Venezolanos en Colombia le escriben duras cartas a Maduro

Cada vez son más los venezolanos que llegan a Colombia, huyendo de la crisis económica y social. A ellos los invitamos a enviarle un mensaje a Nicolás Maduro, para contarle una realidad que, hasta ahora, se niega a ver. Esto es lo que pasa en su país, señor presidente.

redacción internacional
07 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en el poder desde 2013.  / AFP
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en el poder desde 2013. / AFP
Foto: AFP - FABRICE COFFRINI

Los venezolanos llevan un mes protestando en la calle. Se estima que 36 personas han fallecido durante las manifestaciones, que tienen lugar en una Venezuela desabastecida, pobre e insegura. En ese estado de las cosas, emigrar parece la única salida. En los últimos años, dos millones de venezolanos han dejado el país y, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Colombia es el principal destino para ellos. Aunque seguido por Estados Unidos y España, Colombia es, de lejos, el anfitrión del éxodo venezolano. Por eso buscamos a algunos de los venezolanos residentes en Colombia para que le escribieran a su presidente y le explicaran por qué se fueron. Presidente Maduro: le escribieron a mano, como en los viejos tiempos. Estas son sus palabras.

¡Ya basta!

“Soy comunicadora social y vivo en Bucaramanga desde hace tres años. De manera natural, me acerqué a Colombia cuando me fui a estudiar a San Cristóbal en la Universidad de Los Andes, a principios de los noventa, y vivía cautivada por la dinámica de la frontera, una realidad poco comprendida por los que toman decisiones desde las capitales. En aquellos tiempos formé parte de un grupo de investigación y entrevistábamos a colombianos indocumentados en el estado Táchira, revisábamos sus condiciones de vida y proponíamos la inclusión. Nunca imaginé que dos décadas más tarde estaría sacando la cuenta de los venezolanos que llegan a la ciudad a tientas, huyendo de nuestra propia historia.

Antes de venir a Bucaramanga viví en Mérida. En esa ciudad nació mi hijo y fue durante décadas un territorio de iniciativas creativas, en el que promovimos proyectos de vinculación entre la universidad y la ciudad, construimos sueños nacionales y fuimos referencia por un tiempo. Actualmente trabajo en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, formando nuevas generaciones de comunicadores sociales. Mi territorio de reflexión se amplió y ahora me siento en permanente preocupación por la democracia en América Latina; se nos ha hecho difícil mantenerla y sus instituciones siguen siendo débiles.

Debemos seguir corroborando la lección: que los militares deben alejarse del poder político y que la desigualdad e injusticia deben combatirse para consolidar la democracia. El día que Chávez capitalizó el descontento y empezó a hablar de “ellos y nosotros” inauguró la etiqueta que hoy le ponemos a los muertos en Venezuela. Maduro es una víctima de esa fábrica heredada de ilusiones, sin futuro, entrampado entre militares, sacudiendo con terquedad sus propias verdades. Me sumo a los millones que le dicen: ¡Ya basta!”.

Ysabel Cristina Briceño

Depresión, impotencia y hastío

“Soy licenciada en física, de 26 años de edad, estudiante de maestría en física de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Cualquier venezolano diría que soy una “chama” con mucha suerte, no porque esté haciendo algo que me apasione, no por estar desarrollando mi vida profesional, sino por el hecho de estar fuera del país gozando de buena alimentación y seguridad. Es triste conocer gente que está abandonando sus estudios sólo para irse del país.

Cabe resaltar que en Venezuela la educación universitaria es gratuita y de muy buena calidad. Entonces los chamos se han ido “a trabajar en lo que sea” no porque puedan pagar una matrícula sino por la garantía de tener calidad de vida.

Al graduarme, apliqué a varias becas internacionales, pues las que me ofrecían en Venezuela no alcanzaban para nada. Un día conseguí trabajo como docente de física en un colegio religioso. El sueldo era ridículo: mi familia gastaba menos dinero manteniéndome en casa que si estuviera trabajando. Me sentía tan inútil como hacer las filas para comprar los alimentos básicos. Mi trabajo se basaba en pasar más de seis horas en un supermercado, todos los miércoles y sábados para llevar algo a casa.

