Lo que dirá y lo que callará el papa en México

El sumo pontífice tuvo una histórica reunión con el patriarca ortodoxo ruso, Kirill. Hoy comienza su agenda de cinco días en tierras mexicanas, donde hablará fuerte al poder, según expertos. Los silencios prudentes también son parte de su estrategia.

Pablo Ordaz, Especial de 'El País'
12 de febrero de 2016 - 10:43 p. m.

Hay un Francisco que clama y otro que calla, sintiendo que, según las circunstancias, la denuncia explícita o el silencio prudente pueden ser herramientas válidas para alcanzar un objetivo. El papa que en Cuba calló para favorecer el acercamiento con Estados Unidos tiene previsto hablar fuerte y claro en México, donde la población —golpeada por la violencia y la desigualdad— se siente a menudo abandonada por sus autoridades, incluidas las de la Iglesia católica. (Vea: Niños indígenas, las otras víctimas de la pederastia)

Jorge Mario Bergoglio llega con doce discursos directos a las conciencias del poder.

“El papa va a hablar claro”, asegura Gian Maria Vian, director de L’Osservatore Romano y uno de los escasos colaboradores que forman el séquito de Bergoglio desde que fue elegido pontífice. “Habrá que estar muy atento a la docena de discursos que leerá —y que ha preparado personalmente—, y también a todo lo que improvise en los muchos y sugerentes encuentros que tiene previstos. No defraudará”.

No es difícil augurar, por tanto, que el Francisco que desde anoche, y por espacio de casi seis días, recorre seis ciudades de México sea aquel que, en su viaje iniciático a la isla de Lampedusa, clamó contra “la globalización de la indiferencia”.

La misma que rodea los naufragios en el canal de Sicilia, el interminable éxodo hacia Europa de sirios e iraquíes o la sangría terrible que desde hace años provoca el crimen organizado en México ante la incapacidad —o la colusión— de las autoridades.

En sus discursos ante el Parlamento Europeo y la asamblea general de la ONU, el papa utilizó su liderazgo moral para reclamar más preocupación institucional ante el drama de los más desfavorecidos. También el gobierno de México y una jerarquía católica más cercana a los poderosos que a los sufrimientos de la gente, ya sean migrantes o víctimas del fundador de los Legionarios de Cristo, recibirán en los próximos días severos toques de atención por parte de Jorge Mario Bergoglio.

Pero antes de llegar a México hubo oportunidad de observar al otro Francisco, al que —escoltado por el cardenal Pietro Parolin y la poderosa maquinaria diplomática del Vaticano— negoció en silencio y durante meses el acercamiento entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, o el que, también en silencio, ha tratado con Vladimir Putin y con el patriarca Kirill la destrucción de otra vieja barrera: la que separa desde el siglo IV a los líderes de católicos y ortodoxos rusos. Se trató, en cualquier caso, de un hecho histórico cuyo único parangón es el encuentro que sostuvieron en Jerusalén Pablo VI y Atenágoras, el patriarca de Constantinopla, en 1965.

La cita se dio en el aeropuerto de La Habana, con Raúl Castro de anfitrión, y fue mucho más allá de lo religioso. “Una señal de esperanza no sólo para los cristianos”, explica el director de L’Osservatore Romano, “se trata de presentar ante el mundo un modelo de diálogo. Y, sin ninguna duda, es también una señal política, la de indicar que el único camino para salir adelante en una situación mundial tan crítica es que todos se pongan a trabajar por la paz”.

Un camino que, no obstante, provoca cierta incomodidad en algunos sectores, por cuanto el papa, muy beligerante hace un par de años a la hora de enfrentar los planes de la OTAN para intervenir en Siria, no se muestra ahora tan taxativo ante los bombardeos rusos. “De la misma forma”, explica un alto cargo del Vaticano, “que tampoco se muestra muy crítico con la violación de derechos humanos en China. El motivo está claro: el papa está deseando abrirse, e incluso visitar, Rusia y China, porque considera que un diálogo global es la única solución a la crisis global. Esa táctica tiene sus costes y el Vaticano está dispuesto a asumirlos”.

El director de L’Osservatore Romano no cree, en cambio, que el papa esté siendo más laxo. “No es cierto que no se haya dicho nada”, asegura. “El domingo el papa dijo que para Siria no hay otra salida que una solución diplomática. No es cierto que la Santa Sede calle, pero tiene sus canales de intervención, y tiene antenas muy sensibles en todo el mundo”.

Por Pablo Ordaz, Especial de 'El País'

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