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El hombre que no amaba a nadie

El pasado febrero, un ciudadano francés fue condenado a cadena perpetua por asesinar a su hijo colombiano.

Ricardo Abdahllah
24 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
La colombiana Marilú Martínez durante un paseo a Costa Rica junto a su hijo Axel Letellier, a quien su padre, un ciudadano francés, asesinó a sangre fría.
La colombiana Marilú Martínez durante un paseo a Costa Rica junto a su hijo Axel Letellier, a quien su padre, un ciudadano francés, asesinó a sangre fría.

Se diría que Marilú Martínez es una mujer feliz. Alrededor de la mesa están sus hermanas y dos de sus sobrinos. Todos ríen. “Cuando Axel se quedó con nosotros, porque el tipo ese lo dejó botado, aprendió hasta a reparar celulares en nuestro negocio. Imagínese, con nueve años”, dice Nubia hablando del hijo de Marilú. En un rincón de la sala están las últimas creaciones en Lego de Axel. Naves espaciales.

Es la primera vez que las tres hermanas se reúnen en Francia. Para acompañar a Marilú en el juicio de Jacques-Charles Letellier, Myriam vino desde Colombia. Nubia desde Costa Rica.

Era ella a quien Marilú visitaba a finales de 1999. Tenía 35 años. “Yo trabajaba con mi papá. Nunca había pensado salir del país”, comenta. Y como va a empezar a contar, Lina, la hija mayor de Nubia, trae una cajita de kleenex. Sabe que Marilú va a necesitarlos cuando diga: “Lo vi desde ahí, desde esta ventana”. Entonces uno entiende que la felicidad de Marilú es un caparazón.

Se conocieron en un ferry de turismo en Costa Rica. Él dijo que tenía 45 años y quería invertir en el Caribe. No dijo hasta mucho tiempo después que se negaba a pagar la pensión que debía a los cuatro hijos de su matrimonio anterior. No dijo nunca que cuando ellos eran niños tenían que dejarlo ganar en los juegos de mesa para que no se desequilibrara.

Marilú no dice que era guapo o que fue un amor a primera vista. Sin embargo, siguieron en contacto y meses después le pidió que lo recibiera unos días en Colombia. “Llegó con dos pasajes y me dijo: ‘Te vienes conmigo’”.

Los meses en Francia fueron como un sueño, pero pronto volvieron a Costa Rica. Cuando Letellier supo que exigían un depósito de 60.000 euros como condición para una visa de inversionista, regresó solo a Francia. Probablemente pensaba renunciar a su sueño de finca raíz en el Caribe cuando Marilú lo llamó para decirle que estaba embarazada.

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Axel nació en 2002. Cuando Marilú regresó a Francia encontró que Letellier no tenía casa y se negaba a trabajar. Marilú consiguió algunas horas de aseo en casas de familia. Ocho años después, pasó lo que pasó... “Tengo mi diploma de química farmacéutica, pero estoy muy vieja”, dice. Hace dos semestres toma cursos de francés. Con Letellier nunca pudo estudiar porque él se negaba a gastar diez kilómetros en gasolina para llevarla hasta la escuela.

La ley francesa protege a las mujeres víctimas de la violencia familiar otorgándoles una visa de residencia para que puedan separarse sin el chantaje de los papeles, pero en la práctica esa violencia debe ser física. En ocho años de vida común, Letellier, que pasaba días sin hablarle, que en alguna ocasión le quitó el pasaporte y nunca colaboró en los gastos, jamás le levantó la mano.

Marilú consiguió algo de dinero y regresó con su hijo a Bogotá. Allí se presentó Letellier un año después, argumentando, entre otras cosas, que “Axel necesita un padre”...

José Luis Gómez fue el abogado que, en representación del Consulado de Colombia, asesoró a Marilú en el juicio: “¿Sabe usted que los hijos que Letellier tuvo en el primer matrimonio fueron testigos en contra suya en el juicio?”, dice. “Aún tienen traumas de la violencia psicológica que ejercía contra ellos”.

