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Los interrogantes que suscita la construcción de un nuevo enemigo: la ‘Ideología de género’

La investigadora Mara Viveros Vigoya, quien tiene una amplia experiencia en analizar la construcción social del cuerpo, realiza un análisis de la controversia que se ha desatado sobre las 'falsas cartillas' para la educación sexual en los colegios.

Mara Viveros Vigoya* / Especial para El Espectador
20 de agosto de 2016 - 01:46 a. m.
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Un fantasma recorre a Colombia: “la ideología de género” que corrompe a los menores y destruye los valores familiares. Esto es lo que señalaron algunos de los manifestantes, padres y madres de familia, algunos directores de ciertos colegios del país, y algunos funcionarios de entes encargados de vigilar la garantía de los derechos, el miércoles 10 de agosto. ¿El origen? La difusión en redes sociales de una ‘falsa cartilla’ que tenía por objetivo advertir a los padres y madres de familia de una peligrosa ‘ideología de género’ que iba a minar los principios y valores de la familia. 
 
Como directora de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia acojo el clamor de sus estudiantes y docentes, indignadas por los matices que ha cobrado esta polémica y el deseo de contribuir al debate manifestando nuestro punto de vista sobre algunos de los aspectos planteados en esta controversia.
 
Primero 
 
El más sencillo, aunque también el de mayor impacto por las dinámicas de las redes sociales es el asunto de la mencionada ‘cartilla’. Se trató de convencer (y de hecho se logró) a muchos padres y madres de familia de que el Ministerio de Educación estaba repartiendo en algunos colegios del Caribe un material pornográfico que promovía la homosexualidad. 
 
Esta estrategia de desinformación, recurrió al pánico moral y a las ilustraciones de un cómic belga, para difundir hechos falsos, como lo aclararon diversos funcionarios del ministerio de Educación y la ministra misma. Lo que sí es una información correcta es que existe una sentencia de la Corte Constitucional que exhorta a diversas instituciones del Estado, particularmente las encargadas de la educación, a tomar medidas para prevenir la discriminación y la violencia en las instituciones educativas. Esta labor implica revisar los manuales de convivencia dado que algunos de ellos tienen normas que son discriminatorias o no han incluido el tema del género y sexualidad desde la perspectiva de derechos como un tema relevante. 
 
Segundo 
 
A pesar de lo que crean algunos sectores sociales, ninguno de esos manuales puede contradecir la Constitución, y el principio de igualdad y no discriminación rige su diseño jurídico. Con esta orientación, diversas organizaciones del estado y la cooperación internacional, estaban produciendo un material para guiar esos procesos de revisión; se buscaba elaborar un texto que diera indicaciones a las y los docentes y directivas de los colegios para actualizar los manuales de convivencia. 
 
No pretendía ser impuesta a las instituciones ni buscaba asignar en ellas normas o ideas prescriptivas. El problema estaba claramente identificado y documentado: la escuela es un espacio hostil a la diversidad sexual y de género. 
 
El fallo de la Corte Constitucional respondió a esta constatación, a propósito de la tutela interpuesta por la madre de Sergio Urrego, el joven que se suicidó por el matoneo homofóbico de directivas de su colegio. 
 
El propósito buscado con esta revisión de manuales es muy simple: corregir aquellos artículos en los que se violan los derechos fundamentales de las y los estudiantes. Es decir, no únicamente los que atentan contra los derechos de jóvenes, niños y niñas con orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas, sino también todos los que vulneran el derecho al libre desarrollo de la personalidad o cualquier otro derecho fundamental, independientemente del color de piel, el credo religioso, etc. 
 
Dicho de otro modo, el objetivo de revisar los manuales de convivencia en los colegios es propiciar que la escuela sea una institución protectora y no una amenaza para las vidas de las y los estudiantes.
 
Tercero
 
La expresión “ideología de Género” es una forma tendenciosa de presentar los estudios feministas y de género como una teoría al servicio de una ideología. Esta postura conservadora, que ya se ha expresado en países como Francia, o recientemente en Brasil, defiende un orden “natural” de género, como una verdad absoluta y rehúsa entender la feminidad y la masculinidad como normas culturales sujetas a variaciones históricas. 
 
Ante cambios sustantivos en la sociedad colombiana estos sectores han reaccionado, enarbolando el fantasma de la ‘ideología de género’. para amedrentar a los padres de familia con una supuesta “colonización homosexual” de las aulas por parte de la comunidad LGBTI.  
 
De este modo buscan deslegitimar los conocimientos producidos sobre las relaciones de género y sexualidad y los logros alcanzados, por medio de largas y difíciles luchas del movimiento feminista. 
 
El tema en cuestión nos muestra cuán lejos estamos todavía del punto en que la equidad de género y los derechos sexuales hagan parte del pacto común de la sociedad colombiana.
 
Cuarto
 
La escuela es una institución de producción y reproducción de valores; ahora bien, ¿qué valores queremos transmitir en ella? ¿La unicidad, la homogeneidad ideológica y la intolerancia? ¿O la igualdad en la diversidad, la capacidad crítica, la posibilidad de debatir el sentido de las normas sociales, como productos históricos y culturales?
 
La contienda desatada la semana anterior pone de presente cuán polarizado está el país en torno a estas posturas. No hemos logrado llegar a los consensos más elementales en relación con la necesidad de defender los principios constitucionales. 
 
La debilidad que tienen aún en la sociedad colombiana estos acuerdos muestra la necesidad de reforzar la enseñanza en temas de género y sexualidad, y de incorporar su discusión en el diseño de la sociedad que pretendemos construir en el pos Acuerdo. 
 
Quinto
 
Lo que está en juego en este debate no es defender una postura u otra, es la vida misma de niños, niñas y jóvenes; una vida que puede sentirse, ya sea acogida, por ambientes escolares respetuosos y no discriminatorios, o amenazada, al tener que enfrentar entornos hostiles y violentos.
 
La escuela puede producirlas y los ciudadanos que hagan concreta una sociedad que valore la equidad y disocie la diferencia de las desigualdades; puede propiciar que las niñas, niños y jóvenes de hoy escriban una historia distinta para un país que desea construir y preservar un proceso de paz. O por el contrario puede seguir reproduciendo sin prevenir: el abuso, el acoso y la intolerancia que amenazan esta posibilidad. 
 
 
 
* Doctora en Ciencias Sociales de la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Directora de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia.
 

Por Mara Viveros Vigoya* / Especial para El Espectador

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