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De actriz a primera dama de México

Enrique Peña Nieto, tuvo una actriz protagónica: su esposa Angélica Rivera, quien a partir del próximo primero de agosto lo acompañará en el Palacio Nacional.

Diego Alarcón Rozo
10 de julio de 2012 - 10:37 p. m.

Angélica Rivera sabe sonreír. Sonrió durante la campaña, cuando gran parte de los mexicanos ya conocían su sonrisa y era la cara amable, aún más amable, de un Enrique Peña Nieto que se desenvolvía cómodamente en frente de las masas, de las cámaras, de los periodistas. No era la simple esposa del candidato que acompaña los mitines saludando en la lejanía o resguardándose en la sombra mientras su marido saltaba al estrado de la plaza pública. Ella era popular y los populares por lo general pueden ayudar atrayendo votos. Estrategia elemental.

Angélica Rivera acompañaba a Enrique Peña Nieto en sus giras y discursos. En su mano cargaba una cámara de video con la que registraba todo: las multitudes de frente a su esposo, la emoción de sus seguidores cuando él se acercaba a saludar, los abrazos con la gente, una joven que le decía “!está bien guapo señor!” y ella asentía girando la cámara y lanzando algún comentario, como quien es testigo y parte de un documental. Luego ambos regresaban al carro que los transportaba, Peña Nieto en la silla de adelante y ella atrás sin dejar de grabar. Entonces la mujer le hacía preguntas que el candidato contestaba con propuestas de campaña y le daba ánimo cuando él decía que se había esforzado tanto en la plaza que “ya se me fue la voz”.

Así la campaña fue transcurriendo en una especie de reality televisivo del que hoy se encuentran varios clips en YouTube, como la huella de una campaña victoriosa. La finalidad está cumplida porque desde diciembre, Enrique Peña Nieto asumirá como el presidente de todos los mexicanos a pesar de que no todos hayan votado por él, y Angélica Rivera se convertirá en la primera dama del país a pesar de que los críticos más ácidos la tilden de frívola y al nuevo gobierno como un gobierno de farándula.

En todo caso, observando la realidad en retrospectiva, que Angélica Rivera estuviera de este lado de la cámara y no en frente, resultaba una postal poco usual para ella, quien desde muy joven se hizo famosa. En 1987 el nombre de Enrique Peña Nieto sonaba como el de cualquier mexicano que se encuentra en el supermercado, como el de cualquier estudiante o ciudadano. No sucedía lo mismo con Rivera porque con 17 años el diario El Heraldo de México la proyectaba como una de las nacientes figuras de la televisión, una futura protagonista de telenovelas en el país de las telenovelas.

La apariciones públicas y los contratos comenzaron a llegar uno tras otro a partir del año siguiente. La joven Angélica ya no sólo actuaba: se convirtió en la imagen publicitaria de algunas compañías, presentaba programas de entretenimiento, participaba en un video musical de Luis Miguel, los periodistas la buscaban para entrevistarla. En poco tiempo se convirtió en una estrella.

Enrique Peña Nieto conoció a Angélica Rivera en 2008. Como gobernador del Estado de México contrató a la actriz para ser la imagen de una campaña que expondría los éxitos de su gestión como gobernador y ella sería el mejor vehículo para captar la atención de la gente. Era un momento estratégico: Peña Nieto adelantaba una gestión exitosa en la gobernación. El horror sanguinario de las organizaciones criminales ya copaba las primeras planas, pero el Estado de México seguía siendo un lugar seguro y en crecimiento, con campañas sociales que tendían manos a la gente que lo necesitaba. Angélica Rivera acaba de protagonizar entonces la telenovela Destilando amor, la versión mexicana de la colombiana Café con aroma de mujer, que tuvo buena acogida entre el público. Estaba en la cima.

La gobernación contrató a La Gaviota, como era conocido su personaje en la novela, para aparecer en vallas y anuncios televisivos. La mujer y su figura de diva pisaba por primera vez y sin proponérselo, la tierra de la política, esta vez como actriz de reparto.

