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La capital de la Alianza del Pacífico y de la expulsión

Un recorrido por Buenaventura, el puerto por donde pasa el 60% del comercio colombiano, la ciudad que más desplazamientos produce en Colombia. Sus habitantes huyen de la pobreza y la violencia causada por el narcotráfico hacia la que consideran la nueva tierra de las oportunidades: Chile.

Alianza El Espectador – Connectas*
25 de noviembre de 2014 - 02:03 p. m.
Las mujeres han tomado la decisión de migrar de Buenaventura a Chile en busca de mejores oportunidades para sus familias. |  David Bustos.
Las mujeres han tomado la decisión de migrar de Buenaventura a Chile en busca de mejores oportunidades para sus familias. | David Bustos.

 En las esquinas del puerto de Buenaventura, en el Pacífico colombiano, es común encontrar que se habla del ‘boom chileno; a quien se le pregunte da razón de que el primo, el sobrino, el amigo, el vecino o algún conocido empacó maletas y viajó a Chile. Por supuesto, cada quién le agrega lo propio hasta construir un imaginario de las oportunidades reservadas a quien se aventure a recorrer 2.800 kilómetros y tres países. Parece poco. (Vea la primera entrega de este especial aquí)

Los motivos son muchos, pero principalmente salen de la región para escapar de una realidad abrumadora. La violencia armada, el desempleo y la pobreza son las razones que obligan a que migren al no encontrar una pronta solución a las difíciles condiciones que les tocó vivir. Es la zona con mayores índices de expulsión del continente en los últimos años por motivos de violencia y pobreza.

El fenómeno se ha acrecentado durante 2013 y 2014, debido al recrudecimiento de la guerra entre bandas de narcotráfico por el control de un corredor estratégico que conecta a Colombia con el Pacífico.

Ipolita Panameño, madre de familia, relata que sus hijos gemelos, peluqueros, viajaron hace dos años a Chile.

“Ellos se fueron por la violencia, por su seguridad. En aquella época estaban matando a peluqueros y les tocó salir”, cuenta la mujer. Fue una dura decisión, pero la tomaron “porque estaban corriendo mucho peligro”. En Buenaventura, las peluquería son un centro frecuente de encuentro y conversación, y en medio de la cruenta guerra que libran las bandas criminales, el peluquero se convierte en un riesgo para los combos rivales.

Doña Ipolita, de unos 70 años, dice que hoy sus hijos están bien, que en Chile “han hecho un buen trabajo, tienen amistades, clientela y con su profesión sostienen a sus familias”. Al preguntársele sobre la situación de Buenaventura, prefiere callar, más bien se refiere a que también espera pasar su vejez en otra ciudad donde la vida sea un poco más amable.

El fotógrafo Germán Mosquera cuenta como sus tres hermanas decidieron migrar, una de ellas a Chile. Si bien reconoce que donde están sus seres queridos la situación también es difícil, sostiene que “de todas formas están mejor que acá. Una persona al ver su familia aguantando hambre tiene que salir del país a buscar un mejor futuro, eso nos tocó”.

Cuenta que las necesidades y razones para salir de Buenaventura son tan extremas que la gente prefiere prestar dinero incluso a tasas de usura o embargar las casas, para poder salir.

“Uno ve gente buscando plata como sea para irse, pero las cosas son así. Mire, aquí empleo no hay, está pesao, no hay las mínimas condiciones para vivir, por eso los muchachos se dedican hacer cosas malas, y de violencia ni hablemos, ha mejorao, pero se siente”, agrega Germán.

El ‘boom chileno’ es tan fuerte que hasta Letter & J Money, uno de los grupos musicales revelación de la ciudad, compuso una canción alusiva a este fenómeno. ‘La chilena’ cuenta la historia de una mujer que se fue para el país suramericano porque no encontraba trabajo en Buenaventura. Este tema musical es uno de los más sonados en las emisoras del pueblo.
“La canción ha pegao porque habla de una problemática de la población, que está viajando a buscar otros horizontes por la economía”, dice Marlon Mosquera, un joven que se gana la vida vendiendo discos ‘piratas’ en las calles del puerto.

