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Atacar buses, vieja táctica contra los israelíes

La explosión de un bus en Jerusalén, al parecer por una bomba, recuerda las dos rebeliones palestinas contra Israel y es muestra de la falta de acuerdos.

Redacción Internacional
18 de abril de 2016 - 08:05 p. m.
Agentes de seguridad y bomberos inspeccionan los restos del autobús destruido por la explosión registrada en Jerusalén. / EFE
Agentes de seguridad y bomberos inspeccionan los restos del autobús destruido por la explosión registrada en Jerusalén. / EFE

Colonos israelíes queman vivo a un bebé. Con un destornillador, un palestino hiere a un soldado en Tel Aviv. Efectivos israelíes asesinan con un disparo a un niño de 13 años. Un cuchillero palestino asesina a dos israelíes en la Ciudad Vieja y luego, a modo de vindicación, lo abaten. Los soldados israelíes responden con fuego a aquellos que les arrojan piedras. Un judío saja las carnes de dos palestinos y dos árabes-israelíes: el cuchillo es el signo de una política general de venganza.

Se cumplen casi nueve meses de un intenso y desperdigado conflicto civil entre israelíes y palestinos. Intenso porque cada semana ocurren nuevos ataques y porque todo está mediado por la acción de un cuchillo o la velocidad de una bala. Desperdigado porque sucede en Hebrón, Jerusalén, Tel Aviv y Gaza, y porque en principio parecen rebatiñas aisladas, más alentadas por la rencilla personal que por un fundamento grupal.

La suma de actos ha permitido al grupo Hamás, que gobierna la región de Cisjordania, afirmar que se trata de una nueva intifada: ese levantamiento popular que ha tenido dos réplicas en la historia reciente del conflicto entre Palestina e Israel. La primera, entre 1987 y 1993, impulsó los Acuerdos de Oslo; la segunda, entre 2000 y 2005, tuvo escenas de lucha similares: el Ejército israelí respondía con balas de goma y gases lacrimógenos mientras los palestinos fatigaban las bombas suicidas. La forma más reciente de ese conflicto es la explosión de un bus en Jerusalén, que dejó al menos 21 heridos. El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, afirmó que se trataba de una bomba. Ningún organismo lo ha confirmado.

Desde julio del año pasado, han muerto 201 palestinos y 28 israelíes. Los ataques son diversos: un palestino puede acuchillar a un israelí en plena calle o arrollar a un grupo de ellos con su auto dirigido hacia la parada de bus. Quizá la sospecha de Barkat esté asentada en los antecedentes recientes. En octubre, dos palestinos acuchillaron y dispararon a los ocupantes de un autobús; otro más fracasó al tratar de herir a varios soldados en una estación de autobuses en noviembre; un palestino atropelló a una decena de personas en una parada, y como se vio en un video grabado por una cámara de seguridad, se bajó del auto y aferrado a su arma disparó contra las víctimas.

La historia de las intifadas también tiene referencias a este tipo de ataques. En la tarde del 29 de noviembre de 2001, un bus que transitaba entre Nazaret y Tel Aviv explotó por una bomba. Tres personas murieron. La contabilidad se robusteció en diciembre: un hombre tranquilo subió a un bus en Haifa, pagó su tarifa, se sentó y entonces se explotó. Murieron 15. En agosto de 2003, otra bomba suicida en un bus en Jerusalén asesinó a 23; Hamás clamó responsabilidad. El extremista Abed al-Hadi Ghaneim es recordado como uno de los primeros perpetradores: en 1989 tomó el control de un bus, tras agredir al chofer, y lo condujo hacia un precipicio. Murieron 16 personas. Tres suicidas más en buses en 1994 dejaron 35 muertos.

Las formas de resistencia y ataque que los palestinos han desglosado van desde la instalaciones rudimentaria de puntillas para pinchar los autos hasta las sofisticadas barricadas con llantas ardiendo y la artillería de cohetes. Israel ha sido más impersonal: tiene un ejército a la mano. Hamás ha denominado a esta serie de ataques, posteriores a la Operación Eje Protector —donde murieron más de 2.000 civiles palestinos y 6 civiles israelíes—, como la Tercera Intifada. En septiembre de 2015, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, afirmó que su nación se desligaba de los Acuerdos de Oslo. “Se nos ha agotado la paciencia”, repitió.

La consecuencia de la recesión de dichos acuerdos es, justamente, una ruptura de los lentos avances en las negociaciones entre ambos países. Israel insiste en que los territorios que ocupa son legítimo; Palestina alega una ocupación ilegal. Cumplen sesenta años en la misma dicotomía.
 

Por Redacción Internacional

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