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Las caras de Irak

La situación en ese país sigue siendo muy difícil: el grupo yihadista Estado Islámico (EIIL) tomó el control de un pueblo de mayoría chiita. Otra guerra que se complica con los días.

Víctor de Currea-Lugo. / Erbil, Irak
15 de julio de 2014 - 05:09 a. m.
En Kirkuk se han presentado varios atentados con carros bombas. Las fuerzas de seguridad vigilan la ciudad al norte de Irak.  / AFP
En Kirkuk se han presentado varios atentados con carros bombas. Las fuerzas de seguridad vigilan la ciudad al norte de Irak. / AFP
Foto: AFP - MARWAN IBRAHIM

Irak como unidad no existe, aunque los libros digan otra cosa. En la frontera norte, por donde entré, el pueblo que lo habita, la lengua que se habla y las banderas que se muestran son de Kurdistán. Los dos controles militares antes de llegar a Erbil (capital del Kurdistán iraquí) son del ejército kurdo, los Peshmerga, palabra que significa: “Los que se enfrentan a la muerte”.

Los buses toman ahora otra ruta para evadir Mosul, ciudad de casi dos millones de habitantes que hoy está en manos de las milicias radicales del recién creado Califato Islámico. El viaje se prolonga por horas y horas entre pasos fronterizos y controles donde prácticamente no se habla inglés.

Mi pasaporte colombiano me resulta, tristemente, más una traba que una ayuda, así que viajo con el pasaporte español. Cuando lo revisan siempre sale una pregunta en la conversación, sea en Irak, Afganistán o Etiopía: ¿Barcelona o Real Madrid? Yo sonrío con cansancio. Messi no sabe cómo su nombre me ha aligerado el viaje. En Erbil hay una fiebre de ladrillo. El petróleo kurdo aumenta las construcciones y la urbanización genera independencia económica, que alimenta la independencia política. Por todos lados hay nuevas edificaciones con avisos de “se arrienda”. Pero por la ofensiva de las milicias del Califato Islámico, el combustible escasea y la economía se siente amenazada. Las filas en las gasolineras son interminables y el transporte es cada día más costoso.

La ciudad es receptora de desplazados de Mosul y hasta de Bagdad. Hay también refugiados sirios que se pierden entre el calor del verano y la celebración de ramadán. Y hay 29 consulados, todo un símbolo de su creciente vocación de independencia.

En Erbil casi no se siente la guerra, que está a menos de 80 kilómetros. En la tomada Mosul los milicianos excavan la tumba del profeta Jonás, el de la ballena, mencionado en la Tora, la Biblia y el Corán.

Ahora vamos a Kirkuk. A pesar de la proximidad del frente de batalla, a unos pocos kilómetros, la ciudad sigue su rutina, nos dice una taxista local. Es más, no hubo sino un control militar entre Erbil y Kirkuk; pero debajo de esa aparente normalidad hay un hervidero que fuimos descubriendo.

En un puesto de té, que encontramos al bajar de la ciudad antigua, charlaban alegremente árabes, turcos y kurdos. Unos viven allí desde mucho antes, mientras otros recién llegaron desplazados por la guerra. Unos huyen del ahora llamado Califato, otros temen más a los abusos del ejército iraquí, pero todo agradecen a los Peshmerga.

Algunos nos enseñan sus palomas mensajeras, que ya no llevan cartas de amor sino las usan simplemente para hacer competencias entre ellos. Nos dicen que demoran tres horas en llevar un mensaje hasta Bagdad. Estas aves ya no tienen la magia de las historias de amor en que llevaban mensajes dolorosos. La llegada de los celulares desplazó a las palomas.

Un militar nos dijo más o menos lo mismo que un lugareño: se producen alrededor de ocho secuestros al día, muchos de ellos “exprés”. De hecho, nuestro guía notó cómo en un sitio de absoluta amabilidad insistían en ofrecernos té y demorar nuestra partida mientras llamaban a otros para informar de la presencia de dos extranjeros, el periodista español Tomás Alcoverro y yo.

Otra cosa que nos comentaron fue la cantidad de policías de civil en la ciudad. De hecho, no hay extranjeros. El vacío de seguridad creado por la guerra está siendo aprovechado por grupos armados que secuestran y cometen otros delitos. Por eso el guía nos recomienda no estar por mucho tiempo en el mismo lugar.

Erbil es la capital de la región. Kirkuk desde ahora está bajo defensa kurda porque, además, son los únicos que pueden protegerla. En río revuelto, ganancia de kurdos. Las dos ciudades tienen hoy en común la cercanía de la guerra, el ramadán, la defensa de los Peshmerga, y sus centros históricos: el de Mosul destruido y el de Erbil en obras de recuperación.

Los Peshmerga nacieron como organización armada en los años veinte. Fueron los grupos independentistas que pelearon contra Sadam Hussein en los años noventa y quienes precisamente lo capturaron en 2003. Hoy, también se llama así al ejército del Gobierno Regional del Kurdistán.

En las calles de Kirkuk controlan todo, nos impiden tomar fotos, nos siguen con la mirada, nos revisan la cámara y, cuando tratamos de visitar el museo de la ciudad, nos piden una orden de la municipalidad. Una mezcla de autoritarismo, conflicto, burocracia y control, eso es el norte de Irak.

Por Víctor de Currea-Lugo. / Erbil, Irak

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