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Las cuentas extrañas de la FIFA

Más de 50 posibles casos de lavado de dinero, a través de cuentas en Suiza, ponen en riesgo la elección de Rusia y Catar como sedes de los mundiales de 2018 y 2022.

Juan David Torres Duarte
18 de junio de 2015 - 01:13 a. m.
El fiscal general de Suiza, Michael Laubre, durante la rueda de prensa en Bern (Suiza). /AFP
El fiscal general de Suiza, Michael Laubre, durante la rueda de prensa en Bern (Suiza). /AFP

El fiscal general de Suiza, Michael Laubre, dio este miércoles una rueda de prensa breve y con pocas conclusiones certeras. Resultaba comprensible que, en medio de los casos de soborno por los que Estados Unidos acusa a la FIFA, Laubre sólo dijera que están investigando y que Suiza ha emprendido, desde el momento mismo en que capturaron a siete cabezas de la organización a finales de mayo —y acusaron, en total, a 14—, una búsqueda independiente que examinará sus cuentas bancarias, sus movimientos y relaciones. En medio de la seriedad pétrea del encuentro con los medios, Laubre tuvo tiempo para una metáfora precisa: “El mundo del fútbol debe ser paciente —dijo—. Esto durará más de 90 minutos”.
 
Años. Los investigadores suizos se tomarían años en analizar los contenidos imprevistos —tal vez sorpresivos— de las nueve terabytes de información de la FIFA que la justicia suiza ha decomisado. “Nuestra investigación es de gran complejidad y bastante sustancial. Para darles un ejemplo —dijo Lauber—: la oficina del fiscal general ha decomisado nueve terabytes de datos. Hasta ahora, nuestro equipo de investigación ha obtenido evidencia sobre 104 relaciones bancarias; tengan en cuenta que una relación bancaria contiene varias cuentas bancarias”. Años. Cada una de estas relaciones bancarias significa una investigación minuciosa sobre los lugares de donde venía el dinero, hacia dónde iba, qué motivo tenía y en qué momento exacto —las votaciones por los mundiales, el favorecimiento a cierta confederación— se sucedieron.
 
Entre esas relaciones bancarias, recordó Lauber, hay 53 casos de posibles sobornos a integrantes de la FIFA. La verificación de estos procesos conduciría, si existe la suficiente evidencia, a la reevaluación de Rusia y Catar como sedes de los mundiales en 2018 y 2022 porque, también es posible, algunos de los representantes de estos países podrían haber ofrecido dinero para tener votos a su favor. Chuck Blazer, miembro de la FIFA hasta 2013, aceptó que recibió sobornos durante la elección de los mundiales en 1998 y 2010; Jack Warner, en la mesa ejecutiva de la organización hasta 2011, es investigado por unas transferencias entre la Concacaf —de cuyas cuentas él se encargaba— y la FIFA, montos que se acercan a los US$10 millones y que tienen apariencia de sobornos. Por eso, Lauber dijo que entre más se amplíe la investigación más gente, es posible, estará involucrada. Hasta ahora, sin embargo, no hay evidencia suficiente para sacar a Rusia y Catar de su tarea anfitriona.
 
Tanto la FIFA como los investigadores están en un momento de presión y de intereses: Estados Unidos investiga los posibles sobornos y es, al mismo tiempo, uno de los países que peleó para ser anfitrión del mundial en 2022; Inglaterra pide que sean reevaluados los anfitriones de las próximas copas, a pesar de que tiene un conflicto de intereses al haber sido candidato en la puja por el mundial de 2018, que ganó Rusia. La FIFA se ha declarado como víctima en el proceso y los fiscales suizos arguyen que su posición es cierta, por ahora: la FIFA es justamente la primera entidad que resulta afectada por los movimientos —expuestos por mucho tiempo por periodistas como Andrew Jennings— de sus ejecutivos de más alto rango. Blatter, a pesar de las aseveraciones de Lauber, todavía parece fuera del radar. Será contactado, quizá, para interrogatorios y pesquisas. Blatter, aunque renunció pocos días después de su reelección a principios de junio, aún no ha dejado el cargo.
 
Las investigaciones que llevan los órganos fiscales de Suiza y Estados Unidos son independientes, y Lauber aclaró que la transferencia de información podría ocurrir según la voluntad de los países. Los siete ejecutivos de la FIFA encarcelados en Suiza esperan ser extraditados a Estados Unidos; Blazer ya ha hablado y Warner espera convertirse en un testigo fundamental —ha prometido relatar todo cuanto ha visto y oído—. La justicia de Estados Unidos está también pendiente de la captura de José Margulies, empresario de la FIFA acusado —como el resto— por la recepción de cerca de US$150 millones en sobornos, pero quien, dado que estaba en el exterior cuando ocurrieron las capturas, tuvo tiempo para resguardarse en Brasil, donde se nacionalizó hace más de 40 años. 
 
“José Natalio Margulies figura en la lista de buscados por Interpol, lo que expresa el interés de Estados Unidos por apresarlo —dijo Gilmar Mendes, ministro de la Corte Suprema de Justicia de Brasil—. Con todo, no existe registro de ningún pedido de extradición, tampoco de requerimiento de prisión para fines de extradición que hayan sido efectivamente encaminados”. En Brasil, el Congreso comenzó en mayo una investigación por evasión de impuestos y lavado de dinero sobre José María Marín, presidente de la Confederación Brasilera de Fútbol, capturado. Margulies podría tener una oportunidad de escapar: solicitó un habeas corpus que obliga a este país a proteger a sus ciudadanos de cualquier juzgamiento en el exterior.

Por Juan David Torres Duarte

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