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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, acaba de cancelar su visita oficial a Estados Unidos debido a las pruebas de espionaje contra la mandataria y la empresa Petrobras, que fueron conocidas gracias a las filtraciones del extécnico de la CIA, Edward Snowden. Partidarios y los mismos opositores esperaban esa difícil toma de decisión. La dificultad real era encontrar el equilibrio entre una actitud coherente y el límite de sus decisiones soberanas debido a la importancia incuestionable de la relación bilateral. Una situación inusitada por el predominante monólogo de las relaciones de Estados Unidos con la región.
Este impase se produce a pesar de que Brasil aparece en el discurso estadounidense como un aliado estratégico. Vale recordar que la Alianza no escrita entre Brasil y Estados Unidos existe desde principios del siglo XX. Desde una perspectiva realista, se vislumbró la relación bilateral como un contrapeso en la relación de Brasil con Europa.
De allá para acá esa alianza ha sido reinterpretada y actualizada por ambos países. Los dos se respetan, Brasil reconoce el liderazgo de Estados Unidos, aunque Washington todavía tiene cierta dificultad para cambiar el estatus quo de Brasil, aún después de las importantes reformas emprendidas en los últimos años. Sobre todo debido a una búsqueda de un papel más protagónico en el mundo, mediante una diplomacia más activa y autónoma, reorientada a partir de la cooperación Sur-Sur, sin abandonar la universalización de su política exterior.
No obstante, vale preguntar: aunque es evidente la renuencia de Estados Unidos para aceptar el potencial liderazgo de Brasil ¿Cómo el Pentágono, Departamento de Estado y las Agencias de Inteligencia lo califican? ¿Lo consideran “Aliado, Enemigo o Problema”?
Por otra parte, cuál la razón del espionaje en un momento que la Política Exterior Brasileña, sufrió una inflexión, se volvió menos proactiva y ha intentado reconstruir variables importantes de la relación bilateral, desgastadas en el gobierno anterior.
Si el espionaje a la Presidente Dilma Rousseff provocó malestar en el país, las declaraciones de un monitoreo a Petrobrás conducen a muchas reflexiones. Entre estas la desconfianza generada por una labor de inteligencia, dirigida a la empresa petrolera que posee la tecnología más avanzada del mundo para explotación de Petróleo en aguas profundas, sobre todo después del descubrimiento de reservas significativas de crudo.
Hasta el momento las explicaciones de Estados Unidos no habían sido suficientes quizás por el hecho de que jamás hayan sido indagados o juzgados por sus actos alrededor del mundo. Con seguridad la indignación provocada por la documentación accedida por Snowden no va a contribuir para un cambio de estrategia, así como los drones, aviones no tripulados, no van a dejar de matar inocentes.
No obstante, la evidencia de espionaje debería conducir a la región a construir mecanismos de blindaje informático. Para eso en Brasil ya se habla de un satélite propio de comunicación que sería proveído por el consorcio Europeo Thales Alenia Space para ser lanzado en 2016 con el fin de ser utilizado por autoridades civiles y militares.
Ojalá cuando se realice la visita de Estado, Washington se haya dado cuenta que acá más abajo del Ecuador ha habido transformaciones importantes aunque falten instrumentos de disuasión regional ante objetivos estratégicos difusos.