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La crisis de la izquierda latinoamericana

La “izquierda victoriosa” de la década pasada va saliendo cabizbaja del escenario regional, marcada por actos de corrupción y de abuso de poder.

Beatriz Miranda, especial para El Espectador
09 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
En Caracas, Venezuela, un militante del chavismo, vestido como el “Che” Guevara, esperaba el domingo los resultados de las elecciones legislativas, en las que la oposición obtuvo la mayoría.  / AFP
En Caracas, Venezuela, un militante del chavismo, vestido como el “Che” Guevara, esperaba el domingo los resultados de las elecciones legislativas, en las que la oposición obtuvo la mayoría. / AFP

Las elecciones legislativas de Venezuela llamaron la atención de gran parte del mundo. Después de casi 16 años de gobierno chavista, éstas representaban la puerta estrecha para que la oposición venezolana, liderada por Enrique Capriles y Leopoldo López, retornara al poder. Al contrario de lo que se pronosticó, el presidente Nicolás Maduro reconoció la victoria de la oposición.

Sin duda, esto cambiará la correlación de fuerzas en Venezuela, estableciendo un nuevo balance de poder. Este triunfo le da a la oposición potestad “para aprobar el presupuesto nacional y créditos adicionales, investigar e interpelar a funcionarios públicos y, entre otras, aprobar una ley de amnistía para quienes consideran “presos políticos”, lo que beneficiaría a Leopoldo López y a Antonio Ledezma. El resultado podría abrir paso a un referéndum revocatorio contra Maduro, instrumento jurídico constitucionalmente permitido, a partir de abril de 2016, cuando cumpla la mitad de su mandato de seis años.

Por el momento, pareciera ser una gran victoria de la oposición, pero es bueno imaginar lo que vendrá para Venezuela y la región en los próximos meses. ¿La población chavista aceptará el resultado de las urnas o saldrá armada a defender su revolución? ¿Venezuela vivirá nuevamente una polarización desmedida o los chavistas continuarán rindiéndose al desabastecimiento, las filas interminables, a los apagones y a las dificultades del diario vivir?

Con este resultado, los días de Maduro podrían estar contados. Además de una oposición mayoritaria, los venezolanos en el exilio y el segmento conservador regional y mundial estarán enviando sumas significativas de plata para que esta derrota sea definitiva y rápida. En esa hora, las reservas de petróleo y gas cuentan.

El presidente elegido de Argentina, Mauricio Macri, ya no tendrá que trabajar en pro de la expulsión de Venezuela del Mercosur. En el momento que haya una ruptura del orden institucional, a Venezuela le aplicarán la cláusula democrática y su salida será automática.

La “izquierda victoriosa” de la década pasada va saliendo cabizbaja del escenario regional, marcada por actos de corrupción y de abuso de poder. Qué pesar que la izquierda nuevamente haya perdido la oportunidad histórica para transformar el continente. Se calificaron a sí mismos de izquierda, pero gobernaron con el manual de la derecha en su mesita de noche, como si no hubieran luchado siglos y siglos para llegar al poder. En este momento, van en retirada, pero lo más irónico es que están devolviendo el poder a sus contradictores históricos, no por la eficiencia o compromiso de estos con sus países, sino más bien por la ineficacia de la propia izquierda, su desactualizada ideología y retórica.

Como muchos, celebraría que esta nueva ola gobiernista se acercara a una social democracia, pero todo indica que la derecha política continental se recrudecerá: Maurício Macri en Argentina, la presidenta Dilma Roussef se equilibra en los hilos frágiles de la democracia brasileña actual, más de 50% del pueblo boliviano está en contra de una reforma constitucional que posibilite la reelección del presidente Evo Morales. Colombia, el último reducto de las guerrillas latinoamericanas, está ad portas de firmar un proceso de paz, Cuba se ha acercado a Estados Unidos, a pesar del bloqueo, y Venezuela, la punta del iceberg, inició ayer un nuevo ciclo.

Durante más de una década estos gobiernos progresistas tuvieron una agenda social de largo plazo. Indicadores sociales registran la disminución de la pobreza, pero no de la desigualdad.

En los próximos años, la región va a estar a la deriva de los nuevos TLC, vivirá el retroceso de la integración regional, el fortalecimiento de la Alianza del Pacífico y del Acuerdo Transpacífico –que tanto atentan contra temas estratégicos como la soberanía alimentaria, el derecho a la educación y a la salud–, la entrega unilateral de sus recursos naturales, al mejor estilo de los “Banana Republic”, de la lucha contra ISIS, en donde los orgullosos latinoamericanos formarán filas y, en breve, en el marco de esa nueva guerra, tendremos nuevas bases militares en el Cono Sur.

En este efecto dominó, falta poquito, falta Brasil, de ahí en adelante, el camino estará despejado. La esperanza ahora es que la derecha en el poder aplique los principios democráticos por los que supuestamente luchó. Se tardarán años para que una izquierda renovada, más responsable, ética y conocedora del ejercicio del poder vuelva. Sólo entonces, la alternancia podrá marcar rutas de desarrollo y la coexistencia de dos modelos, lo que servirá para realmente mejorar el bienestar de la sociedad latinoamericana y del Caribe.

Desde la Carta de Jamaica a la conformación de la Celac –Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe– se tardaron 200 años, ¿cuántos años tardarán para borrar las equivocaciones de la nueva izquierda?

 

Por Beatriz Miranda, especial para El Espectador

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