Todas las estupideces en el debate de las armas de EE. UU.

Los miles de jóvenes que votarán por primera vez en las legislativas de 2018 podrían ser la clave para poner fin a las masacres en colegios de EE. UU.

Juan Carlos Rincón Escalante
29 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.
Emma González se convirtió en uno de los emblemas de la Marcha por Nuestras Vidas. / EFE
Emma González se convirtió en uno de los emblemas de la Marcha por Nuestras Vidas. / EFE
Foto: EFE - JIM LO SCALZO

La derecha proarmas estadounidense está en pánico y por eso anda vomitando una cantidad abrumadora de estupideces. Viendo cómo el peso de la movilización estudiantil amenaza con, por fin, modificar el debate sobre el control de armamento en ese país en favor del sentido común, el espectáculo de quienes defienden la segunda enmienda sería gracioso si no fuese tan ofensivo. Veamos.

Todo empezó el pasado 14 de febrero, cuando un pelado de 19 añitos entró a una escuela secundaria, armado con un rifle semiautomático AR-15 y abrió fuego contra los estudiantes. Mató a 17 personas y dejó a otras 17 heridas, hasta que la policía pudo detenerlo.

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Lo curioso es que eso no es lo que causó la revolución.

De hecho, en Estados Unidos es muy normal: sólo en lo que va del 2018, se han presentado 28 tiroteos en espacios escolares. Esto, fomentado por la abundancia de armas. En total, según The Guardian, se estima que los estadounidenses tienen 265 millones de armas, un promedio de más de un arma por cada adulto que vive en ese país.

Pero, así como se han acostumbrado a ir armados, también normalizaron la reacción ante lo que no tiene nombre. Cada vez que hay una masacre, el proceso es similar: la gente llora, los políticos de la izquierda exigen medidas que controlen las armas, la derecha responde que el problema no son las armas, la NRA, lobby proarmas, secuestra el debate comprando congresistas y enviando a sus representantes a todos los programas de televisión, y al final no pasa nada y la segunda enmienda, que permite a todos los estadounidenses portar armas para resistir a la tiranía, sigue vigente sin ningún tipo de atenuante. Ni siquiera Barack Obama, quien lloró en televisión, cuando todavía era presidente, después de un tiroteo, logró hacer algo.

Pero esta vez, algo cambió: los niños del colegio donde fue el tiroteo se convirtieron en actores políticos. No sólo eso, han adquirido tal elocuencia que alrededor de ellos convocaron una “marcha por nuestras vidas” que llevó a las calles a más de un millón de personas. Esto, en medio de un contexto en el que el Partido Republicano está perdiendo elecciones por culpa del factor Donald Trump, da la esperanza de que tal vez sí ocurra algo.

Aquí es donde entran los estúpidos.

Rick Santorum, exsenador del Partido Republicano, dijo en CNN que los niños que están marchando, “en vez de sentarse a esperar que otros resuelvan sus problemas”, deberían tomar clases de resucitación cardio-pulmonar. ¿Sus problemas?

Sigamos. El superintendente del Distrito Escolar Blue Mountain, David Helsel, dijo que “le dimos a cada salón de clases un balde lleno de piedras. Así, si un intruso armado intenta entrar, lo recibirán estudiantes que podrán apedrearlo”.

El anfitrión de un programa de televisión auspiciado por la NRA, Colion Noir, dijo que “nadie sabría los nombres” de los adolescentes que sobrevivieron a la matanza “si sus compañeros de clase siguieran vivos”. Sí, Noir. Ese es el punto. Brillante.

Ante la propuesta de Donald Trump de que la solución para evitar los tiroteos es armar a los profesores (¡más gasolina para el fuego, cómo no se nos ocurrió antes!), un parlamentario de Alabama se lleva el premio a la misoginia. No es una buena idea, dijo, porque necesitamos proteger a “nuestras damas”. Según su lógica, como la mayoría de los maestros son mujeres, “algunas de ellas no quieren recibir entrenamiento en armas”. Por eso, hay que protegerlas… no dándoles armas.

Por supuesto, el presidente de Estados Unidos no pasa invicto. Tan pronto ocurrió la tragedia de Parkland, Trump dijo que su país debe “enfrentar el difícil tema de la salud mental”. Esa es la solución más fácil y cruel: decir que el problema son las enfermedades mentales. Pero además de mezquino, es falso. Primero, porque, como dijeron muchas organizaciones expertas, la enfermedad mental no es sinónimo de violencia. Segundo, porque en todos los demás países del mundo hay personas que padecen enfermedades; el único con tantas masacres es Estados Unidos. Tal vez el problema no es la cabeza, Donald.

Después, Trump se centró en los videojuegos. La Casa Blanca publicó un video con fragmentos de videojuegos muy violentos e insinuó que el verdadero problema es que los niños y adolescentes están expuestos a tanta brutalidad. Este es otro hombre de paja. Tres respuestas breves: las investigaciones han encontrado que los videojuegos no llevan a la violencia; un estudio particular encontró que el 80 % de los perpetradores de las masacres en Estados Unidos no mostraron ningún interés en los videojuegos y, similar a lo que ocurre con la salud mental, ¿por qué en el resto del mundo disfrutamos los mismos juegos y no salimos a matar gente? ¿Será que tal vez el problema no es ese tampoco, Donald?

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La propaganda de la NRA, carente de argumentos, ha decidido apelar al miedo. La revista Fortune reveló esta semana que el grupo aumentó sustancialmente su compra de anuncios en redes sociales y Youtube. ¿El mensaje? ¡Nos van a quitar nuestras armas!

Pero eso no es cierto. La mayoría de los estadounidenses, sin importar su afiliación política, están de acuerdo en que es necesario fortalecer el control de armas. No erradicar la segunda enmienda (aunque hay quienes lo sugieren, argumentando que cuando se expidió no se tenían en mente las armas modernas, pero esa es otra discusión), sino, por lo menos, evitar que alguien pueda entrar a una tienda y comprar un arma letal en minutos. ¡Minutos! En otros países decentes eso tarda entre un mes y un año. Por aquello de que queremos estar seguros de que las estemos vendiendo a personas responsables.

Todo ese ruido, afortunadamente, parece estar cayendo en oídos sordos. En la Marcha por Nuestras Vidas, los adolescentes de Parkland registraron a jóvenes, con 18 años recién cumplidos, para que votaran por primera vez. Su intención es clara: derrotar electoralmente a los adultos que llevan demasiados años sacando excusas vacías para no hacer nada con el problema de las armas.

En esa misma marcha, Emma González, una de las sobrevivientes de Parkland con más visibilidad, aprovechó su audiencia de más de medio millón de personas en Washington para dar un discurso. Se subió al podio y, después, estuvo en silencio seis minutos y 20 segundos. El tiempo que duró la masacre que se llevó a sus compañeros de colegio. Por su rostro caían lágrimas; toda la multitud la acompañó en el luto. Por eso la derecha proarmas está aterrorizada: su estupidez no puede competirle a la elegancia de una causa justa, ni combatir la amenaza de unos jóvenes comprometidos con solucionar sus problemas en las urnas.

@jkrincon

Por Juan Carlos Rincón Escalante

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