Clinton o Trump: los escenarios para Colombia

El mundo aguanta la respiración frente a la elección más apretada de los últimos tiempos. Análisis de un internacionalista.

Miguel Benito Lázaro *
06 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
Seguidores de la candidata demócrata, Hillary Clinton, en Michigan. Las encuestas revelan una caída en los últimos días. / AFP
Seguidores de la candidata demócrata, Hillary Clinton, en Michigan. Las encuestas revelan una caída en los últimos días. / AFP

¿Qué ocurriría si Donald Trump es el próximo presidente? ¿Estados Unidos daría un viraje radical? ¿El legado de Obama desaparecería? Si estas inquietudes le dan vueltas por la cabeza desde hace unos días —para ser exactos, desde que las encuestas han empezado a acortar las diferencias entre los dos candidatos y la posibilidad de ver a Trump en el despacho Oval no suene imposible—, le diré, paciente lector, que no es el único.

Los gobiernos de todo el mundo, las empresas, los mercados y un montón de personas como usted y yo estamos en las mismas. Nadie tiene muy claro qué puede pasar el 21 de enero de 2017 si Frank Underwood (protagonista de House of Cards), perdón, quise decir Donald Trump, es el presidente de la principal potencia de nuestro tiempo.

La ansiedad que produce el magnate inmobiliario contrasta con la predictibilidad, casi indiferencia amodorrada, con la que se mira a Hillary Clinton. Nadie espera grandes sorpresas si ella llegare a ser la primera mujer presidente de Estados Unidos.

¿Y Colombia?

En el caso de que sea Hillary Clinton la ganadora el próximo martes, no parece que haya muchas dudas. Sus décadas de experiencia son indicativas del tipo de política exterior que podría seguir. Además, su paso por la administración de Barack Obama como secretaria de Estado y las filtraciones de Wikileaks revelan un perfil más o menos claro.

Lo suyo apunta a la continuidad con Irán y Cuba, y un paulatino endurecimiento de la política exterior en el caso de Siria —operaciones encubiertas, entrenamiento y armamento para la parte más prooccidental de la oposición al gobierno de Bashar al Asad—. Esta mayor disposición a intervenir en Siria, unida a las recurrentes interferencias de Rusia en esta campaña presidencial estadounidense, apuntan a un escenario de mayores tensiones con el gobierno de Putin, pero sin exagerar y caer en manidos tópicos sobre una nueva Guerra Fría.

No esperen nada muy distinto de las tradiciones del internacionalismo liberal estadounidense y, desde luego, si quieren un modelo de política exterior para la presidencia de Hillary recuerden a su esposo, pónganle unas gotas de Obama y smart power en versión del profesor de Harvard Joseph Nye y pueden tener una idea bastante aproximada.

Y eso puede ser bueno para Colombia. Por un lado, Clinton se declara dispuesta a mantener el apoyo a Paz Colombia —aunque el “No” en el plebiscito del pasado 2 de octubre puede afectar la cantidad de dinero que pueda comprometer el gobierno estadounidense— entendida como continuidad del Plan Colombia que fue negociada por Andrés Pastrana con Bill Clinton.

En este sentido, mantener esos lazos con Colombia demostrarían los lazos y continuidades de la política exterior estadounidense casi como una empresa familiar. Cualquier desenlace positivo en la etapa del posplebiscito permitiría a Clinton defender la idea de que sólo la persistencia y la responsabilidad crean alianzas sólidas y fructíferas. Además, Hillary, por su trayectoria, es del gusto de buena parte de los funcionarios y especialistas en política exterior tanto republicanos como demócratas. Eso facilitaría a Clinton un canal de comunicación con el otro gran partido, de cara a evitar una situación de bloqueo en las cámaras legislativas como la que ha tenido que enfrentar Obama.