La depresión, la impotencia y el hastío me llevaron a renunciar después de unos meses. A pesar de las dificultades socioeconómicas, llegué a Bucaramanga en julio de 2016. Me acogió una familia de venezolanos ya establecidos allí. Sin su ayuda no lo hubiera logrado. Gracias a mis esfuerzos obtuve una beca en la UIS, suficiente para vivir tranquila y pagar la matrícula, algo que no encontraría en Venezuela.

Es innegable la solidaridad que he recibido de los lugareños, pero todos los días despierto añorando ese no sé qué de mi país, algo que no encontraría en Colombia”.

Adriana Vásquez.

Enfermo de poder

“¡Qué qué te diría Maduro! Soy una madre venezolana que llegó a Colombia. Y qué te puedo decir Maduro, que te quedó grande ser presidente... y que te enfermaste de poder. Tanto que no te permite ver el desastre que has provocado.

Yo tengo para donde ir y, gracias a ti y a tu antecesor, mucha familia está dispersa por el mundo. Quizás tú no puedas decir lo mismo porque existe algo que no puedes controlar, aquella justicia divina que llegará tarde o temprano. Y no encontrarás adonde ir, ni en donde esconderte, pues siempre te perseguirá el luto y el odio de a quienes les cambiaste la vida.

El éxodo de mi familia te lo debo a ti y al régimen que tanto defiendes. En Venezuela sólo habita mi corazón que se niega a olvidarse de esa bella tierra que pronto rescataremos y en ese momento ¿a dónde irás?

Venezuela es más grande que tu ignorancia y tu odio.

Perderás lo más preciado que puede tener alguien: la libertad y la paz. Viva Venezuela y su valiosa gente valiente”.

Linda Benzaquén

Todavía hay una esperanza

“Nací en un país que hoy sufre un gran dolor. Un país desgarrado, donde la muerte se ha hecho demasiado cotidiana. La muerte que produce la delincuencia; la muerte por la escasez de medicamentos y las condiciones de salud; la muerte despiadada de sus muchachos que dan la vida en una lucha desigual contra una represión feroz, por tener la osadía de soñar un país decente, donde el presidente no baile mientras su población es bombardeada y donde no haya torturados en cárceles tenebrosas con nombres tenebrosos, como La Tumba.

Lo demás es anecdótico. Físico, físico teórico por más señas. Músico, músico popular por más señas, con la bandola y el ají dulce como gentilicio. Pagador de impuestos y militante apasionado de las aulas en la Universidad de Los Andes, la de Mérida, por más de cuarenta años. Maestría (IVIC), doctorado (UCV), publicaciones especializadas, conferencias, dirección de tesis y demás rutinas de la vida académica.

Con la edad suficiente para haber sido testigo y pionero del surgimiento de instituciones científicas y universitarias de excelencia y haber mirado con asombro su disolución en apenas una década donde la corrupción se llevó 300.000 millones de dólares, de acuerdo con cifras dadas por funcionarios del propio gobierno. Hoy Colombia es un asilo y un exilio. Casi tres años trabajando en tu pasión, en las condiciones que tu propio país no te brinda es un privilegio y una tristeza. La conjunción de enseñar física, divulgar ciencia y ayudar a las querencias del lado herido de la frontera es una fortuna que sabemos agradecer. La nostalgia es el precio a pagar: el milagro tiene el derecho a imponer condiciones.

Nací en un país hoy pisoteado por la ignorancia, el autoritarismo, la rapiña y el odio; pero sé que el país es también una esperanza. ¿Apostamos?”.

Héctor Rago

Me duele Venezuela

“Me duele la distancia, me duele mi familia, mis amigos; me duele sentirme impotente de ver desmoronarse el país donde crecí. Llevo días así, meses así. Soy físico, docente-investigador de la Universidad Industrial de Santander. Luego de 30 años en Mérida, en la Universidad de los Andes, me convencí que cualquier proyecto académico era inviable en esa ‘nueva’ Venezuela que desprecia la intelectualidad. Para ese entonces llevaba 10 años en una fructífera colaboración entre esas dos universidades al occidente y oriente de cada país; borrando una frontera impuesta y artificial; compartiendo ideas y proyectos con colegas, que se convirtieron en entrañables amigos. Uno de ellos me insistió para venir a Colombia y seguir construyendo sueños de este lado de la raya. Me costó pero así lo hice.

Terminé mis compromisos con la ULA, le dejé el apartamento a mis hijos, llené una maleta con libros, alguna ropa y crucé.

