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La familia Manson: 50 años del crimen más recordado en EE. UU.

Charles Manson, un hombre de baja estatura y con aspecto aterrador, pero con una increíble capacidad de persuasión, logró convencer a un grupo de hippies de cometer uno de los asesinatos más atroces de la historia de Estados Unidos, en 1969.

Daniela Quintero Díaz
09 de agosto de 2019 - 03:00 a. m.
La familia Manson: 50 años del crimen más recordado en EE. UU.

En medio del apogeo hippie de 1969, de la revolución del amor, la contracultura y la libertad, una ola de crímenes conmocionó a Hollywood (y al mundo). La noche del 8 de agosto la actriz Sharon Tate, de 26 años, quien tenía ocho meses de embarazo, fue asesinada junto a otras cuatro personas en la casa 10050 de Cielo Drive.

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La escena era devastadora. Cadáveres ensangrentados con varias puñaladas y sogas amarradas al cuello. En las paredes se leía “cerdos” marcado con sangre, las comunicaciones y la luz habían sido cortadas, pero no había rastro alguno de robo. La mucama, que entró a la mansión a la mañana siguiente, fue la primera en encontrarse con el cuerpo de Tate y sus acompañantes: Jay Sebring, famoso peluquero de Hollywood; el guionista Wojciech Frykowski y su novia Abigail Folger, heredera de un emporio cafetero. Nadie entendía qué había pasado.

Dos días después, a veinte kilómetros de la mansión donde había sido asesinada Sharon Tate, fueron encontrados otros dos cuerpos apuñalados más de cincuenta veces y amarrados. Eran los comerciantes Leno LaBianca y su esposa Rosemary. Letreros de sangre en las paredes también relataban “muerte a los cochinos”. Ahora, las autoridades estaban en una encrucijada.

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En el rancho Spahn, un lugar que había sido usado para filmar películas de vaqueros en el desierto de California, a finales de los 60 vivía un grupo de hippies veinteañeros (en su mayoría mujeres) que habían abandonado sus casas para vivir en el idilio de la libertad, las drogas y el sexo sin control.

Entre sus reflexiones sobre la vida y sus viajes con LSD se fueron convenciendo de que Charles Milles Manson, un pequeño hombre de 1,60 m de estatura, era su mesías, la reencarnación de dios y de satanás al mismo tiempo, y que ellos eran su “familia”. Pronto, la libertad y el hippismo parecieron convertirse en el apocalipsis.

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Jóvenes, ingenuos e influenciables creyeron en la profecía de Manson, un habilidoso para controlar las mentes: inspirado en un disco de los Beatles, el líder anunciaba la llegada de una guerra entre negros y blancos que terminaría en el exterminio. Según él, los negros ganarían, pero en su “incapacidad para gobernar” vendrían a buscarlo para que dirigiera el mundo. Por más descabellado que sonara, sus seguidores le creían ciegamente.

— Aldo Bugueño (@BuguenoAldo) August 4, 2019

El “mesías” decidió ir más allá al ver que pasaba el tiempo y la guerra no llegaba. Su función y la de su familia sería ahora acelerarla. Para esto, tenían que hacer unos asesinatos indiscriminados que “parecieran hechos por los negros” y así desatar la furia entre los dos bandos.

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Su primer blanco era el famoso productor musical, Terry Melcher, quien había ocupado la casa del 10050 de Cielo Drive antes de que Sharon Tate y su esposo, Roman Polanski, la arrendaran. Los encargados de cumplir la misión fueron Charles Watson, Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian, quienes al llegar y no encontrar a Melcher asesinaron a Tate y a todos los que la acompañaban esa noche. Dos días después, asesinaron a los LaBianca. En total, mataron a siete personas en dos días.

A los tres meses, varios miembros de la comunidad hippie fueron arrestados, pero ninguno por asesinato. En su historial estaba el robo de carros, daños de residencias y desórdenes. Sin embargo, en prisión, empezaron a revelar detalles que hicieron saber a las autoridades que tenían en sus manos a los asesinos de Hollywood. Susan Atkins les regaló la última certeza al confesarles a sus compañeras de celda que había sido ella quien había apuñalado 16 veces a Sharon Tate.

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Los asesinatos detuvieron la onda hippie en seco. Los miembros de la secta y su líder fueron condenados, en principio, a pena de muerte. Pero con un cambio en la legislación de California sus sentencias se tornaron a cadena perpetua. Pese al repudio y la conmoción internacional, los miembros de la familia Manson asistieron a su juicio sonriendo y con una esvástica grabada en la frente.

Cincuenta años después, las teorías sobre la masacre siguen siendo numerosas. El periodista Tom O’Neill dedicó veinte años de su vida a desmontar la versión de la CIA, el FBI y el departamento de Policía de los Ángeles en un libro que tituló Manson, la historia real, en el que pone en duda la versión oficial y plantea el debate de la complacencia de las autoridades en los asesinatos planeados por Manson, o incluso, de la colaboración del autor intelectual con los programas de la CIA que buscaban infiltrarse en grupos de hippies y del movimiento Black Panthers (un grupo de activistas por los derechos de los afroamericanos).

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Lo cierto es que Manson se llevó con él el secreto de la causa de los crímenes, y sus seguidores continúan en prisión. Avergonzados, arrepentidos, uno que otro convertido en pastor cristiano, siguen siendo considerados un peligro para la sociedad y les ha sido revocada reiteradas veces la opción de libertad condicional.

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