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Desde antes de su posesión como presidente de los Estados Unidos, se sabía que Donald Trump iba a apoyar a Israel en sus intenciones. Eso se hizo realidad hoy cuando -tras una rueda de prensa conjunta con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu- Trump se mostró dubitativo respecto a la posibilidad de que se cree un Estado israelí y uno palestino como solución al conflicto en esa región, una propuesta que ha sido avalada por varios de sus antecesores y por varios actores internacionales, incluyendo la ONU.
El presidente estadounidense sostuvo que por "mucho tiempo pensé que la solución de dos Estados era la más fácil. Pero, honestamente, si Israel y los palestinos están felices, yo estoy feliz con lo que ellos prefieran". Una declaración capciosa si se tiene en cuenta que el único en contra de la solución de los dos Estados es Israel. De hecho, hoy mismo, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, salió en defensa de esa opción: "No hay solución para la causa palestina si no es estableciendo los dos estados: palestino e israelí".
Pero Trump no se limitó a dejar en suspenso el posible apoyo de Estados Unidos a una solución como esta para el conflicto entre Palestina e Israel. De la misma forma, defendió a Israel ante los supuestos atropellos en su contra por parte de la ONU y, aunque criticó tibiamente a Netanyahu por la construcción de nuevos asentamientos en territorios palestinos, dijo que los palestinos tienen que "deshacerse un poco del odio que enseñan desde tierna edad. Ellos enseñan mucho odio. Es algo que yo he visto".
A los israelíes, por su parte, les dijo que quisiera ver "de parte de ustedes más contención con los asentamientos. Vamos a buscar alguna salida, porque me gustaría que lleguemos a un acuerdo". Y señaló que "los israelíes van a tener que mostrar alguna flexibilidad, lo que no es fácil. Tendrán que mostrar que realmente quieren un acuerdo de paz". Ambos mandatarios, a su vez, se mostraron de acuerdo en sus críticas al acuerdo nuclear al que llegaron Estados Unidos e Irán durante el gobierno de Barack Obama. Mejor dicho: un panorama de ensueño para Israel.
Falta que el gobierno de Donald Trump pase de las palabras a los hechos y que, por ejemplo, traslade la Embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalem, como lo prometió en campaña, lo que sería una afrenta a los palestinos en cuanto a que le daría a esa ciudad el estatus de capital de ese país, desconociendo su condición de ciudad dividida. Un paso en falso por parte del gobierno estadounidense, podría envalentonar a Israel y generar un nuevo conflicto en esa región.