Hoy la situación de mi país me angustia y desespera. Desde aquí ayudamos con medicinas, alimentos y dinero a paliar un poco la tragedia de decenas de amigos y familiares. Apoyamos estudiantes y colegas para que puedan soñar con alguito de futuro.

Hoy la tristeza y el orgullo desbordan mi corazón. Tristeza por los asesinados, los heridos, los saqueados. Orgullo por la valentía de un bravo pueblo decidido a restituir la paz, la tolerancia y el derecho a vivir normalmente. A esa juventud en las calles le pido paciencia e inteligencia, porque saldremos adelante, pero no será fácil. Estos gobernantes son unos forajidos aferrados a un poder que los lucra con los más turbios negocios. Dejar el poder les significará verse obligados a responder por un prontuario de delitos y pagar por ellos. No será fácil pero amaneceremos en ese futuro ineludible”.

Luis A. Núñez

Libertad para pensar

Soy un venezolano, que por razones de vida, desde hace 9 años desempeño mi profesión como profesor de violín de los programas de pregrado y maestría de música de la Universidad Eafit, en la ciudad de Medellín. Llevando en mi alma mi procedencia, considerando todo el trayecto de mi vida, donde la música ha sido la fuente de mi desarrollo y el de mi familia y, a pesar de todas las dificultades económicas que he podido tener, pude ver y escuchar desde niño, en nuestros teatros de Caracas, a grupos y artistas como Les Luthier, Henryk Szeryng, Ruggiero Ricci, Jean P. Pombo (entre otros grandes), sin tener la exclusión vital al derecho de escoger, sentir, estimular y percibir.

El derecho a pensar, la libertad de pensar es la herramienta natural de todos los seres humanos. Sin eso es imposible plantearse cuál acción está al servicio del colectivo. El pensamiento, como fuente esencial para el desarrollo intelectual, necesita libertad; sin ella no se puede desarrollar lo que llamaban los griegos “buen vivir”. Si no hay desarrollo individual, no puede haber un sano desarrollo colectivo y, si no hay esto, no hay calidad de vida para una sociedad.

Hoy, un sector de nuestro país lanza perdigones y balas por no comprender que la libertad está en pensar. Pensar con esperanza amorosa que debemos remendar el camino de errores caóticos que nos han llevado al gobierno actual.

Ahora bien, cómo convencer a la población simpatizante del Gobierno venezolano y hacerle ver que no está en lo correcto; cambiar en sus mentes que el puño y las armas no son el camino y, aún más, derramar sangre de la familia venezolana es una tarea vital de la oposición. Como venezolano sensible y doliente de mi país, expreso una pequeña parte de mi visión: el bien como propósito central de toda acción humana no debe tener identidad, no tiene un color, una tendencia gremial ni grupal ni partidista.

Es lamentable que el poder de un sector político, por proteger sus intereses, divida a un país, seduciendo a un sector del pueblo a retroceder de esa manera. Venezuela se autodestruye por el satánico poder de la economía y el poder de convertir al país en la bodega o tienda familiar de algunos miembros del Gobierno.

William Augusto Naranjo

Borracho de poder

Afirmar que salí de mi país por cuestiones políticas sería mentirme a mí mismo y a los que me leen. Entiendo que estamos pasando por un proceso histórico acorde con la edad de nuestra nación, que va a requerir de grandes esfuerzos sociales e individuales. Ejercer mi profesión desde Venezuela se ha vuelto tarea imposible en una industria musical destruida por el sistema actual,  como casi todos los sectores económicos que deben hacer milagros para sobrevivir.

Como consecuencia de esto, mi trabajo en la música me coloca físicamente y circunstancialmente en increíbles ciudades, pero mentalmente, en espíritu y energía mis esfuerzos están en la donde nací.

Escribirle a Nicolás Maduro creo que sería inútil, ya que estaría tratando de conversar ideas con un borracho y en este caso no es alcohol el causante sino El Poder. Así que creo que el esfuerzo lo dirigiría hacía todo el gobierno sobretodo a las personas que hoy dentro de ese grupo puedan tener cierto sentido de lógica u objetividad —confío en que todavía queden algunos—. Es simple, tienen la oportunidad de salir con la frente en alto de un conflicto y de un país que les quedó grande, muy grande.