El mundo, según Trump

Todo lo que se pueda decir de lo que Trump podría llegar a hacer no deja de ser especulación. No ha tenido cargos públicos en su vida. No hay un antecedente que sirva para intuir su política, así que lo que se sabe pasa por sus propias palabras y, según ellas, el mundo es un lugar aterrador en el que Estados Unidos carga demasiadas responsabilidades y obtiene pocas ventajas.

Así, Trump lejos de coincidir con Clinton en el mantenimiento de los compromisos internacionales de Estados Unidos, se ha declarado dispuesto a revisar todos los tratados suscritos por su país. Primero, los de libre comercio y, después, todos los demás. De esa revisión de tratados no se escapa ni la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o los acuerdos de No Proliferación Nuclear y de Armas de Destrucción Masiva. Si los aliados no pagan su parte —definida unilateralmente por el propio Trump— no hay acuerdo ni rúbrica que valga. Para Trump la política internacional no es más que negocio, por lo que todo se mide en términos de dinero.

Si con Clinton las relaciones con Rusia podrían complicarse, Trump no ha dejado de alabar a Putin —buscando, por ejemplo, su complicidad en los casos de hackeo informático—. Para el candidato republicano —o más bien antiestablishment y anti Washington— el eje de la competencia global está en Asia y tiene un nombre, China, con la que el empresario parece dispuesta a ir a la guerra… comercial y económica. El comercio es un juego de suma cero y para cumplir el eslogan de campaña “Make America Great Again” (Hacer de nuevo grande a América), alguien tiene que perder.

Otra incógnita para pensar la política exterior de Trump es pensar quién tendría que implementarla. Con una mayoría de los habituales encargados de la política exterior bajo administraciones republicanas manifestando su apoyo a Clinton no está claro en quién podría recaer la tarea de ejecutar la nueva política exterior.

Si quiere pensar qué significaría para Colombia Donald Trump como presidente, me permito sugerir dos cosas: primera, piensse qué acuerdos mantienen Bogotá y Washington y, segunda, recuerde qué tiene Colombia que le sirva a Trump. Conclusión: prepárense para rascarse los bolsillos. Plan y/o Paz Colombia y el tratado de libre comercio entre ambos países no se salvarían de la revisión general que propugna Trump. Y recuerde querido lector, para que alguien gane, las contrapartes deben perder. Quizá los fondos para la paz se verían reducidos.

¿Sería más complicado conseguir la visa? No inmediatamente, quizás endurecería con el tiempo los requisitos para solicitar el visado, pero el proceso ya es muy exigente. Quizá se den menos visas, menos cupos, en la medida que sean visas de turismo e inversión no habrá problema. De residencia sí habría más problema, pero las dificultades las tendrían los que están de ilegales.

Por otra parte, una victoria de Trump podría animar el mal ejemplo y el rebrote del populismo nacionalista en otros países. El 2017 es un año importante para el futuro del orden internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial. Un orden que, para muchos estadounidenses, ya no vale. Si no es posible reconstruirlo en beneficio de su país es mejor acabarlo y retirarse del mundo. Y dedicarse a levantar muros. Al fin y al cabo, Trump ha hecho su fortuna con la especulación inmobiliaria y con la construcción. Quizá ese es su plan para EE. UU.

Tentación proteccionista

En lo que sí parece haber algo de coincidencia entre los dos candidatos es en la aplicación de algunas medidas proteccionistas o de menor exposición a las fuerzas de la globalización. Con Clinton el respeto de los tratados protege el TLC colombo-estadounidense, pero bajo “The Donald”, no. En ambos casos, las negociaciones para creación de áreas de libre comercio transpacífico pueden darse por enterradas —porque muertas ya parecen en este momento—.

El próximo martes sabremos si el “Apocalipsis Trump” ha llegado o si, por el contrario, la inercia Clinton se mantiene. Estados Unidos vota… y el resto del mundo aguanta la respiración.

* Historiador e internacionalista.

Por Miguel Benito Lázaro *

 

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