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De la riqueza a la censura

Los beneficios del poder en China, de estar cerca a la dirigencia del país asiático, se sienten con más fuerza en las Islas Vírgenes Británicas, un territorio en el mar Caribe que, con una población que no llega a los 50.000 habitantes, hospeda cómodamente a más de un millón de sociedades de negocios.

Santiago La Rotta
22 de enero de 2014 - 10:04 p. m.
Xi Jinping, presidente de China. / EFE
Xi Jinping, presidente de China. / EFE
Foto: EFE - ALEXANDER F YUAN / POOL

Cerca del 40% de ellas provienen de China, Hong Kong y Singapur, y una parte de estos negocios pertenece a familiares de líderes políticos y militares de China, de acuerdo con una investigación adelantada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y publicada ayer por medios como El País de España, The Guardian y Le Monde, entre otros.

Las revelaciones indican que al menos una docena de familiares de la dirigencia china han establecido compañías en ese paraíso fiscal (que al menos hasta 2010 figuraba como el segundo inversor directo del país asiático) para evadir ciertas regulaciones en asuntos como la acumulación de capital y poder obtener beneficios tributarios que sólo están disponibles para capitales extranjeros.

Lo que siguió a la publicación del informe fue el bloqueo de las versiones web de estos medios en China, una práctica que, al parecer, se ha vuelto común en ese país. Hace apenas unas semanas, The Guardian reportó que su sitio en línea no era accesible desde computadores chinos, aunque en ese momento no había una explicación obvia para el hecho, pues el diario no había publicado información acerca de los dirigentes del país o de sus familiares.

Esta no es la primera vez que las autoridades chinas reaccionan de esta forma ante la publicación de investigaciones que se centran en los círculos del poder: desde 2012 las versiones web de The New York Times y Bloomberg se encuentran bloqueadas para los lectores en China. En ese momento la restricción se aplicó luego de varios reportes que trataban el mismo tema del trabajo realizado por el ICIJ. Además, ambos medios denunciaron el año pasado los obstáculos que sus reporteros en China (aproximadamente 30) estaban experimentando a la hora de renovar sus visas. En su momento, Joseph Biden, vicepresidente de Estados Unidos, trató el tema con altos funcionarios chinos, además de hacer una mención pública del asunto en una conferencia de prensa, en la que advirtió que tal práctica tendría consecuencias, sin especificar cuáles.

El presente reporte del ICIJ vincula al cuñado del actual presidente chino, Xi Jinping, y al hijo y yerno de Wen Jiabao, quien fue primer ministro del país, entre varias otras personalidades.

Si bien el establecimiento de sociedades en paraísos fiscales no representa un crimen per se, el problema tiene que ver más con la distribución inequitativa de la riqueza, particularmente en un país que se divide entre una economía de mercado, una ideología comunista y las aspiraciones de convertirse en el principal poder del planeta.

El frenético crecimiento chino es a la vez bendición y desgracia, pues si bien las fuertes cifras de gasto e inversión han cambiado las condiciones de vida de millones de personas, también han profundizado la brecha entre ricos y pobres. De acuerdo con cifras publicadas por El País, los 20 miembros más acomodados de la Asamblea Popular Nacional acumulaban un patrimonio 46 veces más grande que sus contrapartes en el Congreso de Estados Unidos.

El milagro económico chino ha permitido que, al menos desde la estadística, el habitante promedio de Shanghái pueda comprar hoy dos dispositivos de aire acondicionado y esté cerca de obtener dos computadores. Al menos 20 ciudades chinas están expandiendo sus sistemas de transporte masivo y en Pekín, la capital, se registra cada mes la entrada de 20.000 nuevos automóviles a las calles.

Todo esto sucede mientras los 100 hombres más ricos de China logran acumular una fortuna combinada de US$300.000 millones, mientras 300 millones de personas sobreviven con menos de US$2 al día.

 

 

 

slarotta@elespectador.com

@troskiller

Por Santiago La Rotta

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