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El inesperado éxito de Herman Cain

Las encuestas encumbran a un candidato sin ninguna experiencia política. No hay todavía una alternativa sólida frente a Barack Obama.

Antonio Caño / Especial de ‘El País’Washington
19 de octubre de 2011 - 11:12 p. m.

El ascenso de Herman Cain al primer lugar de las encuestas entre los candidatos presidenciales republicanos ha sorprendido más que a nadie al propio Cain, un empresario sin ninguna experiencia política, cuya inesperada irrupción es más una manifestación de las carencias que de las virtudes del Partido Republicano actual. Aparte de sugerir que también la derecha puede ofrecer un aspirante negro, la candidatura de Cain es una prueba de que a los votantes republicanos no acaba de gustarles ninguna de las figuras que se les ha propuesto el partido.


Primero fue Michelle Bachmann, obviamente demasiado extremista, incluso en los tiempos actuales. Después fue Rick Perry, que se hundió en el primer debate al confesarse débil en materia migratoria. Ahora es Cain, que probablemente se apagará pronto también. Y más tarde, quién sabe. Chris Christie y Sarah Palin han renunciado a participar. Otros nombres pueden aún surgir en los próximos meses si no acaba de cuajar Romney, el único que resiste. El éxito de Cain se explica por una combinación de varios factores. Uno es el rechazo a los políticos tradicionales, un fenómeno ya antiguo y en expansión. Otro es la admiración que habitualmente se siente en este país por emprendedores como él que son capaces de construir un imperio desde la nada. El tercero es la frialdad de los votantes con Romney.


Cain es el consejero delegado y fundador de Godfather's Pizza, una cadena de comida rápida basada en Omaha (Nebraska), un negocio boyante sustentado en una publicidad atrevida. Cain ha tratado de trasladar ese éxito a la política con un lenguaje desenfadado y un programa original, los instrumentos clásicos de los políticos no profesionales. Su mayor propuesta y principal lema electoral es la de establecer en un 9% todos los tipos de impuestos, el de los ingresos, el de la renta del capital y el del IVA. Eso deja un eslogan fácil, 9-9-9, con el que Cain se fue abriendo camino. Le ayudaron su estilo sencillo y un relativo sentido del humor.


Pero le ayudó sobre todo el hecho de que sus rivales fueron tropezando a lo largo de la carrera y de que Romney no acabara de generar la excitación que se espera de un candidato ganador. No parece, sin embargo, que Cain pueda ser el hombre que le arrebate la victoria. Es a Romney, no a Cain, a quien van dirigidos los ataques que surgen de la campaña para la reelección de Barack Obama. Con Cain o sin Cain, el Partido Republicano está lejos aún de ofrecer una alternativa sólida a Obama.

Por Antonio Caño / Especial de ‘El País’Washington

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