Lamentablemente no supieron manejar distintos aspectos importantes para desarrollar un país y esto los seguirá hundiendo en futuros conflictos o en la miseria de los que dicen liderar. Es por esto que les exigimos que salgan por las buenas, porque la generación que está empezando esta lucha solo conoce sus mediocres argumentos y políticas, ese cuentico de la cuarta república no nos afecta porque no la vivimos, no nos sentimos identificados y estamos convencidos de que nuestro país puede ser dirigido por personas más capacitadas que ustedes que sepan analizar este presente para construir un futuro digno y mucho más próspero que lo que tenemos y teníamos antes que ustedes llegaran al poder.

Estamos listos para la 6ta República. No se equivoquen porque “todo tiene su final y nada dura para siempre...” (Hector Lavoe) Sobretodo porque en este juego violento que pretenden emprender nuestra lucha es genuina y viene desde el hambre, lo de ustedes es un esfuerzo mal pagado que pierde credibilidad diariamente.

Alberto Montenegro

Un aprendizaje

Fue a través de los caminos verdes que mis abuelos cruzaron la frontera desde Colombia hacia Venezuela. Junto a ellos, mi madre y otros 7 hijos buscaban salir de la extrema pobreza que en su propio país no podían superar.

Hoy, más de cincuenta años después fue a mi quien le tocó salir de Venezuela en la búsqueda de un futuro mejor. No tuve que caminar por la enmontada frontera, como mis abuelos, ya que su acto de valentía me dio la oportunidad de venir a Colombia no como extranjera (migratoriamente hablando) sino como una descendiente más que vuelve a comenzar su proyecto de vida en la tierra de sus ancestros, aunque confieso que jamás imaginé que lo tendría que hacer.

Ahora recién empiezo a conocer mis otras raíces en este país, ya que desde hace tan solo cinco meses la ciudad bonita de Colombia es mi hogar. Aquí me desempeño como investigadora de una universidad. Atrás dejé mi trabajo como docente universitaria, además de mis 17 años de ejercicio como empleada pública.

En Venezuela se volvió insensato convivir entre la anarquía, la inseguridad, la pobreza y el desconsuelo por la situación en la cual nos ha dejado un gobierno incapaz y corrupto.

Estoy convencida de que los difíciles momentos que vive Venezuela serán el más grande aprendizaje para nosotros como sociedad, así que a los opositores del gobierno les digo: sabemos que nuestra causa es justa por favor no desmayen en la búsqueda de la justicia para nuestro pueblo. Este es el tiempo de retomar las riendas de la Venezuela próspera y noble en la que crecimos.

Mairene Tobón

Preguntas a Maduro

“Permítame presentarme; mi nombre es Gabriela de Meneses. Soy colombovenezolana, dirijo una ONG que trabaja en el desarrollo de programas de construcción de paz en América Latina y desde hace tres años vivo en Bogotá. Tuve que mudarme fuera de Venezuela después de recibir amenazas de grupos afectos al oficialismo por las investigaciones que realicé mientras fui parte de la Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme y por los programas de convivencia pacífica que realizamos en las mal llamadas ‘zonas de paz’ creadas durante el gobierno del fallecido Hugo Chávez Frías.

Hoy en día nuestra organización continúa trabajando en Venezuela y quisiera aprovechar la oportunidad que me han dado de hacerle llegar esta carta abierta para compartir con usted una serie de preguntas en las que no he podido dejar de pensar en los últimos días.

Quizás usted conozca la respuesta a algunas de ellas y, si no es así, quizás esta misiva sirva para que comience a cuestionarse algunas de ellas.

¿Qué piensa usted cuando autoriza que la policía y la Guardia Nacional Bolivariana dispare bombas lacrimógenas (químicas y tóxicas) contra edificios residenciales en los que viven bebés, niños y abuelos?

¿Cuál es la diferencia entre soltar bombas químicas contra los civiles en Siria y disparar lacrimógenas contra jóvenes desarmados en Venezuela?

¿Qué siente usted, que tiene familia, cuando ve a las madres y padres que lloran por sus hijos asesinados por quienes se suponen deben protegerlos?

¿Qué siente usted, como sucesor, cuando se dice que, durante la presidencia de su líder, los asesinatos en el país pasaron de ser 4.017 por año a ser más de 25.000?

¿Qué siente usted, presidente, cuando ve a los ciudadanos de su país comer de la basura porque no tienen trabajo ni recursos?

