sin sexo, sin nada".

Y aunque Henao me contó que la idea de ser una forma de inclusión para la población trans fue un punto que adoptó, y defendió, a medida que los baños se fueron implementando —pero que no estuvo presente desde el principio—, el debate que se desató en medios sí fue ese: los baños mixtos como una forma de erradicar las dificultades que enfrenta la comunidad trans frente a un modelo binario de baños. Un egresado trans del Externado que entrevistó El Espectador, le contó a ese diario que, durante su tiempo de estudiante, entrar al baño de mujeres implicaba que le dijeran que se había equivocado de lugar; por otro lado, entrar al de hombres era sentirse expuesto a una agresión física.

Un egresado trans del Externado entrevistado por El Espectador le contó a este diario que, durante su tiempo de estudiante, entrar al baño de mujeres implicaba que le dijeran que se había equivocado de lugar; por otro lado, entrar al de hombres era sentirse expuesto a una agresión física.

Sin embargo, otro lado del debate mediático lo dieron quienes consideraban que la categoría “mixto”, más que representar un espacio de inclusión y erradicación de violencias, podía ser un nuevo foco para que se agudizaran las violencias hacia quienes históricamente han sido más agredidas por su género: las mujeres. 

Así lo afirmó Ochy Curiel, una académica feminista dominicana vinculada a la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional, en la misma nota de El Espectador. Curiel afirmó entonces que hasta que no hubiera un cambio radical de mentalidad en el que las mujeres dejaran de pensarse como un objeto disponible para los hombres, la medida seguiría siendo peligrosa.

Ese fue todo el rollo teórico que suscitó la medida cuando se anunció. Desde entonces ha pasado un semestre académico que, si bien, tal vez no es tiempo suficiente para evaluar lo bueno o malo de la medida, sí ofrece un primer panorama de las posibles dificultades y las primeras reacciones de la gente en el Externado frente a una iniciativa que causó polémica.

Para Henao, el rector, la medida ha sido un éxito total. "Esto ha sido hermoso. Cada vez que hay cambio de clase uno encuentra 40 personas, fácilmente mitad hombres y mitad mujeres, sin ningún tipo de aspaviento. El comportamiento de los hombres está siendo mucho más decente en los baños mixtos: son más limpios, se cuidan más. No hemos tenido ni una sola queja, ningún problema ni ningún acoso. Yo creo que eso está más en la mente de los adultos que en la mente de los jóvenes".

El tono, no obstante, no es tan entusiasta entre los estudiantes. Varios de ellos con los que hablé calificaron la medida como algo sobre lo que no tienen mucho que decir, una medida “muy normal”, que no despierta pasiones. Un grupo de tres estudiantes mujeres de hecho se negaron a darme una entrevista porque, dijeron, no tenían nada que decir. Una de ellas solo afirmó que usaba los baños mixtos cuando eran los que tenía más cerca. Eso fue lo que dijeron varios de ellos: era una cuestión de practicidad, no de statements políticos.

Para Valentina Hernández, estudiante de quinto semestre de Gobierno y Relaciones Internacionales, la medida tampoco la han sentido mucho los estudiantes por una cuestión de costumbre: las mujeres siguen entrando a los baños que solían ser de mujeres y lo mismo pasa en el caso de los hombres. “Sin embargo, sí he visto que en algunos edificios, como el D, que a veces son tan congestionados, no les importa y entran. La gente se ha ido acostumbrando a esos baños. [Pero también] está la perspectiva de la gente que entra este semestre, que no sabe cuáles eran los baños de mujeres y de hombres y que entran a cualquiera. Eso también permite que los que éramos antiguos rompamos la estructura que ya habíamos creado”.

Para ella, y para su compañera Dayana Chaparro, la implementación de los baños mixtos casi ni se siente en la universidad: no ha sido abrupto, brusco, ni ha dado pie a conflictos. Ningún estudiante, por lo menos ninguno de aquellos con los que hablé, reflejaba ni replicaba la polémica teórica que desataron los baños en los medios: pensaban que era una buena medida de inclusión para estudiantes trans, aunque ignoraran si había personas trans que los usaran o que pertenecieran a la universidad. De resto, me dijeron, los usaban cuando era el baño que les quedaba más cerca.

Es más, en uno de los baños mixtos traté de hacerle un par de preguntas a una estudiante que me respondió que estaba en clase, que no tenía tiempo y que, acto seguido, salió corriendo de vuelta a un salón que quedaba justo al lado del baño mixto. En efecto era una cosa de cercanía y practicidad.

Claro, hay dificultades. El hecho de que muchas veces las situaciones de acoso sexual no se denuncien, o que los estudiantes no sepan ante quién pueden denunciarlos, podría hacer invisible un posible caso de acoso que pudiera suceder en uno de estos baños. Algo similar podría pasar con los estudiantes trans: la invisibilización histórica que ha cargado esta comunidad hace que sean un sector de la población que el resto de la comunidad ignora, al igual que la forma en que los baños mixtos los han afectado.

Sin embargo, mientras se logra evaluar si los baños han sido una buena medida de inclusión o una mala idea que ha terminado acentuando violencias, los baños mixtos, hasta ahora, no le quitan el sueño a los estudiantes del Externado: no son polémicos, ni problemáticos, ni controversiales. Una actitud que parece estar en sincronía con las ideas de una generación más joven.

