Rescatadas del olvido

Las mujeres tuvieron un papel determinante en la Reforma y en estos tiempos son protagonistas de ese legado, que las requiere para su refrendación.

Claudette Biese Ulrich*
31 de agosto de 2017 - 03:42 a. m.
Las mujeres siempre estuvieron acompañando a Lutero en la difusión de sus ideas reformistas.  / Getty Images
Las mujeres siempre estuvieron acompañando a Lutero en la difusión de sus ideas reformistas. / Getty Images

Para escribir una historia se necesitan fuentes, documentos o vestigios. Una dificultad cuando se trata de historias de mujeres, porque su presencia es frecuentemente apagada, sus vestigios deshechos, sus archivos destruidos. Existe un déficit, una falta de huellas. Y en la mayoría de lenguas, la gramática también contribuye, pues en la mezcla de géneros, se suele usar el masculino plural “ellos”, escondiéndolas a “ellas”. (Puede ver nuestro especial de los 500 años de la Reforma protestante aquí)

Fue en el movimiento feminista de los años 60 y 70 cuando nació el interés por investigar historias de las mujeres y su cotidianidad. De esa forma, comenzó también un proceso de recuperación de las mujeres en la Reforma. Aunque los registros y fuentes son pocas, es necesario recordar que hubo mujeres escritoras, compositoras, teólogas o regentes que dejaron formalizadas sus formas de entender el momento histórico que vivieron.

La Reforma fue un movimiento de masas donde hombres y mujeres participaron. Los debates sobre las nuevas enseñanzas no sólo se dieron en círculos académicos, sino en familias, ciudades, aldeas, cortes de los príncipes, escuelas, mercados, conventos, púlpitos o conversaciones de mesa. Las mujeres animaron esos escenarios y asumieron una forma de ser y de actuar de acuerdo con los nuevos principios evangélicos.

El ideal exegético de Martín Lutero tornó proverbial la necesidad de un intérprete científico de la Biblia: "pregúntale a mamá en casa, a los niños en la calle, al pueblo en la feria”. La educación, según el reformador que apunta al buen gobierno de la casa (mujeres) y del gobierno del Estado (hombres). Sin embargo, cuando Lutero dice que a la mujer pertenece a la administración de la casa, el concepto “casa” no es el mismo de nuestros días.

La casa significó administrar los bienes de la familia. La cocina, los empleados, la huerta, la tierra, la cervecería, el cuidado del ganado, las abejas o los peces. Significó que la mujer tenía un lugar importante en el mundo económico. Su propia esposa, Katharina Von Bora, fue una de las primeras administradoras. Era economista. No solo de los bienes de la familia sino de las publicaciones con editoriales e imprentas.

Katharina Von Bora, Idelette de Bura Calvino, Wibrandis Rosenblatt, Ana Zwínglio y muchas otras mujeres de la Reforma dieron nuevas perspectivas sociales a partir de su matrimonio con pastores. En tal sentido, la maternidad fue entendida como una vocación y no como una categoría de segunda clase. Además se dio inicio a una visión sobre la sexualidad que en el matrimonio fue vista como buena.

También se puede percibir, a través de las cartas de Calvino, que el propósito del matrimonio se tornó compañía en la fe. Las mujeres reformadoras entendieron que debían ser compañeras de sus maridos en el servicio a Dios y a las personas. La Reforma rompió con la idea de que el celibato y el convento eran el mejor lugar para servir a Dios. El matrimonio y la vida familiar comenzaron a ser entendidos como lugares sagrados.

La santidad se desplazó de la vida en el convento a la vida matrimonial y familiar. Surgió una nueva institución: la casa pastoral. En el período de la Reforma fue también un pensionado para estudiantes, escuela doméstica, espacio para acoger refugiados, lugar donde se encontraban estudiantes y personalidades a discutir y estudiar ideas reformadoras. Allí se educaron las mujeres y desde allí promulgaron el nuevo conocimiento.

Muchas vinieron de familias reales y conventos. La princesa Elizabeth de Brandenburg, que huyó de su marido para vivir la fe. Incluso, cuando fue docente, estuvo hospedada en casa de Katharina. A su vez, Argula Von Grumbach que adhirió a la Reforma, la promulgó y la defendió en público. Katharina Schutz Zell que fue diaconisa, actuó en el acogimiento hospitalario de refugiados que llegaban a Estrasburgo y fue considerada la primera predicadora del movimiento.

En el presente, esa lucha de las mujeres herederas de la Reforma continúa. La violencia doméstica, los feminicidios, las violaciones están presentes en la vida cotidiana y en toda la sociedad. Igualmente la lucha por un salario igual y justo por igual trabajo hace parte de la cotidianidad de la mayoría de las mujeres. La prostitución y sus redes que contradicen la visión triunfante de la sexualidad liberada es otro escenario crítico.

Es necesario también luchar contra el tráfico humano, que en este tiempo dan nuevas caras a la esclavitud y el desprecio por la vida humana. Por eso, ser mujeres herederas del movimiento de la Reforma significa estar en constante movimiento, teniendo como base la libertad que se muestra en el amor solidario e inclusivo y también en el compromiso con la vida en abundancia para todas las personas y para toda la creación.

En conclusión, la Reforma del siglo XVI es un proceso inacabado. Sus ideas todavía necesitan ser traducidas en la práctica de la vida cotidiana, ya sea en las comunidades religiosas como en toda la sociedad, para que las mujeres y los grupos minoritarios puedan ser incorporados plenamente en una comunidad justa, donde la igualdad pueda reinar y con la certeza de que, a partir del bautismo, somos todos sacerdotes y sacerdotisas y en Cristo somos un solo cuerpo.

*Coordinadora de estudios en la Academia de Misión de la Universidad de Hamburgo, Alemania.

*Trabajo conjunto con El Medio Comunica

Por Claudette Biese Ulrich*

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