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Al Shabab, terror latente en Kenia

En 2014 este grupo extremista asesinó a más de mil personas en diversos atentados en el cuerno de África. Ligado a Al Qaeda y Boko Haram (con influencia en Nigeria), ha perpetrado ataques en Kenia desde su entrada en el conflicto somalí en 2011.

Redacción Internacional
26 de noviembre de 2015 - 04:00 a. m.

Las fuerzas militares de la Unión Africana (llamadas Amisom), conformadas sobre todo por soldados de Uganda y Kenia, ingresaron a Somalia en 2011 para encarar a las milicias de Al Shabab, que para esa época tenían una extendida red de apoyo en zonas urbanas y rurales. En noviembre anunciaron que objetarían a golpes de fuego a cada militante de Al Shabab que hubiera en diez ciudades específicas del centro y el sur de Somalia. Un comunicado de los militares anunciaba: “Las mencionadas ciudades van a sufrir ataques inminentes y aconsejamos a sus residentes que eviten cualquier contacto con la milicia Al Shabab”.

Fue entonces cuando los militantes del ejército extremista, fundado en 2006 tras la división de la Unión de Tribunales Islámicos, decidió que, además de Somalia, Kenia sería uno de sus objetivos. Con una fuerza de entre 7.000 y 9.000 combatientes, Al Shabab comenzó una seguidilla de ataques que degeneró hasta la frontera de la sevicia: en 2013, durante la captura del centro comercial Westgate en Nairobi, asesinó a 67 personas; el 2 de abril del año pasado fallecieron 148 y quedaron heridas 79 después de que el grupo atacara la Universidad de Garissa. En 115 ataques cometidos en 2014, más de mil personas fueron asesinadas.

Cada semana, con métodos similares, Al Shabab ejecuta ataques, sobre todo en la zona fronteriza entre Kenia y Somalia, un sector empobrecido y sin presencia del Estado. Este año, poco antes de la visita del presidente estadounidense, Barack Obama, Al Shabab asesinó en medio de la noche a doce trabajadores en un pueblo llamado Soko Mbuzi, y descerrajó tiros sobre aquellos que quisieron escapar.

A ese territorio se asoma hoy el papa Francisco, que hasta el 30 de noviembre visitará tres países conflictivos de África: Kenia (su visita concluirá mañana), después Uganda, y el domingo saldrá rumbo a la República Centroafricana, en guerra desde hace dos años. Más de 25.000 policías y 3.000 cascos azules lo protegen en esta parada. En su primer encuentro público, como en otras ocasiones, Francisco pidió luchar contra la pobreza y la desigualdad, porque de allí “se alimentan el miedo, la desconfianza y la desesperación”.

En el caso keniata, Francisco cae en razón. De acuerdo con un reporte reciente del diario The Guardian, buena parte de la zona noreste del país, rural y desértica, tiene poca presencia estatal y se ha convertido en un campo perfecto para que Al Shabab cultive lealtades (de hecho, tras el ataque en la Universidad de Garissa, el grupo aseguró que esta zona ya era “territorio colonizado”). Según fuentes consultadas por ese diario, el 74% de la población de la zona está por debajo de la línea de la pobreza, en comparación con el 30% que pervive en Nairobi y sus zonas aledañas. En los últimos años, tras la expansión y el libre reinado de Al Shabab en la región, el Gobierno ha buscado aumentar el presupuesto invertido en el noreste en educación, salud y distribución del agua.

La Amisom también ha hecho su parte: Al Shabab se ha replegado a las zonas urbanas después de numerosas bajas, entre ellas la de su líder, Ahmed Abdi Godane, en septiembre de 2014. La persistencia de Al Shabab, sin embargo, está basada en su ligazón a Al Qaeda (al que declaró lealtad en 2012) y su supuesta cercanía con Boko Haram, a pesar de que este último se ha presentado como brazo esencial del Estado Islámico (enfrentado con Al Qaeda) en Nigeria. De hecho, algunas fuentes apuntan que militantes de Al Shabab tendrían entrenamiento militar en zonas de influencia de Boko Haram.

Aunque las operaciones en su contra se han multiplicado, sobre todo en Somalia, las fuentes de financiación de Al Shabab continuarían en pie. El Consejo de Seguridad de la ONU sancionó en 2009 a Eritrea, vecino de Somalia, por proveer ayuda financiera a varios grupos terroristas, entre ellos Al Shabab. Un reporte de la revista Quartz apuntó a mediados de este mes que los contrabandistas de azúcar (uno de los productos más caros en Kenia) pagaban cuotas a militantes de Al Shabab y también a militares de las fuerzas keniatas. Por ese concepto, Al Shabab estaría recibiendo US$12,2 millones, y el ejército se haría a una suma muy cercana: US$13 millones.

El temor de la presencia de Al Shabab en Kenia pasa, sobre todo, por la posibilidad de que sus ataques produzcan sólidas divisiones religiosas. De las ciudades del noreste, numerosos estudiantes cristianos se han desplazado a causa de los ataques, en un país de mayorías católicas. Al Shabab rechaza las creencias apartadas del islam y también la interpretación laxa de sus principios.

Por Redacción Internacional

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