Asia: ¿al borde de la guerra?

La salida de Park Geun-hye por corrupción es el más reciente síntoma de una región tensionada. Japón, China, Malasia y Corea del Norte tienen roces en medio de la carrera armamentista.

redacción internacional
11 de marzo de 2017 - 03:21 a. m.
Asia: ¿al borde de la guerra?
Foto: AFP - JUNG YEON-JE

Aunque es de natural sonriente, la expresidenta Park Geun-hye vio con expresión pétrea cómo se le cerraban los caminos en los últimos seis meses. En el otoño pasado, dos medios de comunicación aseguraron que Choi Soon-sil, hija de un obispo célebre y mentora espiritual de la presidenta, tenía acceso irrestricto a papeles confidenciales del Gobierno que le permitieron, con el poder que entrega la sabiduría, extorsionar a familias y empresas boyantes del país para que donaran dineros a dos de sus fundaciones. El discurso de Park no cambió en absoluto en el momento en que la acusaron: dijo que había actuado “de manera ingenua”, pero negó con fiereza que le hubiera otorgado tanto poder a una persona que no tenía ningún cargo público.

La Asamblea Nacional la suspendió en diciembre y ayer la Corte Constitucional la destituyó. En su exilio de la presidencia, Park podría afrontar cargos criminales, puesto que perdió de manera automática la inmunidad presidencial, y tal vez años de cárcel. Los surcoreanos se preparan entonces para elegir a un nuevo presidente —el balotaje ocurriría a principios de mayo—, en medio de una economía estancada y con la sensación de que los altos círculos del poder políticos están emparentados con los gamonales de la economía —entre ellos Samsung, que habría donado US$70 millones a las fundaciones de Choi— para dominar la economía nacional y recibir, a su vez, beneficios legislativos.

Por lo tanto, el nuevo presidente —el liberal Moon Jae-in, que había perdido contra Park en las elecciones de 2013, es uno de los más opcionados— tendrá que encontrar la manera de otorgarle una nueva decencia a la política y unir a las fuerzas que se culpan unas a otras en este embate, pues el partido de Park, Saenuri, sigue dominando en el Legislativo. Pero Corea del Sur también está en un momento en que debe mirar hacia fuera: además del eterno conflicto con su vecino del norte, el resto de Asia ha criado numerosas tensiones en los últimos meses. Corea del Sur es, en ese sentido, una suerte de puente que podría recibir los beneficios de una buena diplomacia o el desastre de una guerra anunciada.

La primera tensión parte de un acto reciente. La semana pasada, Estados Unidos anunció que envió el armamento y el material necesario para desplegar un escudo antimisiles, llamado THAAD, en Corea del Sur. La idea es que, ante las constantes pruebas militares que lleva a cabo Corea del Norte en el mar de Japón y sus tentativas en la construcción de un arma nuclear efectiva, Corea del Sur tenga la capacidad de defenderse. El ejemplo más claro de cómo funciona un artificio de esta suerte es el escudo antimisiles que tiene Israel (financiado en su mayoría por Estados Unidos): se detecta la entrada de un misil al territorio nacional y se responde con otro que tiene la capacidad de destruirlo.

Sin embargo, a China no le parece pertinente una máquina de semejante calibre en su vecindario y por eso ha pedido que “se detenga el proceso de despliegue”. China arguye, con cierta razón, que el escudo no sólo protege a Corea del Sur, sino también los intereses de Estados Unidos con Japón y busca presionar ante los conflictos territoriales en el mar del Sur, donde China construye una serie de islas artificiales en territorio ajeno. Es el resultado de una política con inclinación militar, impulsada por el gobierno de Trump —que propuso aumentar el gasto en defensa—, hacia Corea del Norte, pero también pasa por un arma contra China. El gobierno estadounidense ha dicho que no la utilizará en contra del vecino.

La tensión ya ha sobrepasado la mera diplomacia: mientras las autoridades estadounidenses instalan el escudo —que estaría activo dentro de un mes, según autoridades militares de ambos países—, el gobierno surcoreano —presidido de manera temporal por el primer ministro, Hwang Kyo-ahn— ha asegurado que el gobierno chino puso en marcha algunas medidas como represalia. Según fuentes del Ejecutivo, China ha reducido los viajes de turismo de ciudadanos surcoreanos hacia su territorio y ha puesto taras a las empresas surcoreanas en su suelo. China, que tuvo una relación de equilibrio durante el gobierno de Park, no ha confirmado estos alegatos.

La segunda tensión incluye a Malasia. Tras el asesinato de Kim Jong-nam, hermanastro del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en un aeropuerto malasio, los gobiernos de ambos países están enfrentados por los responsables del homicidio. Según Malasia, dos mujeres que trabajaban como agentes encubiertas del gobierno de Corea del Norte lo envenenaron mientras él esperaba un vuelo; según Corea del Norte, nada de eso ocurrió y de hecho se niega a confirmar la identidad del fallecido. Por sus acusaciones, Corea del Norte reprendió a Malasia con una medida sencilla: retuvo a algunos ciudadanos malasios que estaban en su suelo (siete de ellos todavía siguen allí). Malasia denuncia un secuestro estatal y aseguró que vetará la entrada de norcoreanos a su territorio.

Estas dos tensiones ya suman cuatro actores: Malasia, Corea del Norte, Corea del Sur y China. Estados Unidos está en la mitad como una suerte de padrino. Además hay que contar las intenciones de Japón de renovar su material militar y balístico. Trump se ha referido poco a su estrategia de cara a China, pero las recientes visitas de sus representantes a Asia indican que quiere reforzar sus lazos con países como Japón (con cuyo primer ministro, Shinzo Abe, se reunió en sus primeros días como presidente) y Corea del Sur. Su estrategia hacia Corea del Norte, sin embargo, sigue siendo hasta ahora la misma de la presidencia de Barack Obama: una frialdad acompañada de sanciones. Un alto funcionario militar de Estados Unidos aseguró a la AFP: “Todas las opciones están sobre la mesa. Siempre lo estuvieron”. Incluso el gobierno Obama, según un funcionario de Defensa durante su período, contempló un escenario de guerra en la península.

El líder norcoreano parece tener la misma opinión. En un llamado a sus fuerzas armadas esta semana, Kim aseguró que “deben permanecer en gran alerta, tanto como se requiere en esta grave situación, en la cual una guerra real podría suceder en cualquier momento”. Sus ejercicios balísticos alteran la política surcoreana y a su vez a los estadounidenses, cuya política diplomática no ha dado hasta ahora ningún resultado y cuyos intentos de diálogo de los últimos años han terminado en un rotundo fracaso. Park se había decantado por una política dura hacia Corea del Norte, mientras sus predecesores prefirieron dar pasos suaves y muy medidos en sus relaciones con el vecino. Corea del Norte se ha convertido en el punto de fuga de los ciclones asiáticos.

Por redacción internacional

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