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Colin Powell sabe todo sobre la guerra. Sirvió por casi tres décadas en el Ejército de Estados Unidos, recibió 11 condecoraciones militares (incluida la Legión del Mérito), general de cuatro estrellas, fue comandante del Estado Mayor Conjunto, combatió en Irak, Libia y Vietnam, donde resultó herido cuando el helicóptero en el que viajaba chocó, y herido socorrió a sus compañeros para salir de la aeronave en llamas. “La mayor parte de mi tiempo como soldado —afirma— la gasté en asegurar la paz y en contener peligros. Como general realicé operaciones militares, pero también participé en control de armamentos y negociaciones de paz. Soy un defensor de la diplomacia y la política para resolver los conflictos”.
Powell comenzó a pisar los campos de batalla de la política en los últimos años de su vida militar. No era activista de ningún partido y tampoco era uno de esos líderes que dan discursos en la plaza pública. Simplemente empezó a ver la diplomacia de cerca en su cargo como consejero de seguridad nacional del presidente Ronald Reagan (1981-1989) y posteriormente, con George H. W. Bush (1989-1993), pasó a ser el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
La historia de su vida fue entonces una más de las versiones del sueño americano: hijo de inmigrantes jamaicanos, nacido y crecido en el hostil ambiente del sur del Bronx (Nueva York) y formado en la educación pública. En opinión de Sam Donaldson, periodista de ABC News, uno de los grandes méritos de Colin Powell fue haber superado un entorno en el que hubiera sido normal caer en las drogas, involucrarse con la delincuencia o ser víctima de ella.
El suyo se convirtió en un rol mundial cuando se desempeñó como secretario de Estado de George W. Bush (2001-2005). Vinieron el 11 de septiembre, la ofensiva contra el régimen talibán en Afganistán y la invasión a Irak, que el propio Powell tuvo que defender ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: “Cuando, lamentablemente, la guerra se veía venir, creía la lucha decidida para ponerle fin lo antes posible y pasar a la paz y la reconstrucción”.
Hoy, retirado ya de sus labores diplomáticas y alejado de los uniformes, Colin Powell dice sentirse confiado para hablar de paz: “Siempre he odiado la guerra y puedo hablar con confianza y competencia en un foro sobre la paz”. Llega a Colombia como orador principal del foro de El Espectador, en el que podría ser un punto trascendental para la historia del país por cuenta de las negociaciones entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc.
Al respecto, el exsecretario de Estado de Washington, hoy con 77 años de edad, opina que “para llegar a donde Colombia ha llegado son tan necesarias la diplomacia, la voluntad para dialogar y escuchar, como el uso de las fuerzas militares y policiales para proteger a su población, derrotar el narcotráfico y el terrorismo y llegar a condiciones de estabilidad, desarrollo democrático y económico. El camino a la paz”.
El general retirado complementa su explicación: “Estoy muy contento por el progreso que se ha hecho en el proceso de paz en Colombia en los últimos dos años. Todavía hay cuestiones difíciles de resolver y ha habido interrupciones en el proceso. Creo que los diálogos deben continuar mientras las partes estén comprometidas con la idea de llegar a una solución. El pueblo colombiano merece paz y seguridad”.