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Axel se destacaba en la escuela y era perfectamente bilingüe. Las calificaciones en los cuadernos que están en el apartamento son todas buenas. Junto a ellas hay dibujos, mensajes sueltos. Una canción dedicada: Elle, de Melissa Merchiche.

El sobrino de Marilú busca el video. Ella dice: “Siempre que escucho esa canción...”. Entonces él detiene la reproducción. “No, déjela”, dice Marilú. “Ella es mi oro, ella es mi fe, la que me dio la vida, ella es parte de mí...”.

La cajita de pañuelos de papel.

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Como los niños necesitan un padre, Marilú creyó que, aún en pleno proceso de divorcio, podían hacer un viaje a Costa Rica para visitar a la familia. El niño debía regresar con Letellier, pero él llegó solo. Lo dejó con sus tías.

Lina recuerda: “Como Jacques se negaba a dar el permiso y nadie sabía dónde estaba, conseguimos un certificado de que él estaba desaparecido y compramos dos pasajes para que yo viajara con el niño. En el aeropuerto nos dijeron que ese mismo día se había comunicado con el consulado para bloquear la salida. No había manera de que él supiera que ese día viajábamos, pero él era así”. Días después, Letellier recibió un ultimátum de los servicios sociales. Debía autorizar la salida de Axel o pagar 100 euros diarios. La firma fue faxeada en pocas horas.

Tras el incidente, Letellier, que trabajaba entonces en un call center, perdió la custodia y no dio noticias durante más de un año. Volvió a aparecer en mayo de 2011, en vísperas de la cumbre del G-8 que se celebraba en la ciudad. Tenía boletas para un acto público en el que hablarían los presidentes. A Axel le gustó tanto el evento que habló de eso toda la semana.

Desde entonces, Letellier fue un buen padre. Desde entonces ya lo tenía todo planeado.

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“Los psicólogos concluyeron que estaba loco. La cuestión era la premeditación, si todas las salidas y las invitaciones eran parte de un plan”, dice Gómez

La culpabilidad estaba demostrada. El 6 de agosto de 2011, a eso de las 11 de la mañana, Letellier entró a la comisaría, puso las llaves del auto sobre el escritorio de uno de los agentes y dijo: “Maté a mi hijo”. Una hora atrás, Marilú había recibido una llamada. “Vaya a mi casa. Pero no vaya sola”.

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Durante el juicio, cuando Letellier vio proyectadas las fotos de su hijo asfixiado con cobijas y una bolsa de plástico luego de que él permaneciera sobre el niño por media hora, no mostró ninguna emoción. Cuando le preguntaron si volvería a hacerlo, habló de las nacionalizaciones de niños extranjeros, de que el presidente no contestó a sus cartas y de la dictadura argentina. Tampoco mostró emoción cuando escuchó su condena: cadena perpetua con 22 años como mínimo antes de la condicional. El resultado de la apelación se conocerá en dos meses.

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La madre de Letellier asistió al juicio. Fue la única de sus propios testigos que pareció defenderlo. Tenían una relación difícil, pero no le dio la espalda. “Yo creo que él no amaba a nadie”, dice Marilú.

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Días antes de que pasara lo que pasó, Axel se sacó la foto que está en el corredor que tiene la ventana por la que Marilú lo vio subir al auto de su padre el cinco de agosto. Le había dicho que lo llevaría de campamento la mañana siguiente. Durante el juicio se supo que Letellier nunca reservó un camping y que no tenía un euro en su cuenta.

“No sé por qué cuento esto”, dice Marilú. “Porque me da susto que en la apelación cambien la condena. Para que las mujeres estén alerta con esos tipos. Para que no vuelva a pasarle a nadie. Aunque quién se iba a imaginar”.

Por Ricardo Abdahllah

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