Publicidad

Argentina: entre el Norte y el Sur

Mauricio Macri y Daniel Scioli se enfrentan por la presidencia de Argentina. ¿Cuáles son sus propuestas y qué efectos tendrían sus programas de gobierno?

Beatriz Miranda Cortés
22 de noviembre de 2015 - 09:10 p. m.
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, mientras depositaba su voto en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. / AFP
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, mientras depositaba su voto en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. / AFP

En algunas horas, América Latina y el mundo conocerán el nuevo presidente de Argentina. Estas elecciones traen consigo un enorme simbolismo ya que ocurren después de 12 años de kirchnerismo y es la primera vez que se realiza una segunda vuelta en una elección presidencial, lo que de alguna forma demuestra un avance en el ámbito democrático, pero también una sociedad dividida. En estas elecciones se definirá no solo el modelo de desarrollo argentino en los próximos años, sino también el papel de Argentina en la región y en el mundo.

Según el expresidente Néstor Kirchner, en ese período de doce años que comenzó en 2003, se inició el proceso de reconstrucción de la patria, de los derechos humanos, del trabajo, del esfuerzo permanente. Con la llegada de su esposa, Cristina Fernández, a la presidencia, se profundiza el modelo que privilegia la distribución del ingreso, el avance científico y tecnológico para el desarrollo de la industria, las posibilidades de la educación para todos, universidades ligadas a la construcción y al proyecto nacional de país. Una Argentina adecuada a la evolución de los tiempos.

Entre 2003 y 2012, Argentina creció a un promedio de 7% mientras el mundo crecía cerca de 3.8%, en gran medida debido a los altos precios de los commodities y a la implementación de una política económica autónoma que se había distanciado de las recetas del FMI.

Sí se comparan cifras de 2002 hasta el momento, se puede verificar que la cobertura educativa pasó de 62% a 82%; se registraba también un índice de 57% de pobreza, lo que en 2014 bajó a 25%. Había una tasa de desempleo de 21%, en 2015 se registra 6,6%. Si se analiza la evolución del PIB, en 2002, había un decrecimiento de -10,9, para 0,5 en 2014.

A pesar de los avances alcanzados, el kirchnerismo tuvo contradicciones. Así las resume Atilio Borón: “asignación universal por hijo y concentración empresarial; extensión del régimen jubilatorio y regresividad tributaria; desarrollo científico y tecnológico y sojización (reemplazo de los cultivos tradicionales por soja) de la agricultura; orientación latinoamericanista de la política exterior y extranjerización de la economía”.

Así como el Brasil de Lula o la Venezuela de Chávez, el peronismo en doce años no fue hábil para preparar nuevos líderes que asuman grandes desafíos, capaces de releer, reinterpretar o actualizar el modelo de crecimiento y desarrollo doméstico y la nueva arquitectura mundial.

El discurso de Macri

A pocas horas de conocerse el resultado de la segunda vuelta sería conveniente analizar el discurso de ambos candidatos, teniendo en cuenta la ínfima diferencia de votos entre Scioli y Macri.

Mauricio Macri enfatiza la necesidad de una urgente liberalización cambiaria, lo que redundaría en una mayor devaluación del peso argentino e incidiría directamente en el debilitamiento de los salarios.

En las entrelíneas de su discurso, Macri estaría de acuerdo con una renegociación con los fondos buitres, desde el punto de vista del juez Thomas Griesa, lo que puede conducir a Argentina a un ciclo de endeudamiento internacional, posiblemente hipotecando el crecimiento económico y postergando políticas sociales.

Es importante recordar que en 2014, Argentina llegó a un acuerdo con los países miembros del Club de París mediante un esquema de financiación de la deuda, cuyos pagos se dejaron de hacer en 2001. El acuerdo con el organismo significó la cancelación de la deuda por un monto de US$9.690 millones.

En medio de esa política de desendeudamiento, Griesa ordenó a los bancos depositarios el bloqueo de los pagos a los deudores de buena fe, hasta que Argentina no atendiera a las exigencias de los fondos especulativos. Eso significó el no pago a los bonistas, la no devolución de la plata a la Argentina y el bloqueo indefinido de la cifra consignada a los bancos en Nueva York, afectando la seguridad jurídica del instrumento de reestructuración de deudas.

Esta misma ley pretendía forzar a Argentina declararse en default, para tener doble ganancia ganar dos veces: un pago 16 veces más alto que la deuda originaria y un millonario seguro en caso de que el Estado argentino declare su incapacidad de pago.

