La eterna historia de la república clasista venezolana

Desde sus inicios, el chavismo vendió la idea de que es un sistema que beneficia a los más pobres, mientras que las oligarquías y los enemigos del régimen pretenden perpetuar un golpe de Estado que nunca sucede.

Alberto Montenegro
03 de mayo de 2017 - 03:18 a. m.
Las recientes protestas en Venezuela ya completan un mes.  / AFP
Las recientes protestas en Venezuela ya completan un mes. / AFP
Foto: AFP - JUAN BARRETO

Escribir, en lo personal, es una tarea compleja porque solo lo he hecho sobre las melodías y ritmos de las canciones del proyecto musical al cual le he dedicado mi vida, pero además me parece interesante porque he vivido este falso socialismo desde que tengo uso de razón, por lo que he sido testigo de la transformación social que llevó a Venezuela a lo que es  hoy.

Poder describir correctamente lo que pasa en mi país requiere de un análisis de los protagonistas mediáticos y políticos de estos últimos años, de nuestra idiosincrasia y de los capítulos más determinantes de nuestra historia reciente. 

No quiero redundar en el spam informativo que se exporta desde Venezuela, en donde claramente se refleja el descontento popular y la fuerte represión del gobierno hacia sus ciudadanos; me permito adentrarme en lo que considero el peor de nuestros problemas actuales: el grave clasismo. 

Un país que excluye a alguno de sus sectores socioeconómicos está condenado al fracaso y como es costumbre en el comunismo, se señala al rico como el enemigo de la población y se le culpa de los fracasos nacionales. Es la manera como se ha logrado promover y sembrar dentro del imaginario colectivo el trasnochado pensamiento de que las oligarquías y los enemigos del régimen pretenden perpetuar un golpe de Estado que nunca sucede, invasiones imperiales que no existen, enemigos al azar, en fin, todo el libreto comunista que el Gobierno ha sabido ejecutar con una precisión preocupante.

Desde sus inicios, el chavismo vendió la idea de que es un sistema que beneficia a los más pobres, de hecho, sus mediocres logros sociales —pudieran hacerse de mejor manera y sin tanta corrupción— han beneficiado de forma cortoplacista a muchos ciudadanos de bajos recursos, a pesar de la cantidad de dinero (por el petróleo) que ha recibido Venezuela durante su gestión. Estos proyectos se quedaron pequeños e insuficientes, sobre todo si analizamos la grave situación económica, la inseguridad que se vive en las ciudades, la escasez de alimentos y medicinas, la preocupante deuda que estamos heredando, y en fin, todas las consecuencias de la constante improvisación que viene desde los 80 en Venezuela. De hecho gracias a esa misma improvisación llegó Chávez al poder.

Lo más preocupante de la herencia que nos dejó Hugo Chávez fue separar al país incentivando el clasismo como discurso político. “Todo el que me desafíe es un oligarca traidor de la patria. No existe revolución sin pobreza”, afirmaba. Tan solo basta buscar los videos de su primera campaña presidencial, en 1998, para saber que el discurso mesiánico de Chávez fue un engaño para gran parte de la población que confió en él. Tan solo con analizar las tendencias o contenidos virales relacionadas con las protestas políticas en Venezuela, en las redes sociales, se puede evidenciar con claridad los retrasos y prejuicios sociales que hoy nublan la mente de millones de venezolanos desesperados por vivir en condiciones estables pero incapaces de reconocerse y aceptarse entre ellos.

Tras cuatro años del fallecimiento de Chávez y de estar en manos de Nicolás Maduro, la crisis social es un hecho. La tergiversación de valores es un cáncer que va a requerir de un tratamiento intenso de recuperación que tomará años sanar.

Este “socialismo” vive del conflicto político para excusar sus fracasos e injusticias, logrando así perpetuarse en el poder a como dé lugar. Me atrevo a decir que hoy la delincuencia es de lo que se rodearon estos mal llamados políticos para diseñar esta nueva dictadura del siglo XXI con bases constitucionales, que es una realidad que muchos sectores, incluso de oposición, no logran asimilar. 

El conflicto politiquero que existe desde 1998 y del que hemos sido víctimas los venezolanos, nos ha llevado a tomar decisiones desacertadas que nos dejan una frustración preocupante y provocan un verdadero rechazo por la politiquería, el populismo y sus consecuencias. Por su parte, la oposición nunca encontró un liderazgo equiparable al de Hugo Chávez, ni como políticos, comunicadores de nuevas ideas o movimiento, perdiendo casi todas las batallas directas e indirectas.

Hoy Venezuela sufre de un régimen que perdió el apoyo por sus mentiras, logros cortoplacistas, malas decisiones económicas y sociales, y que además pretende apoderarse todos los poderes de manera autoritaria. De acuerdo con las encuestas, el 70% de la población quiere elecciones y un cambio. A mí me gustaría pensar que nos estamos dando cuenta que para construir un país necesitamos todas las clases socioeconómicas para desarrollarnos como nación. 

Por ahora, no parece existir un dirigente político con la suficiente popularidad e influencia para dirigir un movimiento de impacto que nos saque de la crisis, pero lo que sí se puede notar en la calle es el gran descontento, hambre, violencia y la necesidad de un cambio de rumbo en las riendas de Venezuela. 

Ojalá los líderes de la oposición entiendan que no pueden seguir reaccionando como lo vienen haciendo desde hace 18 años (seguirán fracasando), ojalá entiendan que no son influyentes para las mayorías, porque no se parecen ni son como las mayorías. Requieren nuevas ideas auténticas que sobrepasen los prejuicios clasistas hablando desde la razón y la lógica, deben trabajar unidos y con mucha humildad. Ojalá por fin entiendan que la lucha es contra una dictadura disfrazada y, por ende, que la estrategia política esté basada, planificada y pensada para luchar en contra del crimen que hoy acecha a mi querida nación.

Músico venezolano.

Por Alberto Montenegro

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