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¿Se puede impartir la paz como clase?

Al 31 de diciembre, todos los colegios deberán abrir espacio en sus horarios a una nueva materia: la de la paz. Expertos analizan si la estrategia es la más indicada para reconstruir el tejido social de un país, fracturado por la guerra.

Angélica María Cuevas Guarnizo
27 de mayo de 2015 - 03:13 a. m.
La  Ley 1732 de la cátedra de la paz  se aprobó en septiembre de 2014. / Luis Ángel
La Ley 1732 de la cátedra de la paz se aprobó en septiembre de 2014. / Luis Ángel

Esta semana el presidente Juan Manuel Santos y la ministra de Educación, Gina Parody, firmaron el decreto que obliga a todos los colegios del país a crear una materia dedicada a la paz.

La cátedra nace luego de que en septiembre del año pasado se firmara la Ley 1732, con la que el Congreso vio la necesidad de abrir en los colegios “un espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz, que contribuya al mejoramiento de la calidad de vida de la población”.

“Debemos fomentar desde los colegios escenarios de convivencia, de armonía y de compañerismo. Hoy damos un gran paso en la construcción de esa paz con la que todos soñamos, esa paz que no se está negociando en La Habana sino que debe nacer desde el interior de cada colombiano en su cotidianidad”, dijo el presidente Santos esta semana al anunciar que al 31 de diciembre todos los colegios deberán tener la materia implementada.

La idea es que la cátedra esté articulada con áreas del conocimiento como historia, geografía, constitución política y democracia, ciencias naturales y educación ambiental, o educación ética y en valores humanos, y que, como resultado, contribuya a la formación de competencias ciudadanas para aprender a dar una solución pacífica a conflictos del día a día. En cuanto a las universidades, cada una gozará de plena autonomía para desarrollarla.

Para algunos analistas, la creación de una asignatura de este tipo resulta a todas luces innecesaria. La exviceministra de Educación Isabel Segovia cree que los congresistas suelen resolver los problemas estructurales de la educación creando materias, como ha ocurrido con los temas de sexualidad y competencias ciudadanas. “La estrategia de quienes no son capaces de idear transformaciones profundas es llenar el currículo de cátedras que no generan ningún cambio. Los maestros no tienen suficiente tiempo para dictar las asignaturas básicas y ahora deben estructurar otras. La convivencia y la resolución de conflictos son temáticas que pueden trabajarse desde asignaturas como artística, sociales, lenguaje e incluso desde la clase de matemáticas”.

Para el rector de la Universidad Eafit, Juan Luis Mejía, ninguna asignatura va a garantizar la formación de buenos ciudadanos, “porque la paz no es una materia como física o química, que tienen una acervo de conocimiento, sino que es un espíritu que resulta de la reflexión permanente. Sabemos que como institución debemos hacer cumplir la ley e imagino que será una oportunidad para motivar publicaciones y foros. La paz debe ser una discusión colectiva, no puede recaer en la visión de un solo docente”.

Por otro lado, la idea de la creación de esta cátedra la celebran maestros como John Sandoval Rincón, quien fue reconocido por la Fundación Compartir con el premio al gran rector del año por encontrar una manera de convertir su escuela, rodeada de realidades conflictivas, como el desplazamiento, en un lugar donde se promueve la convivencia a partir de la reflexión constante de la sociedad en la que se crece.

Sandoval ganó el premio precisamente por promover una cátedra de paz que ha resultado exitosa para su colegio, la Institución Educativa Alejandro de Humboldt en Popayán (Cauca). “La escuela en Colombia tiene que convertirse en ese sitio protector que les devuelva la confianza a quienes los contextos de la guerra han fragmentado por dentro. En un país tan diverso e inequitativo como Colombia, cualquier ley parece absurda para algunos y propia para otros. Pero en nuestro caso, el de las escuelas con víctimas del conflicto, la exigencia de abrir un espacio para hablar de paz, perdón y reconciliación no es sólo necesario sino vital”.

En esto concuerda Marco Fidel Vargas, educador de la Red Pro de Paz e investigador del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), quien ha trabajado durante años en la construcción de espacios de formación (laboratorios de paz) donde niños, jóvenes, adultos y ancianos intentan recuperar la confianza, reconstruir el tejido social y hallar vías alternativas para la paz en medio del conflicto.

Según Vargas, la cultura de la guerra ha degenerado las relaciones humanas de los colombianos y por eso los contextos violentos en los que se vive y se aprende se han naturalizado, a tal punto que en muchas regiones es normal que haya malos tratos o discriminación entre docentes y alumnos.

“Necesitamos sistemas educativos y escuelas que transformen esas relaciones, porque es desde el colegio que se pueden establecer territorios de no violencia. Entonces la cátedra es necesaria y funcional en la medida en que esté acompañada de una escuela donde los alumnos, directivos y maestros respeten los derechos humanos y se aplique pedagogía de la convivencia. No vale la pena tener una materia basada en discursos si seguimos saliendo de la escuela a agredirnos. Llevamos más de 30 años citando a foros y publicando libros de paz sin ver los efectos. La escuela debe ser un laboratorio de la recuperación de la dignidad. Esa es la tarea”, dice.

Por Angélica María Cuevas Guarnizo

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