El sismo de 4,2 grados en la escala de Richter que sacudió a Venezuela ayer, sin dejar víctimas ni daños, no alteró el ánimo de los venezolanos, que confesaron no haber sentido el remezón de tierra, “quizás porque estamos esperando el sacudón del domingo”. Se refieren a las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, en las que, por primera vez en 16 años, la oposición aparece como fuerza favorita para obtener la mayoría de las 167 bancas de la Asamblea Nacional, de acuerdo con algunas encuestas.
El Gobierno ha hecho sus sondeos también, y en ellos los números señalan que son los chavistas los que van a mantener o incluso a aumentar el número de diputados. El presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, una de las voces más mesuradas del país y con mayor credibilidad, lo dice así: “En 16 años todas las encuestas daban ventajas al oficialismo, pero ahora cambió la tortilla”, señaló. Pero agregó: “Ese 30% que tiene la oposición no significa que puedan ganar más curules en la Asamblea Nacional, esto es en votos, pero que gane la mayoría simple será un superlogro y un triunfo brutal”.
Lo que está en juego el domingo en las urnas no es la continuidad de Nicolás Maduro en la presidencia, sino el balance de poder en el Parlamento. Entonces, ¿por qué unas elecciones legislativas tienen en jaque al país? Las razones son muchas. Las principales son, según analistas venezolanos, la situación económica, el desabastecimiento, la inflación y la inseguridad, entre otros males. Unas penurias que han hecho que el chavismo se desgaste.
Los dos primeros años de gobierno de Nicolás Maduro —víctima del chavismo y victimario del país, porque fue obligado a sostener una boliburocracia nepotista, no tiene el carisma de su padre político ni es un caudillo electoral—, según escribió en este diario el investigador y analista Ronal Rodríguez, han dejado una estela de duda y molestia entre los ciudadanos que en el pasado apoyaron el proceso. Su gestión apenas tiene el 22% de aprobación, mientras las críticas arrecian, incluso en las filas chavistas. Una encuesta reciente de la firma Datanálisis estableció que 60% de quienes se dicen militantes del oficialismo evalúan negativamente la situación del país.
Por eso hay que seguir recurriendo a la imagen del fallecido líder. “¡El 6 de diciembre gana Chávez!”, asegura Maduro en todos sus discursos, anticipando la posibilidad de un voto de censura. El ambiente se crispa con el paso de los días y la violencia que hoy vive el país es evidencia de ello. Para calmar los ánimos, el ministro del Poder Popular para la Defensa, Vladimir Padrino López, descartó la posibilidad de un golpe o un autogolpe en el país.
Para despejar cualquier aventura no democrática es necesario respetar los resultados, aconsejan columnistas en varios periódicos venezolanos de circulación nacional. También lo hacen figuras como el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, quien llamó a terminar con “los discursos inflamados, debe primar la convivencia”.
“Una mayoría parlamentaria no puede ser esgrimida como un garrote político. Sería un grave error. El oficialismo no se dio cuenta de que, mientras la crisis económica aceleraba el descontento, también perdían la credibilidad para cambiar su suerte, entre otras cosas porque desatendieron la urgente necesidad de convocar un gran acuerdo nacional para redireccionar la economía del país. Ese acuerdo no sólo era necesario sino que era un clamor de todos los sectores del país, que aún resuena. La convergencia nacional está pendiente como propuesta que le toca anticipar a la fuerza política que emergerá en el cambio parlamentario que se avecina. Al liderazgo democrático del país le corresponde evitar que la Asamblea quede reducida a un campo de estéril conflictividad política”, escribió Leopoldo Martínez en El Nacional.