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"El 11 de septiembre volvió loco a todo el mundo"

Diez años después de los ataques contra las Torres Gemelas, analistas, periodistas y víctimas recuerdan cómo fue aquel día y dan su visión de cómo cambió el mundo. Esos puntos de vista serán publicados a partir de este domingo en El Espectador.

Daniel Pardo / Londres
03 de septiembre de 2011 - 08:01 p. m.

Robert Fisk salía de París rumbo a Washington el 11 de septiembre de 2001. Antes de tomar su vuelo habló con su editor en The Independent y se enteró de que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas en Manhattan. No le dijo a nadie, pero durante el viaje mantuvo contacto continuo con la redacción del periódico, que le contó sobre los otros dos aviones, que impactaron la segunda torre y el Pentágono. Fisk, reconocido como uno de los mayores expertos en los conflictos de Oriente Medio, se fue para la cabina y le contó todo a la tripulación.

Desde el primer momento el veterano periodista inglés supo que los ataques eran obra de Osama bin Laden. Estaba seguro de eso y conocía el por qué. Le contó su versión al capitán, quien de inmediato fue a buscar sospechosos por el avión. Vio que viajaban cerca de 30 musulmanes, anotó el número de sus sillas y los mantuvo vigilados hasta cuando aterrizó en Washington y descartó su calidad de sospechosos. “Fue la primera y única vez en mi vida que toleré un acto racista”, dijo Fisk en entrevista telefónica con este diario desde su oficina en Beirut, su residencia desde hace más de 30 años. A propósito del décimo aniversario de los ataques contra las Torres Gemelas, Robert Fisk hace un balance de los atentados.

¿Cuál es su perspectiva general del 11 de septiembre diez años después?

No he cambiado mi punto de vista, y tal vez nunca lo cambie. Después de la Segunda Guerra Mundial en Occidente nos convencimos, tal vez con buenas razones, de que se puede pensar en una justicia internacional, en derechos humanos. Nos inventamos la ONU, la Cruz Roja, etc., creamos leyes para hacernos pensar que el mundo era más justo después de la guerra. Y el 11 de septiembre, que se interpretó como un crimen contra la humanidad, nos hizo perder el optimismo sobre los derechos humanos porque nazificó a Occidente.

¿No se hizo justicia?

Cuando Occidente se metió en las guerras de Afganistán e Irak el gran problema de su discurso fue tratar de justificar las invasiones con el argumento de la justicia. Bush no estaba interesado en llevar a Bin Laden a una corte internacional. Ni Obama lo estaba, porque cuando finalmente capturaron al terrorista, lo mataron. No le dieron la oportunidad de rendirse y darle la cara al mundo. Entonces, cuando se habla del 11 de septiembre, lo primero que se debe tener en cuenta es que no estamos hablando de justicia.

¿Cree que las invasiones de Afganistán e Irak fueron injustificadas?

Las justificaron con mentiras. Bush y Blair sabían que estaban mintiendo sobre las armas de destrucción masiva. Pero pensaban que lo hacían por una buena causa. Occidente nunca supo responder con inteligencia a los ataques de Al Qaeda.

¿Cómo debió ser la respuesta?

De haberlo hecho bien, desde un principio habría condenado a las dictaduras árabes que financiaba. Pero nunca lo hizo. Cuando la revolución egipcia estaba en auge, en enero pasado, Estados Unidos casi no expresa su apoyo a las manifestaciones. Lo mismo pasó con Siria. Esa idea de que Occidente ganó la guerra contra el terrorismo y supo responder a Al Qaeda, porque invadió y derrocó a Sadam Hussein en Irak, es absurda. La guerra en Irak todavía es un fracaso. Y lo increíble es que la solución está llegando por otro lado: la juventud.

¿Quién ganó la guerra contra el terrorismo?

Nadie. Si acaso los fabricantes de armas. Bin Laden ganó en un principio, porque probó que Occidente no cree en la justicia, como llevaba medio siglo mofándose. Pero cuando lo cogieron, Bin Laden ya había perdido la batalla: la gran pelea de Al Qaeda era derrocar a los dictadores árabes financiados por Occidente. Y eso lo pudieron hacer unos jóvenes sin armas en las calles de Egipto y Túnez. La primavera árabe le probó a Bin Laden que el terrorismo no era el medio para alcanzar sus objetivos políticos.

Dicen los teóricos de la conspiración que el 11 de septiembre fue obra de la CIA, Bush y muchos otros. ¿Qué piensa de eso?