¿Qué sentirá su esposa, la primera dama, cuando ve niños morir de cáncer porque no hay insumos en los hospitales?

¿Qué siente usted, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, cuando ve a un guardia nacional que empuja o golpea a una abuelita que se pone a la cabeza de una manifestación porque quiere que sus nietos regresen al país?

¿Será que ya no siente?

¿Será que no le importa?

¿Es tan importante el poder para perder la humanidad?

No sé si usted tenga alguna respuesta realmente. Pareciera, a simple vista, que no es así; pareciera que ni siquiera se ha preguntado estas cosas.

Ojalá comience a preguntárselas. Ojalá voltee y se mire frente al espejo y tenga la valentía para renunciar o la cobardía para irse lejos dejando que los venezolanos podamos volver a la democracia, a la humanidad y a la paz”.

Gabriela Arenas

¡Vete a la mierda!

“Ay, Nicolás. No sé ni cómo llamarte para empezar la carta. Ni estimado ni respetado ni querido. Eso tú lo sabrás mejor que yo. Me imagino que cada vez que lees tus números de desaprobación, que son históricamente altos, te da un microinfarto. No, mentira, infarto es el que te va a dar si sigues comiendo. De treinta millones de venezolanos, eres uno de los pocos que está gordo. A los demás, los tienen pasando hambre, tú y tus amigos.

Tampoco sé si esos son tus amigos. Vamos a estar claros: el más detestado eres tú porque fuiste el único lo suficientemente pendejo para aceptar el encargo de Chávez. Hay gente que dice que estás destruyendo su legado, pero estoy segura de que a él se lo hubieran perdonado porque la gente, ignorante y anulada como es la masa, lo amaba. A ti no. A ti no te lo perdonamos, nunca te lo perdonaremos. Hay que ser muy hijo de puta para poder hacer algo para acomodar un país y no querer.

Me desvié. El resto de los malandros que usan el poder que heredaron de Chávez para robar fondos del Estado venezolano y además tener negocios paralelos como el narcotráfico te van a dejar solo en el primer momento que puedan. Mira a Luisa Ortega. Como las ratas que son, abandonarán el barco y dejarán que te hundas solo. Lo bueno es que los venezolanos no tenemos Alzheimer (aunque quien tenga Alzheimer o cualquier otra enfermedad se jodió en Venezuela por tu ineptitud y crueldad, ni medicinas permites que lleguen al país) ni somos Dory, la de Buscando a Nemo. Todos van para La Haya, igualito. Metan un abrigo que allá hace frío.

A veces te deseo la muerte, pero sería muy fácil. Te deseo larga vida, pero encerrado en una cárcel tan fea y oscura como las que usas para torturar presos políticos, estudiantes y cualquiera que se oponga a seguir dejándote arruinar nuestro país. Deseo que tus carceleros te muestren todos los días fotos y noticias del país tan maravilloso que vamos a reconstruir. Nuestra recuperación será lenta, pero certera y eso te va a doler.

¡Vete a la mierda!”.

Nina Rancel.

No es el camino fácil

“Hola Nicolás. Mucho gusto, o ni tanto, tengo 24 años y soy licenciada, magna cum laude, en comunicación social de la Universidad Monteávila. Desde que empecé a estudiar mi carrera, me ha encantado la rama del mercadeo, sobre todo la parte digital. No sé si usted sabe que significa esto, pero, para que entienda un poco, me encargo de analizar gustos, intereses y necesidades, para así poder vender una marca. Como experimento, en el año 2013, me utilicé como mi propia marca para surgir en el modelaje, otra pasión. Entre ensayo y error, campañas y concursos como el Miss Venezuela, logré posicionarme como una de las modelos más solicitadas en Venezuela, tal vez ha escuchado de mí o ha visto alguna foto, quién sabe.

Hasta principios de este año (2017) me negaba a irme del país, siempre con muchas oportunidades, tocando la puerta para irme a distintas ciudades del mundo, pero, simplemente, no quería, por mi familia, mis amigos, mi hogar, y porque amo a mi país. A pesar de que no pudiera ejercer mi carrera profesional por la falta de libertad de prensa, la esperanza es lo último que se pierde. Mi pensamiento es que, mientras uno hace lo que le gusta, sin irrespetar a nadie, se puede salir adelante, hecho que usted no sabe, o no le enseñaron, ya que se ha metido con la vida de muchísimos venezolanos sin necesidad y, mucho menos, sin el derecho.

