Duterte: camino a la dictadura

La senadora, quien ha llamado al presidente filipino “asesino en serie” por su guerra contra las drogas, es acusada de narcotraficante.

Juan sebastián Jiménez Herrera
24 de febrero de 2017 - 11:54 p. m.
Duterte: camino a la dictadura

No fueron sus opositores, fue el mismo presidente filipino, Rodrigo Duterte, el que dijo que iba a ser un “dictador” . Fue él quien se comparó con Adolfo Hitler. Fue él quien reconoció haber hecho parte de escuadrones de la muerte como alcalde de Davao. Todo eso lo ha dicho sin asomo de vergüenza: Totalitarismo sin ambages. Y aunque dicen que del dicho al hecho hay mucho trecho, en el caso de Duterte no.

El presidente filipino va firme en su camino a convertirse en dictador. Y, como buen candidato a dictador, ya tiene presa a su mayor opositora: la senadora Leila de Lima. La exministra, contraria a la guerra contra las drogas promovida por Duterte y en la que han muerto unas 6.500 personas, fue detenida ayer, después de que el Tribunal de Muntinlupa, una ciudad al sur de Manila, ordenara su detención.

Emerge entonces la paradoja: a De Lima, quien ha calificado a Duterte como un “sociópata” y un “asesino en serie” por su cuestionada política antidrogas, se le acusa de haber beneficiado narcotraficantes cuando fue secretaria de Justicia del expresidente Benigno Aquino. Ya Duterte había amenazado a De Lima con que la iba a “destruir públicamente” . Tal parece que va a cumplir con su promesa.

La captura de Leila de Lima ha generado rechazo tanto en Filipinas como alrededor del mundo. La vicepresidenta filipina, Leni Robredo, quien se opone a Duterte, dijo que esta detención es parte de un “acoso político”. Se trata, según Amnistía Internacional, de “una clara tentativa del gobierno filipino de acallar las críticas contra el presidente Duterte y desviar la atención de las graves violaciones de los derechos humanos en la guerra contra las drogas” de Duterte.

Se teme incluso por la vida de la senadora debido a que otros dirigentes acusados como narcotraficantes por el presidente Duterte han terminado muertos. Por ejemplo, el alcalde de Datu Saudi Ampatuan, Samsudin Dimaukom, y el exalcalde de Albuera, Rolando Espinosa. Ambos estaban incluidos en una lista negra difundida por Duterte al inicio de su guerra antidrogas; ambos murieron en (presuntos) enfrentamientos con las autoridades.

Dimaukom y Espinosa hacen parte de la lista de 2.555 personas que han muerto en operaciones antidrogas en menos de un año de iniciada la sangrienta campaña del presidente filipino. Otras 4.000 mil personas murieron en “extrañas circunstancias” . Que es un eufemismo para no decir que murieron a manos de escuadrones de la muerte aupados por Duterte. Una mezcla de paramilitarismo y ejecuciones extrajudiciales.

“La verdad terminará por salir a la luz llegado el momento. No lograrán impedir que luche por la verdad y la justicia, contra los asesinatos cotidianos y la opresión del régimen de Duterte”, dijo De Lima. “No tengo intención de huir ni de esconderme. Me enfrentaré a todos esos cargos”.

El pasado 20 de febrero, un expolicía, Arturo Lascañas, acusó a Duterte de haber pagado por ejecuciones extrajudiciales durante sus años como alcalde de Davao. “Todos los asesinatos que cometimos en la ciudad de Davao, no importa si los enterráramos o lanzáramos al mar, eran pagados por el alcalde Rody Duterte”, dijo Lascañas.

Por cada muerte, dijo Lascañas, el alcalde Duterte pagaba 20.000 pesos (400 dólares) y a veces 50.000 (995 dólares) o 100.000 (1.875 euros o 1.990 dólares). Este testimonio hizo que De Lima le pidiera al Consejo de Ministros que declarara a Duterte “no apto” para ejercer: “Ustedes pueden salvar a este país de un presidente criminal declarando que, debido a su mente criminal, es incapaz de cumplir con sus deberes como presidente” . Luego, De Lima fue detenida.

Duterte, en cambio, se mantiene impasible. Pese a que ha sido criticad por todo el mundo por su salvaje guerra contra las drogas, Duterte sigue adelante y a quienes se oponen o los insulta o los amenaza. No importa si es el presidente de los Estados Unidos o el papa.

El presidente filipino se ha mantenido firme en parte por el apoyo que ha recibido del gobierno chino en su guerra contra las drogas y en parte a que, pese a todo, sigue gozando de una alta popularidad entre quienes no ven con tan malos ojos que se violen derechos humanos si eso asegura que no haya personas “indeseables” en las calles. A fin de cuentas hay muchas personas a las que les gustan los dictadores.

 

Por Juan sebastián Jiménez Herrera

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