Por un lado estaba un joven y carismático político de buen desempeño y aspiraciones presidenciales y por otro una figura de televisión investigada con lupa por la prensa rosa. Entre el análisis político y los chismes de farándula, las especulaciones y su tono chismoso comenzaron a avisar que algo podría estar pasando entre el gobernador y la cara amable —siempre lo ha sido— de su gestión.

La misma prensa rosa había informado meses atrás sobre el divorcio de La Gaviota y el productor de Televisa José Alberto Castro después de cuatro años de matrimonio y tres hijos en el camino. Todo parecía congeniar: Peña Nieto había enviudado en 2007, después de que su esposa, Mónica Pretelini, se suicidara en circunstancias extrañas con una sobredosis de somníferos. El matrimonio también tenía tres hijos.

Existen versiones que acusan a Peña Nieto de ser mujeriego y de haber ocasionado una fuerte depresión a su primera esposa. De hecho, el presidente electo de México tuvo dos hijos por fuera del matrimonio. No obstante, cuando ya los dolores lucían superados, Rivera y Peña Nieto hicieron pública su relación, para casarse el 27 de noviembre de 2010 en la catedral de Toluca, en la misma que reposan los restos de Mónica Pretelini.

Con el matrimonio y los buenos resultados de Peña Nieto, Angélica Rivera empezaba a tener el porte de primera dama. Su imagen valía por sí misma como la de Peña Nieto, que incluso siendo representante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) —gobernante del país por 71 años consecutivos con una espesa estela de corrupción y autoritarismo— conseguía el guiño de buena parte del electorado.

El matrimonio marcó para La Gaviota su divorcio de la televisión tras casi 22 años de carrera siempre amparada por Televisa, la más grande empresa televisiva de habla hispana, acusada de favorecer la candidatura de Enrique Peña Nieto a la presidencia del país. El diario británico The Guardian denunció que desde la época en la que Peña Nieto ocupaba la silla de la gobernación del Estado de México, un grupo de trabajo dentro de la empresa se encargaba de preservar y cultivar su imagen política. Para opositores como el grupo juvenil ‘Yo soy 132’ resultaba evidente el favoritismo informativo, que aún hoy sigue generando marchas de rechazo a su política editorial.

En este punto de la historia resulta difícil imaginar la campaña de Peña Nieto sin Angélica Rivera. “Ella se convirtió en la gran producción mercadotécnica del proyecto”, como aseguró Laura Manzo, editora de la revista Quien. Y ahora aparece la gran incógnita sobre cómo será su papel de primera dama, un cargo usualmente empleado para impulsar obras de altruismo y programas sociales.

El 1° de diciembre próximo juntos entrarán simbólicamente al Palacio de los Pinos de Ciudad de México, como si se tratara de un lugar común al que muchos quisieron oponerse: una actriz bella acompañando a un presidente mediático y con visos de galán de televisión. Un marco a todas luces cursi para la oposición, amenazada por el fantasma de la corrupción y consciente de que para afrontar los problemas que padece México se necesita mucho más que sonrisas, luces, cámaras y acción.

Día de impugnación de elecciones

Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la izquierda mexicana que obtuvo el segundo lugar en las pasadas elecciones del 1º de julio, anunció que hoy presentará al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación las pruebas con las que impugnará los comicios y pedirá su anulación. Según su versión, la campaña de Enrique Peña Nieto, quien al final obtuvo el 38,4% de la votación, incurrió en compra de votos en algunas regiones de México a través de bonos de supermercado y cometió irregularidades en puntos electorales, todo en favor del candidato del PRI. Por su parte, Peña Nieto defendió su victoria, calificó de montajes las supuestas pruebas y exhortó a sus rivales políticos a no polarizar los ánimos políticos del país.

Por Diego Alarcón Rozo

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