Brasil: sigue la contienda

La presidenta brasileña, del Partido de los Trabajadores, y el socialdemócrata Aecio Neves protagonizarán el 26 de octubre un duelo en segunda vuelta, entre partidos que se reparten el poder desde hace 20 años.

Redacción Internacional
05 de octubre de 2014 - 09:35 p. m.
La presidenta Dilma Rousseff obtuvo ayer el 41,53% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales. / AFP
La presidenta Dilma Rousseff obtuvo ayer el 41,53% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales. / AFP
Foto: AFP - Lucas Uebel

Dilma Rousseff ganó la primera vuelta electoral en los comicios celebrados ayer en Brasil, con el 41,53% de los votos. El 26 de octubre, la presidenta y candidata por el Partido de los Trabajadores (PT) disputará su reelección en segunda vuelta contra Aecio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), quien sorprendió al alcanzar el 33,63%.

El triunfo de Rousseff estaba cantado por todos los sondeos previos a la jornada electoral. La atención estaba más bien puesta en cuál de sus contendores pasaría al segundo round: si Marina Silva, quien llegó por accidente a la carrera presidencial y durante algunas semanas punteó en las encuestas, o Neves, un político que hace un mes tenía sus posibilidades prácticamente descartadas.

Tras la muerte del candidato original del partido socialista (PSB), Eduardo Campos, en un accidente aéreo, Silva quedó abanderada de esa campaña. En principio su estrategia de canalizar el inconformismo de quienes desde 2013 realizan protestas antigubernamentales y aparecer como la alternativa a la “vieja política” representada tanto por Rousseff como por Neves, la convirtió en un huracán electoral. Le favorecía también su pasado pobre y analfabeta, nacida en un remoto rincón de la Amazonia. Además, prometió una política liberal que atrajo la atención de los mercados. Su plan era reducir el gasto público, limitar la acción de la poderosa banca estatal y otorgarle al Banco Central plena independencia.

Así, buena parte de estos sectores la adoptaron como favorita y apostaron por su triunfo a través de la bolsa de São Paulo. A medida que Silva subía en los sondeos, el mercado paulista, que es el mayor de América Latina, registraba ganancias históricas, que le llevaron a quebrar una y otra marca gracias al entusiasmo generado por el “Estado mínimo” que la ecologista les ofrecía a los brasileños.

No obstante, los ataques que recibió por parte de Rousseff contra la falta de concreción en su programa, así como sus posiciones conservadoras y religiosas en temas como el aborto, la legalización del cannabis o del matrimonio igualitario, no sintonizaban con la idea de una “nueva política” que garantizaría una lucha contra la desigualdad social.

Marina empezó a verse como inexperta y carente de un apoyo político sólido para gobernar. Con su caída, Aecio Neves renació de las cenizas y su ascenso se produjo prácticamente un día antes de la jornada electoral, cuando empezó a aparecer como el segundo candidato con mayor intención de voto.

Neves es muy diferente de Silva en cuanto a su historia personal y política. Con una carrera política exitosa como senador, exgobernador, exdiputado y nieto de un expresidente, es un fiel reflejo de la élite política y económica brasileña y cumple los requisitos del manual para ser presidente. Lo primero que hizo tras conocerse los resultados ayer, fue llamar al partido de Silva a “unir fuerzas”. Esto alterará los sondeos hechos hasta ahora.

En el plano económico Neves tiene, al igual que Silva, un importante apoyo de los mercados. Es un candidato que ofrece reducir el tamaño del Estado y redefinir las relaciones con el eje “bolivariano” en Latinoamérica. Su campaña está centrada en el pobre crecimiento de la economía nacional, que registra su cuarto año de expansión moderada y una inflación al alza, y en una crítica al gobierno por casos de corrupción. Neves acusa a Rousseff y a su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) de “ahuyentar” a los inversionistas y “demonizar” las alianzas entre capitales privados y públicos.

El próximo 26 de octubre, los dos partidos que se han repartido el poder en los últimos 20 año volverán a disputarse la Presidencia de la potencia suramericana. Cualquiera que sea el ganador, tendrá que buscar cómo gobernar con una Cámara baja ampliamente renovada y en la que los principales partidos perdieron espacio.
Por ahora, los sondeos indican que Rousseff logrará reelegirse. Ganaría a Neves por 48% frente a 42%, según Datafolha; y por 45% contra 37% según Ibope. Desde el primer día de su gobierno, sin embargo, tendría la presión de un grupo de indignados que en estas elecciones, pese a la derrota de Silva y al triunfo del continuismo, ganó reconocimiento como una fuerza creciente en el país. La insatisfacción popular derivada en parte de los escándalos de corrupción, la obligaría a gobernar de una manera más transparente.

Con Rousseff presidenta, parece inevitable que las voces opositoras crezcan. En el país es necesario un ajuste que a pocos les va a gustar. Brasil acumula dos trimestres de crecimiento económico negativo, por lo cual ha entrado técnicamente en recesión, aunque el gobierno lo niegue. Afronta retos muy complejos para empezar a crecer sin que se dispare la inflación, que está en 6,5% y afecta sobre todo a las nuevas clases medias que emergieron gracias a las políticas impulsadas por Lula da Silva y continuadas por Rousseff (por las cuales 40 millones de pobres ingresaron en la clase media). Realizar ese ajuste económico también implicaría alterar las condiciones actuales de un estado intervencionista y socialmente protector.

Y si el Mundial de Fútbol de 2014 fue escandaloso por la multimillonaria inversión que hizo el gobierno para este evento, considerada un despilfarro innecesario por muchos brasileños que desde 2013 se han volcado a las calles para protestar contra la desigualdad social y la injusticia económica, la celebración de los Juegos Olímpicos de Río de 2016 también podría despertar movilizaciones en contra. El gobierno tendrá que evitar cometer los mismos errores en cuanto a retraso en la infraestructura y sobre todo atender las exigencias de trabajadores, sindicalistas e “indignados”.

Por Redacción Internacional

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