El aumento de población que sale a buscar otros horizontes también se debe a la hermandad que existe entre las comunidades negras del pacífico colombiano.

“Cuando ya la gente se ubica en ese país, y como decimos en Buenaventura, ‘la cosa está buena’, empiezan a llamar a los padres, a los hermanos, a los hijos… entonces toda la población empieza a migrar”, dice Rodrigo Mena Valencia, funcionario de la alcaldía.

Valencia añade que la gente está migrando hacia Chile “por los costos, es mucho más económico para viajar, por la cercanía y porque allá se está presentando la facilidad”.

Entre tanto, en Buenaventura solo reinan las necesidades básicas insatisfechas: no hay agua potable, los servicios de salud y educación son regulares, y hay un alto índice de desempleo. En una ciudad que ha sido llamada por el presidente colombiano Juan Manuel Santos “La capital de la Alianza del Pacífico’”, es evidente que las familias no tienen viviendas dignas, los pocos espacios para la recreación y el deporte están deteriorados, y no es difícil encontrar un sinnúmero de obras inconclusas.

“Estamos en un entorno geográfico rico en cuanto a su biodiversidad, vivimos en uno de los puertos más importantes del suroccidente colombiano, es un contraste con la población porque estamos inmersos de unas riquezas, pero nuestra población está totalmente pobre (…) estamos de espalda a la inversión del Estado”, asegura Edwing Janes Patiño, presidente del Concejo de Buenaventura.

A este panorama social, se suma el conflicto armado. Allí convergen diversos grupos ilegales como la guerrilla de las FARC, las bandas criminales y organizaciones dedicadas al narcotráfico, que se disputan el control del territorio.

Dichos grupos han sembrado el terror en la zona, presentándose las más despiadadas acciones de violencia, hechos que en los últimos tres años se han recrudecido. Lo más triste: sus disputas se han presentado en plenos barrios populares dejando una profunda huella de muertos y desaparecidos.

Las dinámicas delictivas llevaron a la Defensoría de Pueblo en enero del 2013 a calificar al 35 por ciento de los barrios de la ciudad como zonas de riesgo. Según cifras oficiales, las confrontaciones también han generado graves casos de desplazamientos, se indica que en el último año más de 13.000 personas abandonaron sus hogares.

Para contrarrestar la ola de violencia y de terror en Buenaventura, el pasado mes de mayo, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, anunció la militarización del puerto y confirmó que la seguridad estaría a cargo de 2.400 militares y policías.

“El Gobierno colocó un plan de choque militarizar en la ciudad para bajar un poco los efectos de la violencia, pero nosotros que estamos en los sectores somos conscientes que eso no ha servido para nada. La solución de lo que pasa en Buenaventura no es pie de fuerza, es inversión social”, dijo Gilberto López, asesor de Derechos Humanos y coordinador de la Capilla de la Memoria de la Parroquia San Pedro Apóstol, ubicada en el barrio Lleras, uno de los sectores en disputa.

Así las cosas, el Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico, como es conocida oficinalmente Buenaventura, no es el lugar digno para vivir. Hoy sus habitantes prefieren apostarle a Chile, un país donde hay posibilidades y ofertas laborales, la economía es estable y, por encima de todo, no los obliga a sentir que su vida y la de sus seres queridos pende a cada instante de un hilo.

* Para este reportaje un equipo liderado por el diario El Mercurio de Antofagasta, de Chile y la plataforma de periodismo latinoamericano CONNECTAS, en alianza con el portal colombiano Agenda Propia, el peruano Útero.Pe y VICE Colombia, se sumergió en una realidad que aún está ausente en los ampliamente anunciados esfuerzos de integración latinoamericanos. 
 
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Por Alianza El Espectador – Connectas*

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