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Londres sabía que Irak no tenía armas químicas, pero aún así lo atacó

Avanza la investigación para saber por qué el gobierno de Tony Blair apoyó a Bush en su decisión de atacar ese país.

Con información de EFE
25 de noviembre de 2009 - 07:49 p. m.

El gobierno del Reino Unido supo diez días antes de la invasión de Irak -el 20 de marzo de 2003- que el régimen de Saddam Hussein no tenía la capacidad de utilizar armas químicas y que ese arsenal podía haber sido “desmantelado”.

Así lo manifestó este miércoles William Ehrman, ex alto cargo del ministerio británico de Asuntos Exteriores para asuntos de Defensa e Inteligencia entre 2002 y 2004, en la segunda jornada de trabajo de la comisión independiente que investiga la guerra de Irak. Ehrman reveló que el 10 de marzo de 2003 “recibimos un informe que decía que las armas químicas podían haber sido desmanteladas y que Saddam no había ordenado aún su montaje”.

“También se sugería que Irak podía carecer de cabezas balísticas capaces de dispersar los agentes químicos con eficacia”, dijo Ehrman, quien defendió no obstante la invasión con el argumento de Saddam Hussein llevaba años incumpliendo las resoluciones de la ONU.

La comisión investigadora también escuchó este miércoles que el gobierno que dirigía el laborista Tony Blair, incondicional aliado del entonces presidente estadounidense, George W. Bush, conoció igualmente antes de que comenzara la guerra que no existían vínculos entre el régimen de Saddam Hussein y la red terrorista Al Qaeda.

La supuesta existencia de un arsenal de destrucción masiva que nunca apareció y las relaciones entre Bagdad y el grupo terrorista inspirado por Osama Bin Laden, que nunca se demostraron, fueron los motivos principales para justificar la guerra de Irak.

En los meses previos a la operación militar, los servicios de inteligencia británicos investigaron la supuesta conexión Saddam-Bin Laden y concluyeron que no eran “aliados naturales”. Tim Dowse, alto cargo del ministerio de Asuntos Exteriores especializado en no proliferación armamentística entre 2001 y 2003, dijo ante la comisión que se tenía constancia de la relación entre Bagdad y grupos como Hezbolá y Hamás, pero que un examen detallado de una eventual relación con Al Qaeda la descartó por completo.

Lo único que se pudo constatar al respecto en la investigación británica es que dirigentes de Al Qaeda visitaron Irak a finales de la década de los 90, pero se convino en que “no había nada que se pareciera a una relación entre los iraquíes y Al Qaeda”.

“Después del 11-S, nos dimos cuenta de que los iraquíes habían dado un paso atrás y no querían ser asociados a Al Qaeda. No eran aliados naturales”, manifestó Dowse. Ehrman declaró que habló del asunto con sus colegas de Washington, que insistían en la existencia de este nexo, pero al igual que Dowse señaló que “nuestro punto de vista era que no había evidencia que sugiriera una colaboración seria de ningún tipo”.

Ambos coincidieron también en que tras la invasión fue una sorpresa no encontrar el supuesto arsenal de destrucción masiva que se atribuía al régimen iraquí, pese a que el gobierno de Irak insistió durante meses que lo había destruido hacía años. “No fue lo que esperábamos”, dijo Ehrman, quien reconoció que mucha de la información que se había recabado sobre las inexistentes armas químicas y biológicas antes de la guerra demostró ser completamente falsa una vez que se invadió Irak.

Ehrman consideró que Saddam Hussein empeoró la situación al no querer revelar el estado real de su capacidad armamentística para no aparecer débil a los ojos de su vecino y enemigo Irán. La percepción que se tenía del peligro que Irak representaba era especial, señaló este ex alto cargo del Foreign Office, porque a diferencia de otras naciones había demostrado en el pasado, dentro de su propio territorio y contra los países vecinos, que no dudaría a la hora de utilizar las armas de destrucción masiva.

Asimismo, recordó que el régimen iraquí no cumplió con las exigencias impuestas en la resolución 1441 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que declarara con transparencia sus arsenales y colaborara con los inspectores de la ONU. “(Saddam Hussein) era negro y tenía que probar que era blanco. No lo hizo”, resumió Ehrman.

Dowse explicó que la información de se tenía apuntaba a que Irak había destruido la mayor parte de su arsenal químico y biológico en 1991, pero que había datos más recientes que señalaban que Bagdad podía intentar reconstruirlo, algo que era difícilmente comprobable por la expulsión de los inspectores internacionales en 1998.

Preguntado por qué no avisaron de la posibilidad de que el arsenal no existiera, Dowse contestó: “podríamos haber informado al gobierno y decirle que quizás estábamos equivocados, pero la realidad es que no pensábamos que estuviéramos equivocados. Nos parecía que las evidencias confirmaban nuestro punto de vista”.

Por Con información de EFE

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