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Al Jazeera, una voz incómoda que muchos quieren silenciar

La cadena catarí se ha convertido en un referente para la información global. Los regímenes autoritarios intentan boicotear su trabajo, asustados por la potencialidad de 'la revolución en directo'. Los gobiernos occidentales, que antes criticaban a la cadena, ahora han revalorizado su "papel democrático".

Fabrizio Símula, Especial de El País, Madrid
21 de febrero de 2011 - 10:17 p. m.

"Larga vida a Al Jazeera" gritaban los manifestantes en la plaza de la Liberación de El Cairo durante las protestas que acabaron con Hosni Mubarak. La cadena catarí de televisión se ha convertido en un símbolo para la población que se está rebelando contra los regímenes autoritarios en el mundo árabe. La cobertura en directo de las manifestaciones en Túnez y en Egipto es la demostración de una potencialidad mediática que ha convertido a Al Jazeera en un importante actor en el tablero internacional, algo que asusta a los líderes de muchos países.

Ya no es sólo Internet lo que preocupa a los dictadores, por su capacidad de aglutinar los jóvenes como catalizador de las protestas y por la posibilidad de informar y de sortear la censura, ahora está también la televisión sin fronteras. El éxito de las revueltas en Egipto, esa 'revolución en directo' es todo un hito en la información y en la política internacional. Los ciberactivistas iraníes, que se volcaron para animar en la Red la manifestación del 14 de febrero, prohibida oficialmente, han lanzado una página en Facebook para animar a Al Jazeera a seguir las protestas en Irán. Hay una imagen en esta página web que dice, en inglés y en farsi: "Al Jazeera, por favor, cubre Irán como hiciste con Egipto".

La cadena catarí no tiene licencia para retransmitir en directo desde el país persa y no puede cubrir las manifestaciones como hizo en Egipto y en Túnez. El régimen iraní ya se enfrentó a Al Jazeera en abril de 2005 acusándole de fomentar una revuelta y también en junio de 2009, durante las protestas por la polémica reelección de Mahmud Ahmadineyad. También los gobiernos de Bahréin, Libia y Yemen, acorralados estos días por las protestas masivas, impiden la retransmisión en directo a la televisión panárabe, que tiene que recurrir a las imágenes que le envían videoaficionados e internautas. En enero nació Al Jazeera Transparent Unit, que tiene como objetivo movilizar a su audiencia para que le remita documentos, fotos, audio y vídeos.

Los regímenes, acosados por la calle, han empezado a utilizar a la población para atacar a la cadena catarí, acusada de injerencia. Al Jazeera no ha sido autorizada a entrar en Libia y, además, el régimen de Muamar Kadhafi se esfuerza para que no pueda ser vista, interfiriendo la señal del satélite. La televisión estatal libia Al Jamahirya ha mostrado estos días imágenes de cientos de personas manifestándose en apoyo al régimen y atacando a Al Jazeera. En los vídeos retransmitidos, los ciudadanos enseñaban retratos de Kadhafi y criticaban a la cadena. "Digan a Al Jazeera que no queremos a nadie más que no sea nuestro líder", cantaban en las concentraciones celebradas en Trípoli y Sirte.

Durante las protestas en Egipto, el régimen de Mubarak atacó directamente a la cadena catarí, pero ésta no dejó ni un momento de informar lo que ocurría en las calles de El Cairo. Primero, el Gobierno ordenó al canal suspender sus emisiones y luego cortó la señal del satélite a través del cual emitía, por considerar que incitaban a los egipcios contra el Ejecutivo y exageraban la importancia de las protestas. Paralelamente, retiraron a sus periodistas las acreditaciones y el 4 de febrero sus oficinas en El Cairo fueron incendiadas y su web atacada por hackers.

Al Jazeera también ha sido vetada en Jordania, Siria, Kuwait, Arabia Saudí y Argelia. Desde su nacimiento, los gobiernos autoritarios árabes no recibieron de buen agrado el canal televisivo porque se daban cuenta que se abría una brecha en su control absoluto de la información. Desde hace unos años algunos países árabes intentan quitarle audiencia a Al Jazeera. Mubarak inundó sus canales nacionales de televisión con deportes, series, películas y programas nocturnos de entrevistas. La familia real saudí también ha adoptado una estrategia similar, importando programas de entretenimiento extranjeros. El objetivo es seducir a su gente con programas atractivos de entretenimiento para robarle publico a Al Jazeera.

Sus periodistas están acostumbrados a vivir bajo las presiones del poder político en Oriente Próximo. A menudo han tenido impedimentos para obtener un visado en países vecinos de Qatar, han sufrido presiones económicas, arrestos injustificados de reporteros, amenazas de muerte e, incluso, bombardeos a sus instalaciones. En octubre de 2010, el Gobierno de Marruecos suspendió la acreditación de dos periodistas porque estaba "molesto por la línea editorial de la televisión", por sus críticas hacia el régimen. Ya en 2008 las autoridades marroquíes habían prohibido a la cadena la emisión de un programa de noticias sobre los países del Magreb. El Gobierno de Bahréin acusó en mayo de 2010 a Al Jazeera de "incumplir las normas profesionales" y de acatar las leyes sobre la prensa del país. Y el 14 de diciembre las autoridades de Kuwait cerraron las oficinas de donde emitía.

Hipocresía occidental

Pero los países árabes no son los únicos que han atacado a Al Jazeera. Los Gobiernos occidentales han mostrado una doble moral frente a ella. Mientras ahora alaban la libertad de expresión en el mundo árabe, critican la censura de los regímenes autoritarios y siguen con discreto, pero creciente interés, las imágenes de la cadena catarí, hasta hace poco su visión era completamente diferente. Antes, la imagen mayoritaria en ciertos sectores occidentales, sobre todo estadounidenses, presentaba al canal como poco más que un portavoz de Al Qaeda. Esa imagen se creó durante el gobierno de George W. Bush, sobre todo cuando estallaron las guerras contra Afganistán e Irak. Según la administración Bush, Al Jazeera se plegaba al servicio de intereses islamistas radicales, no era imparcial y se alimentaba de propaganda anti-estadounidense.

Estados Unidos no se limitó a criticar. Bombardeó sus oficinas en Kabul, en noviembre de 2001, y en Bagdad, en abril de 2003. En ambas ocasiones, Washington dijo que los ataques se habían producido por error, pero era evidente que la administración Bush estaba muy incómoda con Al Jazeera porque emitía vídeos de Al Qaeda y cubría los conflictos de EEUU en Oriente Próximo desde la perspectiva árabe. El diario británico The Daily Mirror publicó documentos secretos que revelaban que el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, había planeado bombardear las oficinas de Al Jazeera en su sede central de Doha. Como estrategia de boicot mediático, el Gobierno norteamericano puso en marcha Al Hurra, un canal de noticias en árabe por satélite con sede en EE UU, para el que destina más de US$100 millones anuales.

EE.UU. no ha sido el único país occidental que ha atacado a Al Jazeera. Uno de sus reporteros fue condenado en España a siete años de prisión bajo la acusación de "ser un correo de Al Qaeda", tras entrevistar a Osama Bin Laden después de los atentado del 11 de septiembre de 2001. El periodista fue liberado tras un año de cárcel y puesto en prisión domiciliaria por problemas de salud. En sus 15 años de vida, la cadena ha sido boicoteada, prohibida e incluso bombardeada, pero ha logrado convertirse en el canal de noticias más visto en Oriente Próximo, con una audiencia de unos 50 millones de personas.

En pleno del acoso por los regímenes autoritarios, la cadena continúa realizando su trabajo sin cesar el esfuerzo informativo. Su web ha incrementado su tráfico un 2.000% desde el comienzo de la revuelta de Túnez. Además, a través de su cuenta en Twitter en inglés, @AJEnglish, ha seguido informando de lo que ocurría, con un notable éxito.

Creada en 1996 con el apoyo económico del emir de Qatar, el canal de noticias retransmite en más de cien países, llega a 220 millones de hogares y cuenta con 400 periodistas que trabajan en 60 países distintos, según su página web. Empezó emitiendo solo en árabe, pero en 2006 lanzó su canal en inglés, para ampliar su audiencia y llegar a un público global, que en estas semanas está pendiente de sus imágenes para poder seguir en directo los acontecimientos históricos que se desarrollan.

Veinte años después de que la CNN se erigiera en el gran medio de comunicación global por su cobertura de la invasión estadounidense de Irak en la primera Guerra del Golfo, la televisión catarí tomó el testigo como referente informativo por el papel que está jugando en las revueltas en el mundo árabe. Si en 1991 se hablaba del efecto CNN, ahora es el efecto Al Jazeera que ha revolucionado no sólo la información sino también la política internacional, por la visibilidad que la cadena está dando a los acontecimientos en regiones más alejadas del foco occidental. Una ventana abierta hacia la calle árabe que muchos han intentado cerrar, pero que sigue dando guerra para mostrar las noticias desde otro punto de vista que incomoda a muchos, desde oriente a occidente.


 

Por Fabrizio Símula, Especial de El País, Madrid

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