Por esto, señor Maduro, le quiero decir que, aunque sea polémico, no necesito que ni usted ni nadie entre o se vaya del poder, que sea usted o algún líder de la oposición que tome las riendas de mi Venezuela, simplemente no me interesa quién manda, solo quiero de vuelta mi país. Una Venezuela donde haya una educación objetiva para todos, donde haya diversidad de cultura para una amplia adquisición de conocimientos y podamos pensar libremente, sin que nadie pueda manipularnos.

Donde haya seguridad, que no muera nadie ni por hambre ni por protestas ni por robos ni por asesinatos ni por falta de medicamentos ni mucho menos porque los que deben protegernos nos maten. Donde se cumplan todos y cada uno de los derechos humanos. Donde seamos libres para soñar, crecer, amar, ser felices, sin divisiones ni exportación de calidad humana. Donde podamos hacer y ejercer lo que queramos porque existen las posibilidades. Donde no tenga que levantarme cada día con el corazón roto y lágrimas en los ojos por todas los actos de violencia y corrupción que suceden en contra de mis hermanos venezolanos.

Donde no tenga miedo de llamar a mis familiares y seres queridos para ver si todos están bien, si todos están sanos en casa, porque a salvo no están en ninguna parte.

Yo me vine a Colombia para crecer y poder llevar todo lo aprendido de vuelta a mi hermoso país. No crea usted que se ha librado de los venezolanos que nos fuimos de Venezuela. No nos fuimos por miedo ni por cobardía ni por buscar un camino fácil. Todo lo contrario, nos fuimos para empaparnos de energías positivas que impulsarán a Venezuela a la cima”.

Estar lejos de mi hogar es la decisión más difícil que he tomado en muchos años, no me arrepiento, porque sé que podré proporcionarle muchas cosas buenas a Venezuela más adelante. Pero, sepa usted, que le ruego cada mañana y cada noche a Dios, que les dé claridad mental a todos ustedes, avaros, y paren todo este circo, dejen el orgullo de lado y nos unamos para salir de esta oscura etapa en la que estamos viviendo, y nos unamos para reconstruir nuestro paraíso con nombre de mujer, Venezuela.

Mariana Méndez

A qué me sabe Venezuela

Vengo de la capital musical de Venezuela, donde se come la arepa con suero. Vengo de Barquisimeto (estado de Lara), donde se ven los más hermosos atardeceres y crespúsculos.

Tengo un rinconcito de Venezuela en Bucaramanga, llamado Sabor Aquí. Es un restaurante de comida típica venezolana y lo abrí con mi socia, Constanza Pérez (colombiana), hace cuatro años. Este emprendimiento ha sido de mucho aprendizaje, de momentos gratificantes, de momentos difíciles, que nos han dejado grandes lecciones como la importancia de ser constantes y coherentes a la hora de llevar a cabo una idea de negocio. Sabor aquí es nuestro proyecto de vida, al que dedicamos todo nuestro esfuerzo para ofrecerles a los bumangueses toda nuestra experiencia y poder lograr una fusión cultural a través de la gastronomía.

Llegué a Bucaramanga con mi maleta llena de ilusiones y de esperanza hace 13 años. Me vine a Colombia porque formé parte de ese 1 % que nunca creyó en la forma de socialismo castro-chavista. Me senté frente a mi computador el 1 de febrero de 2004, agarré el mapa de Colombia, cerré los ojos y puse mi dedo al azar sobre el mapa y pensé: “Donde caiga el dedo para allá me iré”.

El dedo cayó en Bucaramanga y aquí estoy comiendo pepitoria y mute.

Desde siempre me ha interesado la cocina. A eso me he dedicado y espero seguir haciéndolo por mucho tiempo. Siento que mi Venezuela está sola. Veo la situación grave, difícil y ensangrentada por la justicia y la tiranía.

A la oposición le digo, de forma tajante e imperativa, que convoque inmediatamente a un paro nacional y efectúen el artículo 35º de la Constitución nacional vigente. Ya basta de tanta infamia, tanta hambre, tanto dolor y tanta burla hacia Venezuela. Fuera el régimen castro-chavista. Maduro asesino.

Alba Pereira

 

Por redacción internacional

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