Autobuses contra el acoso sexual en Marruecos

La representante de ONU Mujeres en Marruecos explicó el transporte colectivo es precisamente un espacio en el que las mujeres sufren a diario diferentes formas de violencia.

EFE
26 de marzo de 2015 - 11:59 p. m.

Los autobuses urbanos de la ciudad marroquí de Marrakech cuentan desde esta semana con un plan para luchar contra el acoso sexual, en un país donde dos de cada tres mujeres confiesa haberlo sufrido en cualquier espacio público.

El plan incluye varias medidas, como carteles interiores de sensibilización contra la violencia a la mujer, la difusión de vídeos en las pantallas de los vehículos y hasta la formación de los conductores sobre cómo deben intervenir en caso de que se produzcan casos de acoso durante el trayecto.

Las iniciativas son el fruto de un convenio firmado el pasado lunes en Marrakech entre la compañía española Alsa, concesionaria del transporte urbano de Marrakech, y ONU-Mujeres, con financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

El director general de Alsa Marruecos, Alberto Pérez, dijo a Efe que estas acciones se suman a otras como la equipación con cámaras de seguridad en la mitad de la flota de la empresa, además de la presencia de treinta agentes de seguridad privada que supervisarán los vehículos.

Las medidas que tendrán como punto de partida la turística ciudad roja se extenderán también a otras ciudades donde opera la compañía española, como Tánger y Agadir.

La representante de ONU Mujeres en Marruecos, Leila Rhiwi, explicó la elección de los autobuses porque el transporte colectivo es precisamente un espacio en el que las mujeres sufren a diario diferentes formas de violencia que obstaculiza su libertad de movimiento en los espacios públicos y limita su derecho a la libre circulación.

Según los últimos datos de la encuesta nacional de prevalencia de violencia contra las mujeres del Alto Comisariado del Plan, casi un 63 % de mujeres sufrieron alguna forma de violencia en los espacios públicos, un porcentaje que llega hasta un 67,5 % en el medio urbano.

En estos espacios, los autobuses se presentan como los lugares predilectos donde se desarrollan todo tipo de abusos contra las mujeres: manoseos, agresiones, el uso de lenguaje grosero o intimidaciones.

Nadia, una usuaria cotidiana de los autobuses, lamenta los recurrentes acosos que sufren las mujeres, y subraya que muchas víctimas ni siquiera protestan por miedo al agresor o por temor a que los otros pasajeros opten por culpabilizar a las víctimas por su ropa, su maquillaje o su actitud.

"Hay hombres que solo se suben en el autobús cuando está lleno. Una vez vi a un hombre que se puso detrás de una mujer y empezó a rozarse contra ella, al verlo algunas mujeres cercanas empezamos a gritar, pero él ni se inmutó; es más, se puso a insultarnos y se bajó tranquilamente del autobús", relata Nadia.

La iniciativa de un transporte público seguro para las mujeres entra en el marco del programa "Ciudades sin violencia hacia las mujeres, ciudades seguras para todas" lanzado por ONU-Mujeres en 2008 en 21 ciudades del mundo como Quito, El Cairo o Dublin para combatir el acoso sexual y otros tipos de violencia contra la mujer en los espacios públicos.

Marrakech es una de las ciudades elegidas para aplicar este programa, que consiste en implicar a las propias mujeres para dar su percepción de seguridad sobre los espacios públicos que frecuentan y a partir de allí proponer soluciones con las autoridades locales y la sociedad civil para luchar y prevenir las agresiones verbales o físicas contra la mujer.

La directora general de AECID en Marruecos, Cristina Salinas, recalcó que la importancia de este programa en Marruecos radica en la concienciación de las mujeres sobre otras formas de violencia que sufren a diario y que no tenían identificadas como tal, más allá de las agresiones físicas.

Y es que el acoso es tan recurrente para gran parte de las marroquíes que prefieren aplicar sus propias recetas: dejar de salir cuando se hace de noche, no acercarse solas a las paradas de taxis o autobuses y evitar caminar por ciertas calles y barrios.

A la postre, el resultado es volver a recluir a la mujer en casa y privarle del espacio público.

"El acoso se ha expandido de tal manera que parece hasta raro que una mujer se siente sola en un jardín público a disfrutar del paisaje sin que se sienta agredida, al menos psicológicamente", deplora la activista Amal Alami. Ella por lo menos está entre las que no se callan.

Por EFE

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