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El futuro tras la crisis con Venezuela

Al menos 2.500 personas expulsadas desde el país vecino país siguen en albergues en Norte de Santander a la espera de ayudas a largo plazo.

Juan Sebastián Jiménez Herrera, ENVIADO ESPECIAL
20 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.
El futuro tras la crisis con Venezuela
Foto: NELSON SIERRA G.

Cual si fuese un cuento de Álvaro Cepeda Samudio, en Cúcuta, todos están a la espera. A la espera las 2.466 personas, entre deportados y retornados de Venezuela, que permanecen en los albergues de la capital nortesantandereana; a la espera los que, en virtud de un subsidio de arrendamiento por tres meses y $750 mil, se fueron de esos albergues e intentan reorganizar su vida en un país en el que algunos, pese a ser colombianos, se sienten como extranjeros.

A la espera cientos de familias separadas por la frontera y la brutalidad de la Guardia Nacional Bolivariana que, sin ton ni son, les dijo a decenas de padres que sus hijos, por haber nacido en Venezuela, eran “hijos de la patria” y que, por ello, no podían devolverse con ellos a Colombia.

A la espera otro tanto que no sabe si arriesgar su vida y cruzar a Venezuela a recuperar sus enseres. La vida por una olla; a la espera 257 personas que fueron víctimas de las guerrillas y los paramilitares aquí en Colombia y, cuando creyeron que la pesadilla había acabado, la violencia y la arbitrariedad los persiguieron hasta Venezuela. A la espera 622 personas que se encuentran estudiando con el Sena, a ver si consiguen trabajo para rehacer sus vidas. Porque, no lo niegan, en Venezuela vivían muy bien. Pero ahora no quieren regresar a ese país, de donde los “sacaron como a perros”. A la espera los colombianos que trabajan en Cúcuta pero viven en San Antonio del Táchira y no saben si los van a deportar o si sus casas van a ser demolidas. “Ya nos dijo la junta del barrio que se vienen nuevas demoliciones”, dice una colombiana que cruza con temor el puente internacional Simón Bolívar.

A la espera los cucuteños, los comerciantes y los contrabandistas. A la espera los mototaxistas y los taxistas. A la espera los pimpineros y sus compradores que ahora, ante la crisis, se han visto obligados a hacer fila hasta por tres horas para comprar gasolina.  A tal punto que la Alcaldía de Cúcuta se vio en la necesidad de imponer un pico y placa para comprar gasolina. A la espera las autoridades que se desdoblan para atender la mayor crisis migratoria que haya vivido Colombia en el siglo XXI, que ya cuenta con 19 mil damnificados, según el registro único de víctimas.

A la espera las autoridades locales, reuniéndose a diario para encontrar una solución. Pero, sobre todo, para pensar en el futuro. Porque la tragedia no fue cruzar el río. La tragedia es el “¿y ahora qué?” que retumba para todos aquellos que “volvieron a nacer” tras la crisis pero no saben cómo harán para sobrevivir. A la espera de que los presidentes de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, se reúnan y solucionen una crisis que nadie en Cúcuta entiende. A la espera de que se abra una frontera viva, hoy cercenada. El Espectador recorrió la frontera y encontró decenas de testimonios sobre esta crisis, que ya cumple un mes. De personas que no saben cuál será su futuro.

Por Juan Sebastián Jiménez Herrera, ENVIADO ESPECIAL

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