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La caleña que ayuda a los refugiados sirios en Alemania

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Claudia Pantoja, desde Alemania
17 de noviembre de 2015 - 11:37 p. m.
Alemania recibirá este año a 800.000 refugiados, según anunció Ángela Merkel.
Alemania recibirá este año a 800.000 refugiados, según anunció Ángela Merkel.

Soy caleña y resido en Alemania desde 1999. Emigré después de terminar mis estudios de economía en la Universidad del Valle, dejando una vida completa. En primera instancia, me fui del país porque encontré el amor de mi vida, pero también para continuar mis estudios de posgrado. Al llegar a Hamburgo, ciudad que ya había conocido, sabía que el desafío iba a ser grande, pero a pesar de todo estaba dispuesta a responder, pues consideraba que valía la pena. En el norte de Alemania las personas son distantes y frías, centradas, y todo es muy programado. Aquí la palabra espontaneidad no se conoce, y si se pronuncia suena tan ficticia que hasta parece un chiste.

Mis sueños siempre estuvieron dirigidos a conformar una familia y crecer profesionalmente. Así fue como en el año 1999 recibí la confirmación del gobierno alemán, luego de esperar casi ocho meses por una visa de estudiante. De esta manera, y con documentos en mano, tomé mis maletas, un par de artesanías, mis casetes y libros, rumbo aquello que sería mi nueva vida. A pesar de haberme preparado durante más de un año, después de mis cortas vacaciones en Alemania, el proceso de adaptación fue más complejo de lo que imaginaba. Primero, porque los planes se adelantaron, y, como nada en la vida es programado, un bebé venía en camino. Lo cual hizo que mis planes de estudio se retrasaran, pues en aquella época al gobierno regional alemán promovía que las madres debían pasar más tiempo con sus hijos, algo muy bonito y necesario, pero que en realidad no facilitaba el acceso a un cupo en un jardín infantil o guardería, a menos que se contara con un contrato laboral. Mi decisión, dado que el niño estaba muy pequeño, fue quedarme en casa. Tener que dejar a un lado la academia fue un golpe bajo; mientras aprendía el idioma en la escuela de alemán, durante cinco horas diarias e intensivas.

La segunda barrera para adaptarme fue la falta de amigos. Para los alemanes hay dos clasificaciones: los de infancia, con los que crecen y construyen historia, y los conocidos. Dado que no naces en este medio, jamás podrás ingresar a los círculos de amigos íntimos y pasas a ser un conocido más. Por ende, el ser una persona abierta, alegre y entradora, como somos los colombianos, no es tan agradable para algunos, mientras que otros lo ven de manera jovial, pero esto puede generar algunos malos entendidos, de tal manera que se sienten afectados en su privacidad.

Lo anterior me dejaba ver que había algo que no compaginaba y era la educación recibida en Colombia, centrada en la familia y la profesión, y mi manera de ser, una caleña al 100%. Las señales reales de este país eran distintas. La mujer alemana se inclina completamente por el tema laboral, es decir, crea su imperio, hace carrera, o se va al otro extremo como ama de casa consagrada. Sentir que mi proceso de adaptación no daba frutos me llevó a asistir a unas charlas con una experta en temas migratorios, pues abandonar el país, dejar a un lado los planes de estudio y toda esa seguridad emocional que recibes de tu medio natal, no es nada fácil, menos para una mujer que ama todo lo que implica la cultura latina.

Luego de tantos años de vivir por fuera, de haber comprendido esta sociedad, de estudiar en la universidad, logré independizarme y desde mi casa-oficina dirijo mi empresa especializada en moda y “marketing”. Desde 2013 he venido participando como miembro honorario, asistiendo a la cárcel para dictar cursos de manualidades y pintura a mujeres y jóvenes inmigrantes, víctimas de problemas sociales. Desde el mes de febrero del presente año, cuando se hicieron los anuncios sobre la apertura a los refugiados sirios, participo activamente en un grupo de ciudadanos alemanes con fines de ayudar en la adaptación de los refugiados que llegan al país. Dentro de este grupo de 20 personas, tres mujeres de origen latino somos las encargadas de ayudar a los refugiados a entender la cultura alemana. Empezando por un tema como la gastronomía, comprar en el supermercado, aprender a conocer los productos, para que puedan alimentarse bien y según sus gustos.

De esta manera, es como una caleña, aún con acento bien marcado, sigue su camino lejos de su patria, extrañando la brisa caleña de las cuatro de la tarde, los paseos en familia, la rica comida y sobre todo el calor humano que se siente cuando el avión aterriza en tierras vallecaucanas. Cuando camino por sus calles es como si nunca me hubiese ido, y cada partida suele ser como un hasta pronto que muy pronto se volverá a repetir.

Por Claudia Pantoja, desde Alemania

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