El día del desafío a Dilma

Hoy, en Brasil, opositores marcharán contra el gobierno, impulsados por el escándalo de corrupción que aqueja a la estatal Petrobrás.

Beatriz Miranda Cortes
14 de marzo de 2015 - 08:59 p. m.
AFP / La presidenta Dilma Rousseff inició su segundo mandato en enero pasado.
AFP / La presidenta Dilma Rousseff inició su segundo mandato en enero pasado.

En los últimos días, en Brasil, existe un sentimiento difuso. El 8 de marzo, mientras la presidenta Dilma Rousseff se pronunciaba en cadena nacional, en varias capitales del país hubo cacerolazos en señal de protesta.

El descontento de la gente y el deseo de cambio se funden en un escenario político de baja gobernabilidad. El peligro está en tenue frontera de lo que sería cambio y lo que sería retroceso. Todo esto en un escenario de inconformidades, manipulaciones e intereses propios.

Hace 27 años, desde la promulgación de la Constitución de 1988, se inició en Brasil el más largo período democrático de su historia. En su discurso histórico ante el Congreso Nacional, el presidente de la Asamblea Constituyente, Ulisses Guimarães, se dirigió al pueblo brasileño:

(…) Retumban en esta sala la reivindicación de las calles. La nación quiere cambiar, la nación debe mudar (…) el texto que ora pasa a regir (...) guardará para siempre el bramido de las olas de sufrimiento, esperanza y reivindicaciones de dónde provino. Que la promulgación sea nuestro grito: ¡Cambiar para vencer! ¡Cambiar Brasil!”

En los últimos meses se ha recrudecido la campaña opositora contra el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff. Su victoria en las urnas, con un pequeño margen de diferencia, no pareciera ser suficiente para cerrar una de las contiendas electoras más disputadas del país.

Después de las elecciones, debido a la ola de corrupción que permea instituciones consagradas como Petrobrás, las variables macroeconómicas nada alentadoras y un ajuste fiscal impopular, se empezó a rumorar la posibilidad de un impeachement (impugnación de mandato), memoria histórica viva del gobierno de Fernando Collor de Melo, primer presidente elegido por el voto directo en 1990.

En un contexto posdictadura, en un frágil proceso de transición a la democracia, se creó el Partido de Renovación Nacional (PRN) en vísperas de las elecciones, después de que la candidatura de Fernando Collor de Melo fuera rechazada por los partidos políticos tradicionales. Poco tiempo después, el joven y carismático presidente que prometió cambiar el país fue acusado de corrupción. Sin una fuerte base aliada, con apenas 3% de apoyo en el Congreso se dio el proceso de impeachement, con sucesivas quemas de archivos. Era otro partido, era otra sociedad, era otro Brasil.

Años después, Brasil dio pasos gigantescos en su consolidación democrática. La democracia política y social fue vista por los sucesores de los líderes históricos de este proceso como un valor inamovible.

En febrero de este año intelectuales brasileños, preocupados con la amenaza de golpe, publicaron un manifiesto de apoyo a la presidenta Dilma Rousseff en el cual afirmaban: “La llamada Operación Lava Jato, a partir del rastreo de eventos de corrupción en Petrobrás (millonarios sobornos empresariales para la obtención de contratos), desencadenó un proceso político que pone en riesgo conquistas de soberanía y la propia democracia.

El grito de las calles es real y diverso. Este fin de semana podrá ser un hito en la historia democrática de Brasil. El 13 de marzo de 2015 fue declarado el Día Nacional de Lucha en Defensa de los Derechos de la Clase Trabajadora de Petrobrás, de la democracia y de la reforma política. El movimiento está siendo liderado por la Central Única de Trabajadores, entidad que se había alejado del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff desde su primer mandato.

De otra parte, hoy habrá una manifestación liderada por distintos sectores de la sociedad, entre los que se destacan: el Movimiento Brasil Livre (MBL), adepto del liberalismo económico, que defiende una minimización del Estado, rechaza temas como la legalización de las drogas, el matrimonio gay, la descriminalización del aborto y la criminalización de la homofobia; el Vem Pra Rua, conformado por empresarios anónimos; los Rebeldes Online, que defienden el impeachement, y los Legalistas, que apoyan el golpe militar.

Aparentemente antagónicos, por sus vertientes ideológicas, todos creen luchar por un Brasil mejor. Probablemente, en un país de 200 millones de habitantes, en el que el 51,64% de los votantes entregaron en las manos de Rousseff un nuevo mandato, solamente una pequeña parte de esta población marchará en pro de la salida de la presidenta. O sea, Dilma Rousseff ganó en las urnas y probablemente vencerá en las calles.

Los rumores de un golpe real o de facto son signos de una estrategia audaz y peligrosa que desgastan aún más el segundo mandado, un recurso lento y gradual que logrará mantener una mínima gobernabilidad. El Partido Socialdemócrata, actualmente liderado por el excandidato Aécio Neves, ha optado por apoyar la marcha de hoy, sin embargo, ha sido claro en no adherirse a las voces que claman por el impeachement.

El momento exige sensatez y responsabilidad para dar continuidad a esos 27 años de democracia en un Brasil marcado por interrupciones del orden democrático. En los primeros cien años del Brasil Republicano —1889 hasta 1989—, solamente durante tres años (1945-1947) todos los partidos fueron legalizados y participaron en la construcción democrática del país.

En la agenda doméstica está la necesidad de construir partidos políticos representativos, tanto socialdemócratas como partidos de la clase trabajadora de la ciudad y del campo.

Con la consecución del Plan Real, de estabilidad macroeconómica, la Ley de Responsabilidad Fiscal, implementados en los gobiernos de Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso, y de programas sociales como “Hambre Cero”, “Beca Familia”, “Mi Casa mi vida” y “Prouni” (programa “Universidad para todos”) desarrollados en los gobiernos del Partido de los Trabajadores (el de Lula, el de Rousseff), Brasil partió de la estabilidad macroeconómica hacia la disminución de la desigualdad social.

Ahora, más que un impeachement, es necesaria una reforma política creíble que revitalice su democracia. Una reforma política que en principio podría centrarse en puntos ampliamente reiterados: exigir de los partidos un número mínimo de votos en el ámbito nacional y en cierto número de estados para asegurarles plena representación en el Congreso y acceso al Fondo Partidario; y vedar el uso de marketing político por televisión, lo que reduciría el costo de las campañas y sus controvertidas financiaciones.

¡Bienvenido sea el debate democrático!

El comercio explota la marcha contra Rousseff

Las protestas en contra del gobierno de Dilma Rousseff han recibido el apoyo de diferentes sectores políticos de Brasil y también empresariales. Unos de los más particulares han sido los de Marcello Reis y Leticia Balaroti, dos emprendedores que aprovechando la coyuntura ingeniaron la manera de ganar dinero, justamente, para financiar movimientos considerados anti-Dilma.
En el primer caso, Reis lanzó a la venta por internet un paquete de una camiseta, una gorra y cinco calcomanías que tienen mensajes como “Dios, la familia y la libertad” e “Impeachment” (impugnación de mandato), acompañado con un retrato de la mandataria. Cada paquete cuesta entre US$40 y US$50, mientras que la camisa se vende por US$30.
Balaroti se centró, en cambio, solamente en las calcomanías, que distribuye por un valor cercano a un dólar, con el mensaje: “Yo no tuve la culpa, voté por Aécio”, refiriéndose a Aécio Neves, el candidato que Rousseff derrotó en las pasadas elecciones.

Por Beatriz Miranda Cortes

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar