Julio Salazar, cocalero jefe de Cochabamba, y Hernán Justo, de la región de Yugas-La Paz, se mostraron “optimistas” de haber podido crear más comprensión entre los 13 miembros de la Junta.
La JIFE es un órgano independiente y judicial de Naciones Unidas, encargado de vigilar la aplicación de los tratados de fiscalización internacional en materia de drogas.
Justo explicó a los miembros de la Junta que la hoja de coca se consume en Bolivia desde mucho antes de la Conquista española en el Siglo XV. “La consumimos (la hoja de coca) en el ámbito religioso, cultural, educativo y laboral. Por eso es tan importante explicar que no se trata de una droga”, manifestó Justo, quien representa a unos 25 mil campesinos cocaleros.
Salazar, por su parte, destacó que los productores de esta hoja en Bolivia han dado ya un paso hacia la comunidad internacional al racionalizar “de forma voluntaria” el cultivo de la coca.
“Cada campesino se conforma con una sexta parte de una hectárea para la producción de coca para el consumo legal y local”, explicó el representante de casi 50 mil cocaleros.
“Bolivia no pretende exportar de forma ilegal la coca”, aseguró Salazar y destacó el peligro de una crisis económica si se prohíbe la producción de la hoja.
Los dos dirigentes bolivianos instaron a la ONU y a la comunidad internacional llevar a cabo nuevos y más exhaustivos estudios científicos “para demostrar los usos positivos de la hoja de coca”.
En cuanto a la reciente expulsión de la Agencia Antidrogas de EE.UU. (DEA) de Bolivia, ambos dirigentes destacaron que ese paso “dignificó” a los cocaleros bolivianos.
“No necesitamos a la DEA, el control social del comercio de la hoja de la coca es más efectivo. Si hay producción excedentaria vamos a racionalizar y controlar más”, aseguró Salazar.
La JIFE publica todos los años un exhaustivo informe sobre las drogas, un documento considerado clave para la futura evolución de las políticas antidrogas internacionales.
En el informe de este año, se exhorta a Bolivia y Perú a adoptar medidas para abolir los usos de la hoja contrarios a la Convención Internacional de 1961, incluida la práctica de masticarla.