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La cuna de la migración

La violencia es una de las principales causas que impulsan la ola de menores que está llegando ilegalmente a EE.UU.

Redacción Internacional
04 de julio de 2014 - 11:30 a. m.
 Un menor deportado de Estados Unidos a su llegada a la ciudad de San Pedro Sula, Honduras.  / Fotos: AFP
Un menor deportado de Estados Unidos a su llegada a la ciudad de San Pedro Sula, Honduras. / Fotos: AFP
Foto: AFP - ORLANDO SIERRA

Si las cosas no cambian, al menos 90.000 menores de edad que viajan solos habrán llegado a la frontera entre Texas (EE.UU.) y México para el final de este año. Si las cosas no cambian, el 98% de estos jóvenes migrantes seguirá saliendo de tres países centroamericanos, Honduras (28%), Guatemala (24%) y El Salvador (21%). Y parece que las cosas no van a cambiar prontamente.

El cambio que sí se ha registrado es la inversión en la pirámide migratoria, por llamarla de alguna forma. Antes de 2012, el 75% de los menores migrantes sin compañía que llegaban a Estados Unidos provenía de México. Hoy, este país aporta el 25% de este tipo de inmigrantes.

En 2009, las autoridades de frontera de EE.UU. aprehendieron a poco más de 3.300 menores centroamericanos. Entre 2010 y 2012, el promedio anual de estos arrestos fue de 6.500. El año pasado llegaron a ser 21.537.

¿Qué impulsa a estos menores a recorrer más de 1.000 kilómetros de caminos plagados de diversos peligros? Las estadísticas cuentan una historia en la que la violencia es la reina: violencia en la casa o en las calles. De acuerdo con un estudio de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) a 48 de estos migrantes, el 70% de esta población ha sido víctima del crimen organizado, de un actor estatal o de sus familiares.

En un listado anual compilado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal de México, dos ciudades de Honduras figuran entre las primeras diez más peligrosas del planeta, a juzgar por sus tasas de homicidio: San Pedro Sula (187 asesinatos por cada 100.000 habitantes) y el Distrito Central (79,42). Ciudad de Guatemala entró en la lista en el octavo lugar (68,40) y San Salvador, la ciudad de El Salvador que más arriba está en la clasificación, aparece en el número 27 (44,74).

Pero la estadística no habla del poder puro de la desesperación, el terror absoluto que hace que una persona se desprenda de una vida para enfrentarse a un camino largo, complejo en condiciones geográficas y con posibilidades muy escasas de éxito una vez se llega a Texas, si acaso se llega. Estos elementos los entrega el relato de un joven que, sólo identificado como Jesús, narró ante las autoridades de frontera de EE.UU. cómo una pandilla en Guatemala masacró a su hermano mientras dormía en la cama de al lado o cómo un hombre perdió a buena parte de su familia por haber arrestado a miembros de una organización criminal cuando sirvió como soldado.

El miedo de regresar a su país de origen, Honduras, impulsó a una mujer a subirse a La Bestia, uno de los muchos trenes de carga sobre los que viajan los inmigrantes para avanzar en su camino hacia el Norte. En medio de la noche, una redada de las autoridades migratorias sembró el pánico entre los viajeros y en la confusión la mujer cayó y La Bestia cortó una de sus piernas. El miedo continúa siendo su fuerza vital: su deseo de llegar a Estados Unidos no ha mermado.

Durante 2013, las autoridades de Estados Unidos consideraron que en el 85% de los casos que un inmigrante aseguraba tener miedo de volver a su país de origen, las razones para invocar ese temor eran válidas. En 2012, sin embargo, sólo el 34% de los pedidos de asilo (la mayoría basados en estas razones) había sido concedido.

Estas cifras, aunque presenten un panorama ciertamente contradictorio, han llevado a que algunos se refieran a la masiva llegada de personas a la frontera con Estados Unidos como una crisis de refugiados, no como una migratoria.

El auge de la violencia se ha sumado a una suerte de mito urbano que ha cobrado cierta tracción entre los migrantes: un menor sin compañía o una madre con un niño tienen mejores probabilidades de quedarse en Estados Unidos. Esto no se debe a que la política migratoria de este país se haya relajado: de hecho, la mayor reforma de los últimos tiempos en este tema se encuentra estancada en la Cámara de Representantes, mientras que en el Senado fue aprobada junto con un paquete de inversión que les daría más dientes a las autoridades fronterizas.

El rumor obedece a que, en el terreno, muchos inmigrantes, principalmente menores o madres con niños pequeños, pueden ser liberados en Estados Unidos, aunque bajo el compromiso de reportarse con un oficial de migración, mientras se desarrollan los procesos legales para deportarlos o acogerlos como refugiados, que a veces llegan a tomar más de un año.

Este panorama puede cambiar de manera drástica, pues el presidente Obama le pidió hace poco al Congreso modificar una ley para acelerar la deportación de ciudadanos de Centroamérica, un proceso que hoy sólo se aplica rápidamente a personas de México o Canadá.

Por Redacción Internacional

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