“Yo creo que a los estudiantes les da igual. A nosotros no nos molesta. Quizás somos una generación distinta (...) De pronto para la gente grande es un poco difícil”, me dijo Hanna Romero, una estudiante de segundo semestre de Comunicación Social. “Sí, yo no he visto a ningún profesor”, respondió su compañero de semestre, Juan Campuzano.

Según un estudio estadounidense publicado el año pasado, los jóvenes de la Generación Z –personas entre los 13 y 20 años, categoría en la que cabrían muchos de los que hoy estudian en una universidad– cada vez se identifican menos dentro de las categorías binarias de género e inclinaciones sexuales. Según el estudio, sólo el 48 % de los jóvenes en ese rango de edad se identifican como exclusivamente heterosexuales. Una cifra mucho menor frente al 65 % de los millennials –entre los 21 y 34 años-- que se identifican como exclusivamente heterosexuales.

Para esa generación, acostumbrada a que lo no binario sea cada vez más común y que la obsesiva separación entre "niños y niñas" tenga cada vez menos sentido –basta ver la cantidad de colegios en Colombia que, en los últimos años, se han vuelto mixtos y que no lo eran-- los baños mixtos son una medida normal, que responde a su tiempo. La polémica se queda, sobre todo, con los más viejos, anclados a otros tiempos y contextos.

Esa asumida presunción de un baño mixto como un espacio sexual tenso, propenso a agresiones, para otros, los estudiantes, al menos los que yo entrevisté, es más un espacio que da para chistes de cómo vivir más libremente los encuentros sexuales que tienen lugar en cualquier universidad con o sin baños mixtos. Ojeando varios grupos de confesiones del Externado vi diversos testimonios de gente que confesaba haber tirado en los baños o que invitaba a otros a "compartir" un momento en el baño.

"Yo una vez entré al baño mixto del G. Era un día súper solo, ya estábamos al final del semestre, y había una pareja en calor. Yo me salí", me dijo Juan Campuzano cuando le pregunté a él y a sus amigos sobre lo que sabían de la actividad sexual que tenía lugar en los baños mixtos. "Pero hay que resaltar que eso no pasa por la implementación de un baño mixto. Eso se ha visto en la universidad desde siempre, en los baños solos o en los baños del F. Siempre se ha visto que entran parejas y usan los baños para otras cosas. No creo que simplemente por una medida que se hizo para romper estigmas sociales se diga que también ha dado pie para que eso pase", me dijo Alejandro Sandoval, un compañero de semestre de Juan y Hanna.

Y aunque todos los estudiantes con los que hablé me aseguraron que no tenían ningún problema con usar los baños, el panorama fue distinto cuando Mateo Rueda, el fotógrafo, fue a visitar los baños: me contó que todos los hombres que entraron mientras él tomaba las fotos, iban acompañados de mujeres, y que varios de ellos manifestaron sentirse incómodos en los baños mixtos.

"Lo que yo he visto es que, por ejemplo, en el edificio B el baño que antes era de mujeres y ahora es mixto no tiene mucha concurrencia de hombres, es casi nula. Pero eso puede ser porque el que antes era el baño de hombres es muchísimo más grande --me dijo María de los Ángeles Rios, una estudiante de quinto año de Derecho e integrante del Semillero de Derecho y Género del Externado—. Realmente no sé si [el hecho de que haya menos hombres] se debe a su tamaño o si es por incomodidad, pero lo cierto es que antes se hacían filas para entrar a los baños que eran de niñas".

En los grupos de Facebook las únicas quejas que hay sobre los baños mixtos son de hombres molestos por la cantidad de tiempo que las mujeres se demoran maquillándose y la forma en que acaparan el espejo y los lavamanos. Y aunque es una queja simple, podría ser una razón por la que, tal vez, los hombres evitan los baños que comparten con mujeres y en los que podrían tardar más tiempo.

Además, no es para nadie un secreto que las mujeres se demoran más en el baño: todo el proceso de bajarse el pantalón, limpiarse, a veces cambiarse una toalla o tampón es una tarea que requiere mucho más tiempo que el que necesita un hombre para vaciar la vejiga. En ese sentido, puede ser mucho más práctico para un hombre seguir yendo a los baños exclusivamente para ellos, mientras que es más práctico para las mujeres ahora contar con una mayor oferta en el número de baños que pueden usar. Pero eso es especular.

“Yo creo que el hecho de hacer el cambio ha dado pie a transformaciones y a un trabajo de tolerancia”, me dijo Dayana Chaparro, refiriéndose al tema de las disputas por acaparar el espejo. Para ella, y para María Ríos, los baños son un nuevo espacio de encuentro donde todos los estudiantes, independientemente de su género, han podido conocerse en nuevos aspectos y crear cercanía donde una barrera de género y sexo no lo permitía.

"Creo que el hecho de que la universidad cree espacios de inclusión está también cambiando el chip, y permite crear una nueva consciencia colectiva en cuestiones de respeto y tolerancia. Así entendemos que las diferencias que tengamos unas personas con otras no tienen por qué ser una justificación de exclusión", terminó diciendo María Ríos.

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