Bajo la lógica del pensamiento macriano, se espera bajar el déficit público, apelando a las privatizaciones de sectores estratégicos como los energéticos, aerolíneas y aeropuertos, bajando impuestos a los grandes empresarios y eliminación progresiva de subsidios.

Se especula que en la República Unida de la Soja, Monsanto asesoraría la política agrícola. En Argentina, el 60% de la tierra se destina al cultivo de soja, un negocio de altísima rentabilidad, lo que ha significado reconcentración de la tierra, disminución de la frontera agrícola propiamente nacional, expulsión de los pequeños productores de sus lugares originarios, el uso desmedido de glifosato y el largo reinado de la soja transgénica, desalentadora marca del Sur del Cono Sur.

Sin embargo, Macri ha reiterado que sostendrá los programas sociales de la era Kirchner y, finalmente, los grandes grupos hegemónicos de comunicación, como el Grupo Clarín, volverían a tener un papel preponderante en la Argentina de Mauricio Macri. Cualquier semejanza con otras partes de esta América Latina macondiana es mera coincidencia.

Las ambiciones de Scioli

El discurso de Daniel Scioli enfatiza el fortalecimiento de los derechos humanos y la continuidad de las investigaciones sobre la dictadura para cerrar las heridas abiertas del régimen militar. Reconoce el crecimiento de la clase media argentina, la cual en los últimos años se duplicó, y afirma que continuará con el esfuerzo de la inclusión social. Reconoce la necesidad de mayores estímulos para el área científica y tecnológica para lograr un mayor desarrollo industrial y disminuir la dependencia estructural del sector agropecuario. Scioli cree en el fortalecimiento de políticas públicas y defiende el proceso de desendeudamiento.

En política exterior, Macri y Scioli están guiados por diferentes percepciones de la región y del sistema internacional. Los Kirchner se distanciaron del realismo periférico de Carlos Escudé —más cerca del norte que del sur— y se alinearon con aquellos que soñaban con la construcción de un mundo más multilateral, se acercaron a China y Rusia, hicieron grandes apuestas a la construcción de la “patria grande” y fueron actores protagónicos en el fortalecimiento del Mercosur, la creación de Unasur y de la CELAC.

Scioli ha afirmado que una de sus prioridades de política exterior sería el fortalecimiento y la expansión del Mercosur, consolidar la UNASUR y la CELAC. En los últimos meses se ha reunido con varios líderes latinoamericanos, con todo no estaría tan cercano a la Venezuela del presidente Maduro, ni a la Bolivia del presidente Evo Morales o al Ecuador del presidente Rafael Correa, lo que denota la posición de centro de Scioli.

¿Y las relaciones exteriores?

Macri ha señalado que en su gobierno la relación de Argentina con Estados Unidos y Europa serían relevantes, que revisaría la aproximación de Argentina con China y Rusia, intentaría mejorar las relación con Gran Bretaña, afectada por el contencioso de las Islas Malvinas, se distanciaría del eje bolivariano e intentaría la salida de Venezuela del bloque mediante la aplicación de la cláusula democrática del Mercosur, lo que en alguna medida tendría apoyo explícito de Paraguay y, a puertas cerradas, de Uruguay.

¿Macri podría realmente distanciarse de forma más contundente del eje bolivariano cuando Argentina depende de fuentes energéticas de Bolivia y Venezuela? Con afinidades con el expresidente José Maria Aznar y la admiración que tiene por el modelo del presidente español, Mariano Rajoy, la llegada de Macri al poder, con un viejo manual del ala conservadora del continente, tampoco ayudaría a Argentina y a la región a encontrar un camino en un mundo liderado por superpotencias en crisis.

Importante reiterar que la guerra en favor del dominio de las reservas de petróleo del mundo nos llevó al último capítulo de terror del Estado Islámico. El sur del Cono Sur, especialmente Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay —es decir, Mercosur—, posee la mayor reserva del agua dulce del mundo, el Acuífero Guaraní. Si las guerras de este siglo serán por el agua, una integración de baja intensidad conllevaría a realineamientos unilaterales con potencias tradicionales, lo que convertiría a América del Sur no solo en territorio para bases militares extranjeras de largo alcance, sino para tratados de libre comercio de nuevo tipo, instrumento jurídico, ideológico y de seguridad nacional que nos condenaría a más de cien años de soledad.

En Argentina hoy se juega el repensar del ciclo progresista de la región, con sus errores y aciertos.

Solo nos resta pensar en las palabras de Mafalda, la niña argentina, inmortalizada por Quino, que con su humor característico indaga: “¿Qué habrán hecho algunos pobres sures para merecer ciertos nortes?” 

Por Beatriz Miranda Cortés

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar