La calma griega

Luego de una semana convulsa, los griegos acuden hoy a las urnas para decidir el futuro del país. A pesar de las malas noticias por cuenta de la crisis, no hay manifestaciones, ni largas filas en los cajeros.

Lucía Alviz Navarro
04 de julio de 2015 - 09:03 p. m.
En las principales calles de Atenas hay tranqulidad. Los griegos asumen con calma la crisis que atraviesa el país. / AFP
En las principales calles de Atenas hay tranqulidad. Los griegos asumen con calma la crisis que atraviesa el país. / AFP

En esta semana he aprendido mucho de los griegos, porque, a diferencia de lo que los medios de comunicación muestran, Grecia hoy no está a punto de una revolución, las personas no pelean en los cajeros automáticos y los supermercados no están vacíos. Los griegos son personas calmadas, con buen sentido del humor, y están acostumbrados a pensar, mas no a pelear. Hacen muchas bromas acerca de la situación, al tiempo que piensan y debaten sobre qué es lo mejor para el país.

Desde el día en que el primer ministro, Alexis Tsipras, anunció el referendo y el no pago de la deuda, lo único que los atenienses han demostrado es que están dispuestos a tomar la mejor decisión. La gente sigue acudiendo a sus trabajos, los niños y jóvenes están disfrutando de las vacaciones de verano y los turistas siguen. No sé que vaya a pasar después de la jornada de hoy, pero hasta ahora los días transcurren con tranquilidad y nada ha cambiado la agenda de los griegos.

Salí a las calles para comprobar los rumores de disturbios, protestas y manifestaciones. Caminé por la plaza de Syntagma, la zona cero de Atenas, donde se encuentra la sede del Parlamento, el lugar más turístico de la ciudad después de la Acrópolis y el sitio favorito de los miles de turistas que llegan todos los días. Cientos de reporteros que estaban esperando con sus cámaras y sus micrófonos listos no encontraron malas noticias. Los turistas disfrutaban del cambio de guardia del Parlamento y muchos jóvenes griegos caminaban como si el país no estuviera a punto de la bancarrota.

La situación no era diferente en los cajeros automáticos, en donde, según la prensa, las filas eran interminables. Llegué al Banco Nacional de Grecia, y sólo alrededor de 10 personas esperaban allí su turno para retirar los 60 euros que les permiten sacar de su cuenta por día. Ninguno de ellos mostraba signos de rabia o se quejaba de la situación. Los cajeros de otros bancos se encontraban completamente vacíos, pero disponibles al público.

Quise comprobar entonces si había escasez o algún tipo de limitaciones. Caminé por la calle Ermos hasta llegar a Monasteraki, un recorrido lleno de tiendas, cafeterías y bares, y cada uno de estos lugares se encontraba lleno, tanto de turistas como de locales.

Muchas de estas personas estaban comprando, otras tan sólo compartían un café con sus amigos, la actividad favorita de los griegos todas las tardes, y otras simplemente caminaban contemplando la bella vista de la Acrópolis.

Al comprobar que la ciudad estaba en completa calma, tomé el tren y regresé a mi casa. Desde allí, sin embargo, seguía de cerca las noticias para ver si alguna manifestación, discusión o queja interrumpía la tranquilidad que se respiraba, pero tampoco sucedía nada. Sin embargo comprendí que la calma de los griegos no significa que no se preocupen por el futuro de su país.

De hecho, aquellos que estaban en las cafeterías discutían sobre la posible salida de Grecia de la Eurozona y sobre cuál era la mejor opción: votar por el sí o por el no en el referendo que se realizará hoy, 5 de julio. Un tema que se debate no sólo en las calles y locales; es de lo que se habla en cualquier reunión social. Largos y profundos debates como si estuviéramos en la época de Aristóteles y Platón.

Así que, cada vez que leo una noticia internacional o mi familia y amigos en Colombia me dicen que Grecia está pasando por una grave crisis social, producto de los disturbios, manifestaciones, falta de dinero y escasez de comida, les respondo que este país está afrontando la situación de manera ejemplar.

También les digo que no se preocupen, porque mi suegra nos llenó la nevera de comida (los griegos siempre se preocupan más por la comida que por cualquier otra cosa) y que la abuela de mi esposo nos envió muchas botellas de aceite de oliva para que no nos falte la otra semana, “cuando no haya alimentos disponibles”, así como lo aseguran muchos.

Cinco razones para la crisis griega

La raíz de la crisis
Una deuda de aproximadamente US$358.000 millones, que el país no puede pagar. Durante años el país estuvo gastando más dinero del que producía y financiando ese gasto a través de préstamos, algunos no declarados a la eurozona. La deuda hoy se estima en 177% del PIB.

Qué se hizo
El primer paquete de ayuda a Grecia fue de US$120.000 millones. Lo aprobó la Unión Europea y el FMI en 2010. El monto fue insuficiente. Hubo un segundo rescate por US$120.000 millones y se exigieron medidas de austeridad, que dicen terminaron agravando la situación.

Consecuencias
Se estima que la economía griega se ha reducido en un 25% desde el inicio de los programas de austeridad. El impacto sobre el pueblo griego es grave: 26% de desempleo y millones de ciudadanos griegos que están viviendo bajo la línea de pobreza.

El peor escenario
Se temía una cesación de pagos, lo que ocurrió esta semana cuando Grecia no logró honrar un pago al FMI. Grecia se convirtió así en el primer país desarrollado en entrar en mora con el organismo monetario y su impago en el más grande en la historia del organismo.

Referendo
El gobierno griego rechazó las últimas condiciones de la troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) y dejó en manos de la ciudadanía la aceptación de más medidas de austeridad, mediante un referendo que se celebra hoy.

Por Lucía Alviz Navarro

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