La dura tarea de justificar lo absurdo

Un niño en Gaza, que en este momento tenga 7 años, ya ha visto 3 ataques cometidos por Israel con la misma intensidad del actual.

Rauf Al Malki *
16 de agosto de 2014 - 09:00 p. m.

Toda su vida la ha pasado entre escombros y huyendo de las bombas israelíes. Esto lo sabe muy bien Tzipi Livni, la responsable de la masacre llamada Plomo Fundido, ocurrida entre diciembre de 2008 y enero de 2009 y denunciada por la ONU como una agresión donde Israel cometió crímenes de lesa humanidad.

Si ampliamos esta imagen al ataque actual, a Israel le resulta difícil justificar 1940 personas muertas, donde el 80% son civiles y 467 son niños, la destrucción total o parcial de más de 58.000 casas, así como el ataque a hospitales y refugios de la ONU.

Por esta razón no deben sorprender los exóticos argumentos planteados por Yair Shamir, Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, quien en una reciente entrevista dada a este diario clamaba por más sangre palestina y afirmaba que la ofensiva en Gaza debió haber sido aún más fuerte. Esto permite ver dónde están realmente los fundamentalistas y los terroristas.

En su entrevista, Shamir recurría en su política manera de vender el conflicto a la vieja fábula de los miles de misiles que caen en territorio israelí como punto detonante. Esta fábula es usada de manera generalizada entre los diplomáticos israelíes, quienes hábilmente reducen la crisis actual a los cohetes de Hamás, sin hablar de su origen.

Da la impresión luego de escucharlos una y otra vez, que no existiera un antes. No obstante esta tendencia israelí es fundamental para poder decir que se trata de una “legítima defensa”. De lo contrario, si se da la posibilidad de explicar el origen de los cohetes y el nacimiento de Hamás, ya no quedaría tan claro eso del carácter defensivo de Israel.

Un agresor no puede argumentar la legítima defensa, y si tenemos en cuenta que Israel está invadiendo a su vecino, le niega el derecho a existir, le roba sus recursos, desafía a la Corte Internacional de Justicia, viola casi 90 Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y se ha ensañado contra la población civil, queda absolutamente claro quién es el agresor.

En la actual crisis, que ya pasa de un mes, los diplomáticos israelíes optaron por el camino de “relativizar el derecho” para justificar sus atrocidades. Ante la evidente violación al básico principio de la proporcionalidad, por ejemplo, Israel afirma que hubiera podido arrasar con los 1.8 millones de habitantes en Gaza y decir que hubo proporcionalidad porque Hamás tenía la “hipotética posibilidad” de hacer lo mismo en Israel. Solo basta con pegarle una ojeada a los Convenios de Ginebra para entender tamaña manipulación o ignorancia.

Solo así se entienden las afirmaciones del Embajador Israelí en EE.UU. o de Shamir, quienes pedían el Premio Nobel de Paz para el Ejército Israelí de ocupación. En su criterio, el Nobel de Paz lo dan los litros de sangre y la violación de la ley internacional.

Defender a Israel no es simple. Ahora aparecen fotos de “supuestos sitios de lanzamiento de cohetes” sospechosamente tomadas por Israel, el mismo que bombardeó ilegalmente, y que necesita con desespero justificar ataques a instalaciones de la ONU. O aún peor, argumentos como el dado por Shamir, donde si hubo muertos fue porque Hamás los “sembró” allí. Pues bien, a menos que el Secretario de la ONU sea un mentiroso, o que las transmisiones de respetables medios de comunicación sean un acto de hipnosis, quedan abiertamente claros todos los crímenes de guerra cometidos acá.

No hubo escudos humanos por parte de Hamás, la ONU no fue cómplice para intentar borrar a Israel del mapa y el mundo no se anda inventando muertos. Por eso es difícil justificar lo absurdo. No obstante, para los diplomáticos de Israel, queda abierto el camino de los argumentos exóticos del ministro Shamir, o aún mejor, la eterna sombrilla del antisemitismo, como utilizó en otra entrevista para este diario Itzhak Shoham, director para América Latina de la Cancillería israelí. 

* Jefe de la Misión Diplomática de Palestina en Colombia

Por Rauf Al Malki *

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