Los afectados, desesperadas, invitan a entrar a lo que quedó de sus casas. Eusebio Castillos muestra dónde lo agarró el terremoto y cómo no podía salir porque las puertas se quedaron trancadas. “Aquí, a mis hijos y a mí nos agarró, por lo menos estábamos juntos y justo esta parte de la casa no se vino abajo, es la más nueva”. Los vecinos comparten sus desgracias con el fin de ser escuchados.
En los entierros llenos de música y llantos se siente en los discursos la pérdida de personas admiradas, como el caso del doctor Germán Torres Ferra, de 38 años, que esperaba un hijo y se fue de su pueblo en su juventud para estudiar Medicina y regresó con el fin de “devolverle algo a Juchitán, pueblo que le había dado tanto”, narraba su padre.
Las calles de Juchitán siguen dominadas por los escombros, por gente llorando a sus muertos, por tiendas a medio abrir para evitar saqueos y un pueblo que espera la reconstrucción de sus vidas. Lo cierto es que los insumos que se han recogido en distintas partes del país todavía están muy lejos de llegar a Juchitán, esa reconstrucción no será tarea sencilla y el retorno de sus vidas diarias o algo que se asemeje a la normalidad todavía está muy lejos.
*México