No las descarto, aunque dudo de ellas. Si Bush logró hacerlo todo mal en el Oriente Medio y en sus políticas internas, ¿cómo diablos hizo para tumbar las torres con éxito? Pero, por otro lado, también me pregunto: ¿dónde están las partes de los aviones y las investigaciones científicas sobre los atentados? Hay muchas preguntas por resolver. La versión oficial es pobre, así como la que han reportado los medios. No soy un teórico de la conspiración, pero es cierto que la verdad sobre el 11 de septiembre nadie la sabe.

¿Entonces los medios no supieron cubrir el 11 de septiembre?

Cambiaron su visión con el tiempo. Hoy son críticos de Bush y sus guerras, pero en su momento, y durante los primeros cinco años de la guerra en Irak, la prensa estadounidense no condenó las invasiones en ningún momento. Seymour Hersh (premio Pullitzer estadounidense) alguna vez me dijo que uno no va a ver críticas de la invasión en el New York Times, porque los hijos de la gente que trabaja en ese periódico no estaban matándose en Irak. Ellos sí fueron a buenas universidades. Tenía razón.

Usted siempre ha sido crítico de Israel. ¿Qué papel tiene en todo esto?

Un papel importante que, sin embargo, Occidente siempre ha ignorado. El 11 de septiembre lo etiquetaron de terrorismo, y con eso se quedaron. En Occidente nunca se preguntaron cuál podría ser la razón de los ataques, la cual tenía mucho que ver con la ocupación de Gaza y el conflicto entre Israel y el pueblo palestino.

¿Y cuál fue esa razón desde el punto de vista de Oriente Medio?

Si lo miramos desde un ángulo general, yo creo que ellos están convencidos de que chocar un avión contra un edificio no es buena idea. Siempre he dicho que ésta es gente como nosotros, podemos tener todo distinto, pero, en general, para ambos la muerte masiva de personas inocentes no está bien. La gente de Oriente Medio estaba muy impactada con las imágenes de los atentados. Occidente piensa que el mundo islámico no sabe lo que nosotros sabemos sobre ellos, porque tenemos mejores universidades y demás. Pero ellos saben su historia, y leen y lo hacen también en inglés, cosa que nosotros no podemos hacer en árabe. Ellos entendieron, mucho antes que nosotros, que la venganza de Estados Unidos iba a acabar con Afganistán.

Pero vimos imágenes de árabes celebrando después de que las torres cayeron. ¿Eso cómo se puede interpretar?

Esas imágenes fueron sacadas de archivo y no reflejaban el sentimiento de la mayoría de los árabes en ese momento. Claro, sí hubo gente que entendió de otra forma el ataque: ¿cómo vamos a vivir en una sociedad administrada por gente que perdió su fe? Para un islámico es muy difícil entender la idea de una sociedad secular. Para ellos, Occidente es inconcebible, incluso inmoral. Por eso algunos de ellos lo celebraron, porque no se sienten bien siendo ocupados y manejados por gente que no cree en Dios.

Comienzan las conmemoraciones esta semana del más terrible atentado que ha sufrido EE.UU.

Todo eso demuestra nuestra doble moral. En la masacre de Sabra y Chatila, el 16 de septiembre del 82, mataron a más de cuatro mil personas en Palestina. Eso es la mitad de las muertes del World Trade Center. Yo siempre recuerdo cada septiembre, pero nunca veo una pieza periodística que conmemore la muerte de todas esas personas. Hacemos aniversarios de lo nuestro, nunca de los demás. ¿Qué conmemoración le han hecho a los miles de iraquíes que murieron en los últimos 10 años? Si realmente viéramos los aniversarios como una forma de reflexión, en vez de verlo como una justificación, entonces deberíamos recordar otras fechas. Recordamos el final de la Segunda Guerra Mundial, sí, pero nadie celebra el final de la guerra de Vietnam o la de Corea.

¿Qué aprendió Occidente del 11 de septiembre?

El hecho de que sigamos improvisando me hace pensar que nada. Justificaron las invasiones sin planeación ni objetivos concretos. Un ejemplo: cuando Churchill propuso invadir Alemania, cuatro años antes del fin de la Segunda Guerra, la universidad de Cambridge abrió un programa de posgrado para analizar cómo debería ser la ocupación de Alemania. Occidente solía planear.

¿Ya no lo hace?

Sólo improvisa. Es increíble que insistan: siguen atacando a los talibanes con la excusa del 11 de septiembre, cuando todos hemos podido comprobar que ellos no son los representantes de Al Qaeda en Afganistán. El 11 de septiembre volvió loco a todo el mundo, creó monstruos. Y hoy todavía no se sabe cuáles serán las últimas consecuencias.

Por Daniel Pardo / Londres

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