La decisión, tomada por el gobierno de Rafael Correa, espera ponerle coto a la migración masiva de cubanos que, desde Ecuador, comienzan un largo viaje de dos meses que tiene como destino final EE.UU. Justo a causa de esa travesía, más de 3.000 cubanos se encuentran varados en la frontera de Costa Rica con Nicaragua, a la espera de una solución para seguir su camino, pues el gobierno nicaragüense se niega a dejarlos pasar.
La intención de Ecuador, según el canciller Xavier Lasso, es frenar “lo que está en juego: violación de derechos humanos, riesgo de pérdida de vidas”. Un argumento similar fue esgrimido por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que hace más de una semana prohibió la entrada de los migrantes a su país desde Costa Rica porque esto causaría una “grave crisis humanitaria”. Una reunión entre los dos países terminó en ceros a causa de la insistencia de Nicaragua. La Cancillería de Costa Rica anunciaría la próxima semana un plan para favorecer a los varados.
El canciller Lasso aseguró que 753 cubanos ingresaron al país en enero de 2014, en comparación con los 2.502 que entraron en ese mismo mes de este año. La suma general desde 2008 supera los 40.000 (16.000 de ellos ilegales). El aumento de las cifras en el último año se debería al temor de los habitantes de la isla de perder los beneficios que les da actualmente EE.UU. tras el restablecimiento de relaciones entre los dos países. Justo sobre ese tema hablarán el lunes los representantes de ambos gobiernos en una reunión en el Departamento de Estado, en Washington (estas reuniones se cumplen cada seis meses).
Al comienzo de esta crisis de migrantes, el presidente cubano, Raúl Castro, acusó a EE.UU. de tener buena parte de responsabilidad por su política de “pies secos, pies mojados”, en la que el gobierno recibe a los inmigrantes que tocan territorio estadounidense pero devuelve a aquellos que son interceptados en el mar (por esa razón, aunque más larga, la vía por Ecuador resultaría más efectiva). EE.UU. ha dicho que preservará esta política, a pesar del buen camino de las negociaciones diplomáticas.