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El fantasma del terrorismo

El presidente, Barack Obama, aseguró que el doble atentado en la Maratón de Boston fue un ataque terrorista, aunque se desconocen los autores.

Daniel Salgar Antolínez
16 de abril de 2013 - 11:01 p. m.

Terrorismo. Un término que les recuerda a los estadounidenses la caída de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 y las guerras desencadenadas por esos hechos en Afganistán e Irak. Una palabra que doce años después recorre las calles de Boston, tras el doble atentado que el lunes manchó de sangre la mítica maratón anual de esa ciudad. El presidente Barack Obama aclaró que “cada vez que se usan bombas contra civiles inocentes, se trata de un acto de terrorismo”. El FBI inició una investigación global para dar con los responsables.

“Aún no sabemos quién realizó este atentado ni por qué, si fue planificado y ejecutado por una organización terrorista, extranjera o estadounidense, o si fue el acto de un individuo”, dijo Obama. Debido a que fue un atentado múltiple y a que la explosión de dos bombas tuvo un intervalo de diez segundos, las autoridades dicen que se trata de un ataque coordinado y planeado.

Joseph Trevithick, analista de Global Security, dijo a El Espectador que no está seguro de por qué las palabras “planeado” y “coordinado” fueron utilizadas con tanta rapidez para describir estos eventos: “Ambas cosas son seguras, pero cuando las escuchamos tendemos a pensar en un plan conducido por una organización grande”. Al experto, este ataque le recuerda el ocurrido durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, Georgia, en 1996, cuando un solo individuo planeó y llevó a cabo un ataque que produjo efectos similares (dos muertos y 111 heridos). “Aunque no era un miembro directo de una organización establecida, estaba motivado por una ideología de extrema derecha que difícilmente podría limitarse sólo a él”.

Organizadores de la Maratón de Boston le dijeron al diario El País de España que el modus operandi del ataque también recuerda al seguido en atentados como el de Londres, el 7 de julio de 2005, y Bombay, el 26 de noviembre de 2008. La experiencia confirma, según las fuentes, que los yihadistas suelen tener como objetivo el público, mientras que los grupos anarquistas o antigubernamentales tienen en su mira a instituciones y miembros de la administración pública.

Trevithick aclaró que los grupos “radicales” o “extremistas” existen, o han existido, en bandos políticos de izquierda y derecha. “Estas organizaciones pueden enfocarse en asuntos específicos (en contra de la legalización del aborto, por ejemplo) o más generales (como abogando por un derrocamiento del sistema establecido en EE.UU.). No todas recurren al uso de la violencia para conseguir sus metas. Entonces, si resulta que el individuo o los individuos que realizaron este ataque son miembros de un grupo así, eso no significa necesariamente que se haya hecho en cumplimiento de un lineamiento político dentro de esa organización”.

Después de los atentados del 11-S, el presidente George W. Bush inició una guerra frontal contra el terrorismo y ordenó las invasiones a Afganistán e Irak. Obama, tras su llegada a la presidencia, ordenó la retirada de las tropas estadounidenses de esos países, acabó con la vida de Osama bin Laden en Pakistán y había logrado —al menos hasta el lunes— que escenas similares a las de la caída del World Trade Center no se repitieran en su país. Al Qaeda perdió su núcleo central, pero se ha expandido y diversificado por el mundo y se ha aliado con otros grupos islamistas. Su presencia en Malí y en los países a donde llegó la Primavera Árabe da cuenta de que el grupo terrorista al que EE.UU. le declaró la guerra sigue vivo. Pero su autoría en los atentados de Boston es sólo una hipótesis entre mil.

En todo caso, los bombazos de la maratón y el fantasma del terrorismo islamista ya empiezan a agitar la política interna. El senador republicano Mith McConell abrió la sesión de ayer argumentando que, desde el 11-S, los estadounidenses han bajado la guardia contra el terrorismo a los niveles en que estaban antes de la caída de las torres. “Ahora nos recuerdan que las amenazas serias sobre nuestra vida persisten. Y de nuevo nos comprometemos co la lucha antiterrorista en este país y en el extranjero”, añadió.

Trevithick dijo que, “aunque Obama ha abogado por la transparencia y ha aumentado las actividades de lucha contra el terrorismo, con un éxito discutible, no creo que muchas cosas hayan cambiado desde que asumió el cargo”. Algo queda claro después de la tragedia en Boston: EE.UU. aún es vulnerable y la amenaza terrorista sigue vigente.

dsalgar@elespectador.com

@DanielSalgar1

Por Daniel Salgar Antolínez

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